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PERFIL

La sonrisa más áspera de la crisis

George Papaconstantinou, ministro de Finanzas de Grecia

La sonrisa más áspera de la crisis

DANIEL IRIARTE

Sus rivales más acérrimos admiten que su sonrisa, que rara vez desaparece de sus labios, desarma. Su mirada es amable, límpida, pero esconde un punto de dureza. Tal vez porque Giorgios Papaconstantinou, ministro de Finanzas de Grecia, encarna necesariamente esa contradicción entre las buenas maneras y los actos draconianos que requiere una situación como la de este país.

Ejecutor, más que arquitecto, de algunos aspectos de la política de privatizaciones, Papaconstantinou tiene tantos admiradores como detractores. Es la «bestia negra» de los sindicalistas, que le consideran «un hombre del sistema», poco más que una correa de transmisión de las directrices del Fondo Monetario Internacional y del Banco Central Europeo. Pero Papaconstantinou, lo ha demostrado, juega para su equipo, hasta el punto de que el «Wall Street Journal» llegó a calificarle de «chantajista» en uno de sus blogs cuando el pasado septiembre anunció que, o Grecia conseguía un nuevo préstamo de Alemania, o tendría que retirarse de la zona euro. Otros, lo que envidian es a su mujer, la bella Jacoline Vinke (rubia natural, escritora de viajes y superheroína de los hosteleros griegos desde que publicó el «best-seller» «La vuelta a Grecia en ochenta estancias»), a la que conoció en París durante la década pasada como economista senior en la OCDE.

Hasta hace un par de años, Papaconstantinou era un perfecto desconocido, apenas ocupaba algunos puestos técnicos como asesor del primer ministro Papandreu y de la CE. Sus alumnos en la universidad de Atenas, donde enseñaba economía, sí sabían de su competencia, pero también de sus estrictas correcciones. Papaconstantinou, sobre el papel al menos, está preparado para el cargo: estudió en Londres y Nueva York, graduado en la prestigiosa London School of Economics, seguido de máster y doctorado. Y habla bien; tal vez por ello fue elegido portavoz de su partido para relaciones con la prensa, poco antes de ser nombrado ministro. Del partido (el Movimiento Socialista Panhelénico, o PASOK) de toda la vida, ha sido miembro de su consejo nacional, y parlamentario por el distrito de Kozani. En 2009, se le puso al frente de las listas al Parlamento Europeo, en donde salió elegido en junio. Pero el puesto apenas le duró unos meses: para octubre era llamado a filas por Papandreu para encabezar el Ministerio de Finanzas.

Papaconstantinou es el archiejemplo del ejército de nuevos políticos elevados a cargos ministeriales cuando el PASOK regresó al poder, y cuyas viejas glorias, en una situación que nos es familiar también en España, aparecían demasiado salpicadas por la corrupción de las décadas anteriores. Caras nuevas que esperaban renovar el partido, pero a quienes la crisis económica mundial les ha estallado en las manos, convirtiéndoles en rehenes de una política que no satisface a casi nadie, y que difícilmente puede hacerlo. No es fácil la tarea del ministro. Esta semana lanzaba un plan a tres años para combatir la evasión fiscal, que en Grecia, según él mismo admitía, llega a entre un 25 y un 35% del PIB.

Por eso, amenaza con someter al escarnio popular a aquellos que deban más de 150.000 euros desde hace más de un año, haciendo públicos sus nombres. Eso, es de esperar, le añadirá nuevos enemigos a una lista ya larga: a principios de mes, se enfrentó a un grupo de 800 antiguos senadores que reclaman, justo ahora, compensaciones económicas y una pensión por los cinco años pasados en el parlamento con el anterior Gobierno. El ministro les respondió por e-mail, diciendo que su petición era, en estos momentos de recortes, un insulto, y que se negaba a considerarlo.

Papaconstantinou vuelve a advertir ahora que se avecinan tiempos duros para Grecia, igual que hizo hace exactamente un año. La profecía se cumplió, sin que el país haya logrado salir a flote. «Estamos intentando cambiar el rumbo de este Titanic», decía hace unos meses acerca de la economía griega. Comparación, tal vez, desafortunada. Como advirtieron entonces algunos comentaristas, es la primera vez que el ministro de Finanzas de un país admite que tal vez haya que ir pensando en fletar los botes salvavidas.

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