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Una tradición secular

La caza es una constante en la historia de la Monarquía. Antes que los Borbones, los Austrias ya la practicaban

Una tradición secular ABC

BLANCA TORQUEMADA

El Rey recoge un testigo de siglos, pues ya antes que los Borbones, los Austrias habían sido consumados cazadores. Incluso el morigerado y sobrio Felipe II .

En el siglo XVII los retratos velazqueños de Felipe IV y de su hijo Baltasar Carlos pertrechados con escopeta y acompañados de mastines o galgos fueron encargados para decorar su pabellón de caza en el Monte del Pardo , un lugar que tiene mucho que ver con la permanencia a lo largo del tiempo de esa pasión regia encarnada hoy por Don Juan Carlos. Es una zona privilegiada pespunteada de encinas centenarias y cuajada de fauna silvestre que fue durante siglos lugar de esparcimiento de los Monarcas, y su paraíso cinegético. Hasta hoy, pues se estima que actualmente viven en el paraje 4.000 gamos, 3.600 ciervos y 500 jabalíes.

Habitualmente, los Reyes asociaban la caza más al hábito saludable de las caminatas por el campo que a la consecución de piezas que otros podían cobrar para ellos. Al menos así está acreditado en el caso de Carlos III , quien con sus maratones cinegéticas creía eludir el riesgo de enfermedades mentales.

En ese entorno se halla hoy la propia residencia oficial de Don Juan Carlos, el palacio de la Zarzuela , así como la casa de los Príncipes de Asturias. Fue también en las primeras décadas del siglo XX el escenario habitual del ocio de los seis hijos de Alfonso XIII, entre ellos Don Juan, quien desde muy joven se aficionó a la caza, «hobby» que siempre compaginó con su devoción por el mar.

De hecho, el 5 de enero de 1938, en Roma, no llegó a tiempo para estar presente en la Clínica Anglo Americana en el momento del nacimiento de su hijo, futuro Rey de España, porque el parto de Doña María le pilló de cacería. Es anécdota conocida que cuando regresó a toda prisa, casi sin aliento, el Rey Alfonso XIII le mostró un bebé chino y le dijo: «Este es tu hijo». Afortunadamente, la broma duró poco, y enseguida le mostraron a su verdadero retoño. Que también se convertiría en un gran cazador, ya que la afición le viene a Don Juan Carlos tanto por vía paterna como materna: la propia Doña María introdujo en Portugal, durante la etapa de exilio, la costumbre de caza con perros.

Hay relevo

La veta cinegética de la Monarquía española se ha mantenido en la siguiente generación, pues a la Infanta Doña Elena también le gusta participar en monterías y practica tiro en la finca Cantoblanco, en las afueras de Madrid. El Príncipe de Asturias caza ocasionalmente, y sólo la Reina y la Infanta Doña Cristina se mantienen al margen de la ancestral tradición. En cuanto a los nietos de los Reyes, el accidente sufrido por Felipe Juan Froilán de Marichalar ha revelado su precoz interés por ese deporte.

Un «deporte» y además un importante motor económico sometido al escrutinio de una opinión pública dividida entre partidarios y detractores. De acuerdo con datos del Ministerio de Agricultura, la caza genera 3.000 millones de euros anuales y 30.000 empleos. Además, la actividad cinegética debidamente regulada es un elemento imprescindible de reequilibrio del ecosistema. Pero no resulta apto para todas las sensibilidades.

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