La playa ya tiene su chiringuito

En toda playa que se precie debe haber hamacas y, aunque en ésta no hay arena sino hierba, los madrileños podrán pasar el día tumbados por un euro al día. Para aquellos que lo deseen también se podrá alquilar —sin obligación de consumir nada del chiringuito— una sombrilla y una mesa para «picnics» por el mismo precio. El servicio estará abierto durante todo el verano de 9 a 21 horas y se irá reduciendo según se vayan perdiendo horas de luz. Juan Ramos, responsable del chiringuito, mostró su intención de abrir la terraza también en invierno.

«La nueva oferta hostelera de este proyecto, no hace sino sumar calidad a la ya existente —48 establecimientos en las cercanías del parque— y no se debe ver como una amenaza sino como una oportunidad para mejorar la competitividad», explicó Lola Navarro, concejal de distrito de Arganzuela. La delegada de Urbanisno, por su parte, añadió que las playas urbanas de Madrid Río dan «un toque de sensibilidad y calidad a nuestra ciudad». Pilar Martínez recordó que estas instalaciones están inspiradas en los «sueños de los más pequeños», que pidieron su construcción en el concurso infantil celebrado en 2005.

El adjudicatario de este primer café bar ha obtenido también la concesión de otros cuatro establecimientos en Madrid Río que se encuentran en construcción y que entrarán en funcionamiento a finales de verano, junto con un restaurante de dos plantas y dos puestos de helados, bebidas y frutos secos.

Además del nuevo café-bar, los usuarios de la playa urbana podrán disfrutar de las magníficas vistas que se perciben desde la terraza del chiringuito. Ramón, un padre que se acercó ayer con sus hijas a curiosear, considera que es una alternativa de ocio perfecta para disfrutar en familia: «A unos veinte metros de aquí hay toboganes para los niños y, mientras que ellos juegan, los “papas” podemos estar aquí tomndo un piscolabis. Además, podemos venir en bici por la senda. Es una maravilla». A sus hijas, sin embargo, lo que más les llamó la atención son los chorros cambiantes y las nubes de agua de las playas urbanas.

Marisa, una jubilada del barrio, tampoco quiso perderse la inauguración: «Al final ha merecido la pena las molestias de varios años de obras. Lo malo es que para nosotros los mayores no hay demasiadas zonas de sombra, pero ya crecerán los árboles».