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El declive del 15-M abre la puerta a la izquierda radical

Sus elementos más activos ocultan su origen porque saben que los echarían

El declive del 15-M abre la puerta a la izquierda radical EFE

C.MORCILLO/P. MUÑOZ

El movimiento 15-M es aún, como en su origen, «parcialmente inocente»; es decir, aglutina a miles de «indignados»: personas descontentas social, política y económicamente. Un descontento difuso que prendió y se extendió desde las redes sociales a la calle. El riesgo es que, a menor número de seguidores, mayores posibilidades existen de que los radicales —extrema izquierda y anarquistas— que se han camuflado en sus filas tomen el control. Informes que Interior tiene sobre la mesa así lo advierten.

Los números y los apoyos concitados lo evidencian. La primera manifestación en Madrid unió a unos 20.000 «indignados» y a la cola de la marcha les seguían medio millar de radicales perfectamente diferenciados. En la del 19 de junio se congregaron 45.000 personas, pero el agotamiento y la falta de avance han hecho mella. «Hay que estar atentos a la vuelta del verano. Entonces se verá mejor cuál será la evolución del movimiento», sostienen las fuentes consultadas. Y ponen ejemplos: «Si en una asamblea participan 2.000 personas, los radicales no tienen nada que hacer; si hay 200, están igualados con los “indignados”, pero si solo hay cien, está claro quién controla».

Cuestión de números y cuestión de infraestructura y trayectoria. Los radicales «oscurecen» su origen para que el resto no los identifiquen. «Si mostraran quienes son, los echarían». Los extremistas que se han sumado cuentan con estructura y experiencia; además tienen líderes, tres elementos de los que carece el 15-M.

Como informó ABC, la Policía detectó en la acampada de Sol a miembros de la Coordinadora Antifascista de Madrid, un batiburrillo de organizaciones de extrema izquierda que aglutina a medio millar de personas, y que aportó ocho candidatos a la lista para las europeas de Iniciativa Internacionalista-La Solidaridad entre los Pueblos, marca avalada por Batasuna. Pero no eran las únicos. Había asimismo okupas del Patio Maravillas y de la Traba, dos centros okupados clásicos en la capital; componentes de Corriente Roja, de Izquierda Castellana o de la Asociación Contrapoder, que hace unos meses profanaron la capilla de la Complutense. «Ninguno son del movimiento 15-M, pero jamás podrían aspirar desde su punto de partida a una convocatoria como la de los “indignados”», resumen las fuentes consultadas. Su techo está en 800 o mil personas.

Son los «infiltrados» del 15-M. Quienes promovieron e impulsaron las actuaciones originales no les conocían, pero se dieron cuenta de que ese radicalismo no era el suyo. El 21 de mayo, justo antes de las municipales, con Sol convertido en emblema, los «parásitos» intentaron trasladar las asambleas multitudinarias a otras plazas de Madrid y en horarios no previstos. Los «indignados», asustados, se opusieron.

En estos dos meses de movilizaciones se han producido situaciones poco comunes. En la semana más incierta, del 15 al 22 de mayo, cuando la Junta Electoral prohibió las acampadas y la Policía movilizó a unos 900 agentes de la Unidad de Intervención, no hubo ni un solo incidente. En esos días los abogados Endika Zulueta y Erlanztz Ibarrondo tuvieron —y siguen teniendo— un destacadísimo papel al frente del comité legal de la acampada; al contrario de lo que se pudiera pensar, ese papel fue conciliador y moderador para que la acampada no se desmandase. Se convirtieron en interlocutores de la Policía.

El segundo episodio que causó preocupación fueron algunos de los convocantes de la marcha del 19-J. Dos de ellos eran Ángeles Maestro, de Corriente Roja, y Aitor Otaduy, de Izquierda Castellana. Ambos concurrieron en las listas de Iniciativa Internacionalista y ambos se han destacado por su cercanía a la «izquierda abertzale». No son, sin embargo, miembros del 15-M. «El 15-M no tiene relación con Batasuna ni con ningún partido político, digan lo que digan algunos», recalcan las fuentes. «No es radical, tampoco se puede trasladar el mensaje de que todo vale. Eso supone un riesgo y un parapeto para grupos nada bienintencionados». Los próximos meses serán la prueba de fuego.

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