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Este periódico está de moda

Los libros y diarios de papel desfilan por las pasarelas de Milán y París como prueba de que siguen siendo los preferidos del lector más exigente

Este periódico está de moda ABC

BORJA BERGARECHE

Sería el titular más codiciado por una industria en plena transformación. Nadie duda de que los medios de comunicación luchan por adaptarse a las demandas de las nuevas audiencias digitales, y que la aparición de nuevos soportes han modificado para siempre las prácticas de consumo de información. Más allá de las cifras de resultados, la demostración de que los tiempos cambian está en los rasgos definitorios de nuestra civilización: así, IKEA ha rediseñado sus populares estanterías para adaptarlas a la creciente presencia de soportes digitales frente a libros y revistas de «papel». Algunos contenidos virales, como el vídeo «Una revista es un iPad que no funciona», llevan estos nuevos usos al terreno de la motricidad infantil: varios niños son grabados intentando aplicar la lógica táctil de un iPad a revistas de moda. Sin éxito, claro. Pero algunos indicios empiezan a poner en valor ciertos atributos de lo impreso.

Según datos recabados recientemente por Mintel, una consultoría de análisis de mercados, a un tercio de los hombres consultados les «gusta» leer revistas porque «es tiempo para mí mismo», y un 42 por ciento de las personas consultadas afirma comprarlas cuando «realizo viajes largos». En general, un 71 por ciento afirma preferir la copia física de una revista frente a su edición digital, y solo un 10 por ciento afirma preferir soportes digitales para leer revistas en un avión. «Los últimos estudios indican que hay una creciente vinculación de la lectura de ciertas publicaciones al deseo de tomarse un respiro de la tecnología y de cortar con el trabajo», explica a ABC Richard Cope, analista de tendencias en la oficina londinense de Mintel. «El problema con lo digital es que diluye la separación entre nuestra vida privada y la laboral» , opina.

En los últimos meses, el lanzamiento de ciertas revistas impresas de edición exquisita y contenidos selectos como Orsai (en español) o Revue XXI (en francés) ha sido acogido con prometedores resultados en el mercado, rompiendo además la dicotomía entre el pago por soportes «reales» de calidad y la gratuidad en el medio «digital». Cope sorprendió al auditorio de la última conferencia de la Asociación Británica de Agencias de Publicidad, celebrada a finales de noviembre, vinculando este recuperado «sex appeal» de la revista impresa con el movimiento «slow» de ciudades o comida lentas. Y recomienda la deliciosa revista «Delayed Gratification» del movimiento «slow» británico, que se define a sí misma como «el último lugar para las noticias de última hora» . La experiencia placentera, formativa, entretenida y finita —frente a la «serendipia» e infinitud del magma digital— de pasar páginas estaría cada vez más valorada en los contextos, cada vez más codiciados, que nos permiten apartarnos por unas horas o días de nuestra trepidante vida hiperconectada de la era digital. Sería la experiencia que ofrecen los populares «cafés de lectura» de una ciudad como Shanghai, o los conocidos «cafés manga» de Tokio —donde pagas por el tiempo de estancia en el local, tomando té y leyendo cómics—, que han comenzado ya a dar el salto a Europa.

Pero el papel tiene algo más, un inconfundible elemento de estilo y personalidad que llevó a los diseñadores Jil Sander y Nicole Farhi a hacer desfilar a sus modelos masculinos con periódicos debajo del brazo en la pasada pasarela de Milán, a finales de enero. El primero presentó, incluso, unas fundas de cuero para evitar la adherencia de la tinta de imprenta. En el terreno ya de la mística periodística —más que de las tendencias de consumo—, la firma española Loewe presentó a finales de diciembre el «cool reporter», su nuevo modelo de bolsa masculina inspirado en los «macutos» empleados por los periodistas en los 50 y los 60. ¿Por qué no desfilar con un iPad debajo del brazo? «Un periódico o revista dice algo sobre quien lo lleva, mientras que un Kindle o un iPad no proyecta nuestra personalidad, ni nuestras creencias políticas ni nuestras preferencias culturales», defiende Cope.

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