Polígamo, «violador» y presidente
Una cuestión capital centra estos días el debate político surafricano. Y no se trata de saber cómo afectará a la dañada economía del país la elección del populista Jacob Zuma como presidente, sino de conocer cuál de las mujeres del mandatario será la nueva primera ... dama.
Polígamo reconocido, este zulú de 67 años tiene en la actualidad dos esposas, Nompumelelo Ntuli y Sizakele Khumalo -con quien lleva más de 50 años casado. Sin embargo, y pese a que su ejército de concubinas podría rondar varias decenas, otras dos mujeres «oficiales» han formado parte de la biografía de este «Casanova africano». El año 2000, su segunda mujer, Kate Mantsho, decidió que el suicidio era la mejor forma de poner fin a su relación; mientras que Nkosazana Dlamini prefirió un método mas sencillo como el divorcio para alejarse del peculiar mandatario.
Pese a no contar con la experiencia de Khumalo, su juventud -34 años-, unida a una extraordinaria belleza, parecen motivos suficientes para que Zuma se decante por Ntuli para representar al país en los actos oficiales.
Pero su convulsa relación con las mujeres no se limita a los problemas maritales. En 2006 fue acusado por la hija -seropositiva- de un compañero de partido de haberla violado en repetidas ocasiones. Que una de sus alegaciones para demostrar que la relación fue consentida se limitara a «la falda que llevaba ya me dejó claras sus intenciones», arroja serias dudas sobre la imparcialidad del tribunal para absolverle. En este juicio, televisado para todo el país, Zuma ofreció entre otras sus teorías de cómo una simple ducha tras el acto sexual «consentido» evitaba el contagio del sida.
Casanova surafricano
Hay quienes dicen que sus flirteos amorosos habrían aumentado la demografía surafricana con entre 10 y 18 nuevos ciudadanos, según diversas estimaciones.
Pero al margen de sus capacidades amatorias, su carácter controvertido parece formar parte del destino familiar. Huérfano de padre desde los 5 años, su primer apellido -Gedleyihlekisa- es una síntesis del dicho zulú que afirma: «Nunca me fiaré de alguien que me engaña con una sonrisa, pero que sólo quiere hacerme daño»
De igual modo, y obligado a dejar el colegio tras la muerte de su padre, su historia de superación -y una serie de lagunas en su pasado- parece más cercanas al imaginario de Hollywood que a la realidad africana.
De acuerdo con una breve autobiografía que Zuma escribió cuando era miembro del Partido Comunista surafricano, poco antes de incorporarse en 1959 al Congreso Nacional Africano (ANC, por sus siglas en inglés), el mandatario habría recibido entrenamiento militar en la Unión Soviética. Una más de las incógnitas de este zulú de 67 años que han contribuido a su mitificación por parte de la sociedad surafricana.
Dudosa fiscalidad
Pero lo cierto es que, pese a su dilatada lucha contra el «apartheid», que en 1963 le llevó a cumplir una pena de diez años en la prisión de Robben Island, frases como «hay que golpear a los homosexuales», o «los únicos blancos que de verdad son surafricanos son los afrikáans», tampoco es que ayuden demasiado a la idealización del personaje.
Su política económica tampoco resulta impoluta. Sólo unos días antes de celebrarse las elecciones, la Fiscalía general del país retiró los cargos por corrupción que pesaban sobre él. Según estas acusaciones, cuando en 2005 era vicepresidente, el mandatario surafricano habría exigido un pago de 600.000 dólares a la empresa francesa de fabricación de armas Thales Internacional para «evitar» que se la investigara por los pagos realizados al Gobierno de Pretoria.
Pero, al margen de sus problemas con la Justicia, si hay una faceta en la que Zuma ha demostrado una capacidad alejada de los simples mortales, ésa es el baile. Apenas favorecido por el don de la palabra, en cada uno de sus mítines el espíritu de Fred Astaire se apodera durante horas del mandatario. Eso sí. Siempre a golpe de su canción favorita: «Tráeme mi ametralladora»
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