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crónica

Andrés Calamaro, aristócrata del rock después de todo y antes que nada

El cantante y compositor argentino brindó anoche un enorme concierto en el Cartuja Center Cite

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Concierto de Andrés Calamaro en el auditorio del Cartuja Center CITE de Sevilla, en imágenes

Andrés Calamaro, durante su concierto de este pasado miércoles en Sevilla Raúl Doblado
Fernando Rodríguez Murube

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'Rock' es uno de los términos artísticos más manoseados y corrompidos a lo largo de la historia musical del último medio siglo. Por el halo de misterio y genialidad que le ha acompañado y por el prestigio que ello siempre ha granjeado, la lista de solistas y bandas a uno y otro lado del charco con propuestas en el idioma de Cervantes que durante este tiempo han querido montarse en ese carro es punto menos que infinita.

Pero no conviene equivocarse, ni mucho menos hay que confundir rock con música tocada con guitarras eléctricas y batería. Es un concepto mucho más amplio para el que no todos tienen el talento suficiente, ni otros muchos están dispuestos a suscribir en su vida. Es por ello que la nómina de rockeros con todas las de la ley es formidablemente más reducida de lo que pueda parecer. En ella, no obstante, sí aparece con letras de oro el nombre de Andrés Calamaro.

El artista argentino está considerado por el público, la crítica y coetáneos del oficio 'maldito' como uno de los capos de la aristocracia del rock en castellano. No en vano, lleva desde la ya lejana década de los setenta ejerciendo como tal merced a una formidable actitud vital caracterizada por la autenticidad, la rebeldía, la independencia, la creatividad y la fidelidad consigo mismo.

De todo ello dejó constancia anoche durante las dos horas que duró su enorme concierto en un Cartuja Center Cite de Sevilla casi lleno, adonde llegó inmerso en una gira que rinde homenaje a 'Honestidad Brutal', el mayestático disco que le encumbró en 1.999, y con la que ha recorrido varios países latinoamericanos y ahora trae a Europa para llevar las bondades de su excelso cancionero a países como Francia, Bélgica, Dinamarca, Irlanda y, por supuesto, su queridísima España, su segunda patria. De hecho, aterrizó ayer en la capital hispalense recién llegado de París, después de actuar el pasado fin de semana en la siempre recordada Sala Bataclán.

Andrés Calamaro: «Sevilla es la capital de la cultura de europa y del mundo»

«Venimos de París, la ciudad de la luz, y de allí a Sevilla, capital de la cultura europea y del mundo, que sigue más vigente que nunca gracias a Morante de la Puebla, que ha abierto recientemente la Puerta Grande de Madrid. Yo creo que haber visitado las dos ciudades en una misma semana es un lujo para nosotros como personas y artistas» expresó Andrés.

Calamaro propuso un show tan sobrio de artificios como ebrio de talento. Un setlist de auténtico lujo, acaso el mejor de sus últimas gira –con un repertorio sustentado principalmente en el citado 'Honestidad Brutal', 'Alta Suciedad', 'El Salmón' y los hits de su época como líder de Los Rodríguez– al que ha dado una nueva vuelta de tuerca para esta gira y que viste más elegantes si cabe gracias a la aportación principalmente de una brillante sección de viento compuesta por un saxo tenor y una trompeta y a la incorporación de un nuevo guitarrista llamado Brian Figueroa. Los ya clásicos Germán Wiedemer (teclado), Julián Kanevsky (guitarra) y Mariano Domínguez (bajo), junto a Andrés Litwin (batería), completaron un septeto de muchos quilates sobre el escenario.

No faltaron himnos ecuménicos como 'Crímenes perfectos', 'Estadio Azteca' o 'Paloma'

Así, sonaron con muy buen gusto clásicos como 'El día de la mujer mundial', 'Los aviones', 'Crímenes perfectos', 'Paloma' (cantada a capela por un público completamente entregado), 'Estadio Azteca', 'Flaca' o las aclamadas de la etapa 'Rodríguez' 'A los ojos', 'Para no olvidar' y 'Sin documento'. Aunque donde más lució la banda fue sin duda en una potentísima interpretación de'Alta Suciedad' y la vibrante 'Los chicos', con sus tintes animadísimos de himno de hinchas futboleros.

Por supuesto, no faltaron los guiños de Calamaro a la tauromaquia, siempre consecuente a sus gustos, pese a quien le pese, hasta el punto de haberse convertido en uno de los abanderados de la contracultura. Porque Andrelo no pretende gustar y no está dispuesto a callarse para meter a más gente en un auditorio, se gusta en el ruedo como los toreros de arte, única manera de lograr la transmisión que el bonaerense consigue sobre el escenario.

Se despidió toreando a la verónica mientras sonaban

Apareció en el escenario saludando al respetable montera (gorra) en mano y se despidió, tras abrochar de manera apoteósica con 'El Salmón', entre voluntariosos lances a la verónica con el capote que le acompaña durante toda la gira mientras sonaba por megafonía 'Nerva', el popular pasodoble taurino que hiciese famoso Manolo Vázquez en su histórica despedida de los ruedos hace cuatro décadas en la Maestranza.

Pero su amor declarado por el arte de Cúchares y todas las polémicas y detractores que le han generado no deben opacar el verdadero sino de Calamaro, rockero de altos vuelos después de todo y antes que nada.

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