Si tú tienes más, yo tengo menos

Desde tal perspectiva, resulta de todo punto indeseable emprender acciones y adoptar actitudes que atraigan la riqueza, ya que, con ello, ciertos desconocidos estarían siendo forzosamente privados de lo suyo. Subyace una perversión intelectual que contamina la entera visión de las relaciones humanas. Una distorsión fatal impide al aquejado reconocer los beneficios mutuos de los intercambios o de los proyectos en común, al menos en términos de incremento total de la riqueza. Pero, ¿puede alguien ser tan estúpido? ¿No estarán más bien los repartidores representando una mascarada sentimental como forma de resistencia al trabajo?

En un entorno donde todo el mundo fuera como ellos, donde todos los hombres reclamaran el reparto de la riqueza, donde nadie se dispusiera a generarla porque tal posibilidad está descartada de antemano, reinarían la miseria y la guerra. Creo en las excepciones: algunos seres extraordinarios pueden haber dedicado su vida con justicia a repartir la riqueza por otros producida. Pero sólo en casos de flagrante explotación y desesperadas carencias. Fuera de ahí, la virtud no escoge ese camino sino el de la reivindicación y toma de las libertades, que incluyen la libertad de empresa, la libre competencia, el libre mercado. En un marco de seguridad y de libertad, cada individuo que decide perseguir su beneficio enriquecerá a su vez a quienes le rodean.