LA NADA NADEA
A callar
Todo el mundo sabe que doña Esperanza lleva razón, que el café para todos quiso integrar las aspiraciones de autogobierno catalanas y vascas en una nueva estructura de poder territorial basada en la descentralización política
Aquién se le ocurre plantear la devolución de competencias al Estado! ¡Oh! ¡Ah! ¡Válgame Dios! Qué desatino, que exceso, qué barbaridad. Calla, Esperanza. Callad radios, televisiones y cibermundo. Calla, pueblo calla. El debate lo ha suscitado la presidenta de la Comunidad de Madrid y lo ha amplificado, a su pesar, Mariano Rajoy con sus directrices sobre lo que puede y no puede discutirse. Hay quien pinta la retrocesión competencial como una Transición inversa, cuando no es más que un anuncio de lo que ha de llegar de grado o a la fuerza, por la vía del debate o por la de la ruina. Transición inversa es entonar un «calla, pueblo, calla» con música de Jarcha.
Todo el mundo sabe que doña Esperanza lleva razón, que el café para todos quiso integrar las aspiraciones de autogobierno catalanas y vascas en una nueva estructura de poder territorial basada en la descentralización política. Ello implicaba organizar múltiples poderes ejecutivos y legislativos territoriales que conformaban —también— el Estado, relacionándolos con el gobierno central y con las Cortes por un criterio competencial, no jerárquico. Con alguna excepción, como el cumplimiento forzoso de obligaciones (que equivale a una suspensión de la autonomía) del artículo 155 de la Constitución, del que nadie quiere oír hablar.
Salvo en tres comunidades, que con Andalucía pronto fueron cuatro, no existía una demanda real de descentralización política; con la descentralización administrativa hubiera bastado. Luego vino la sistemática asunción, por parte de las comunidades llamadas «históricas», de competencias supuestamente «exclusivas» del Estado. La propia Constitución lo permitía. Y luego una carrera por no ser menos, movida por el impulso de castas políticas locales de nuevo cuño. Y entonces llegó la crisis.
La crisis trajo la caída de la recaudación y el consiguiente desbordamiento, aplacado de momento con déficits financiados por deudas que adoptan la forma de pelota (o de pirámide). Demasiados gastos se habían convertido en estructurales. Y ahí es cuando todo el mundo pensó en lo evidente, doña Esperanza lo formuló y el comandante mandó a callar.
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