Casa Árabe reconstruye en objetos la vida cotidiana de la Córdoba islámica
Una exposición con fondos inéditos del Museo Arqueológico saca a la luz hallazgos de las últimas excavaciones

Esos sencillos objetos de barro que parecían iguales a los que todavía tenían algunas personas de cierta edad en sus casas, esas monedas que alguno habría dado por sacadas de algún juego de mesa, pararon algún día una excavación y unas obras y quizá los promotores o los operarios miraron con desdén que por tan poca cosa hubiera que detener una obra durante varios meses. Aparecieron en la obra de la Ronda Oeste, en las faldas de Medina Azahara, en Levante, en Priego o en Lucena, y al retirarlas todo volvió a su ser y siguieron las obras.
Ahora estas piezas, casi todas rigurosamente inéditas, que quizá no sorprendieran demasiado a los ojos profanos, se exponen en la Casa Árabe por primera vez para el público en una exposición que tiene el deseo de mostrar con objetos tangibles cómo se islamizó la ciudad tras la conquista y cómo se plasmó la presencia de los omeyas y sus sucesores en todos los aspectos de la vida, singularmente de la vida cotidiana, la de la gente corriente, y no sólo la de los poderosos.
«Madinat Qurtuba. Ciudad y Materia» es el título de esta muestra que se inauguró ayer y que estará abierta hasta el próximo mes de marzo. María Dolores Baena, directora del Museo Arqueológico, es la comisaria de la exposición junto a José Escudero, y la recorre comenzando por la pieza estrella, también inédita y de una colección particular. Se trata de un cimacio, un bloque de mármol para situarse entre el capitel y la arcada de una construcción, y es singular porque tiene tallados grifos, animales mitológicos que simbolizan el poder. La inscripción en árabe alude a Ya’Far, el conocido visir del califa Abderramán III, que residió en Medina Azahara. ¿Viene de allí? Los datos no son todavía concluyentes.
María Dolores Baena guía por la muestra, que continúa por la arquitectura con uno de los elementos que más ha identificado a la Córdoba islámica: el capitel llamado de avispero, autóctono de la ciudad, y del que hay varias muestras, intercaladas entre las que tiene la casa en sí mismas. Entre los capiteles, los atauriques de las paredes, también muy identificativos de Córdoba, extraídos muchos de ellos de las excavaciones en la Ronda Oeste, y otra de las piezas más hermosas: una estrella de ocho puntas con flores en el interior, característica de la cultura árabe. Todos los fondos, a excepción del Cimacio de los Grifos, pertenecen al Museo Arqueológico, que por hallarse inmerso en el proceso de restauración de su sede antigua no tiene espacio por ahora para mostrarlos al público. Ahora se pueden ver en la llamada Casa Mudéjar, que precisamente, como recuerda la comisaria, fue Museo Arqueológico Provincial entre 1923 y 1958.
Si el objetivo de la muestra es que el espectador tenga delante de los ojos cómo era la cultura islámica es fundamental la cerámica, con los colores verde y manganeso que eran característicos de la cultura omeya, una especie de sello de esta dinastía presente también en un brocal de pozo. También el bronce, del que hay objetos tan singulares como un braserillo y varios candiles. No faltan las monedas, producto de los «tesorillos» encontrados en muchos puntos de la provincia. La exposición recorre varias etapas de la presencia islámica en Córdoba, desde los omeyas hasta los almohades, que son precisamente las monedas más singulares, porque son cuadradas, en lugar de redondas, como es habitual. La calle Doce de Octubre, pero también los yacimientos de Lucena y Priego, custodiaron estos restos bajo tierra hasta su hallazgo.
La exposición habla de la vida cotidiana, y de ella forma parte la muerte y los muertos. Por eso hay una valiosa colección de lápidas, con paneles de la traducción al castellano y siempre con el tradicional testimonio de fe islámico. «Son todas de la época de Taifas, porque una de las ideas de la exposición era tener muestras de todos los momentos de Al Ándalus», explicó la comisaria. De ellas destacan dos: una en que las letras están enmarcadas en una especie de ventana simulada, y otra que tiene forma alargada, tendida sobre el suelo, y que se conoce como Maqbariya. Son los productos de los 21 cementerios que han aparecido en las afueras de Córdoba y de Medina Azahara.
La exposición termina con los objetos de la vida cotidiana, no demasiado diferentes de los que han pervivido en las casas hasta hace muy pocos años. Jarritas, redomas y ataifores (un planto de gran tamaño para servir la comida) se muestran en un buen estado de conservación y con las distintas escuelas de cerámicas, incluida la vidriada.
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