la suerte contraria
Un error tras otro
No se entiende que Ayuso se eche en brazos de discursos marginales como el de Milei, tan opuestos a lo liberal y a la derecha española
Viva Felipe VI
La singularidad de no ser catalán
Asistimos a la agonía de un tiempo que se va. Los relatos van cayéndose como esas fichas de dominó que, al final, muestran la forma de una calavera. La izquierda europea abandonó su relato renunciado al socialismo, entregándose al capitalismo y centrando su discurso en ... asuntos postmaterialistas, que si los escuchara Stalin los enviaba al Gulag por traidores y por cursis, que es peor. La izquierda abraza el capitalismo porque no hay alternativa dentro de la democracia y la libertad. Pero, como es sabido, el capitalismo genera desigualdades que dejan a parte de la población fuera del sistema. Ahí es donde entra el estado del bienestar con sus medidas correctoras y una redistribución de rentas que, huyendo del asistencialismo, garantice derechos. Más que nada porque la gente que ve cómo sus hijos enferman sin poder acceder a un médico tiende a cortarte la cabeza y con razón. Ese es el gran pacto de posguerra, el matrimonio entre capitalismo y derechos sociales que, por cierto, es la forma en la que la derecha ha conseguido imponerse. No habrá revolución. Hemos ganado.
El problema es que parte de la derecha aún no se ha enterado de eso y se ve tentada a acabar con su propio relato. En lugar de celebrar su victoria, intenta destruirla pensando que, en realidad, es la obra de sus enemigos. Así que la derecha liberal-conservadora nos hemos quedado solos defendiendo un espacio frente a tuiteros rojipardos, neofalangistas, reaccionarios y ahora también frente a una panda de anarcocapitalistas más cercanos a Buenaventura Durruti que a la derecha. Cabe recordar que no hay nada más incompatible con el capitalismo que el libre mercado. El capitalismo necesita de regulación, de un Estado que administre justicia y que mantenga el monopolio de la violencia. Por más que queramos recortar gastos innecesarios y hacer un Estado más pequeño, necesitamos que el Estado sea fuerte. Sin él no hay capitalismo sino selva. Y ahí llega el concepto de justicia social, que es obra del catolicismo y no de la izquierda. Y resulta que en España todos queremos sanidad, educación, pensiones, Ejército, Policía, carreteras, camiones de la basura y Museo del Prado. Nadie lo cuestiona, el consenso es total. Por eso no se entiende que Ayuso se eche en brazos de discursos marginales como el de Milei, tan opuestos a lo liberal y a la derecha española, solo para agradar a una nueva derecha barriobajera, revolucionaria y acomplejada.
El error es histórico. No se puede sacar pecho por el hecho de que Madrid tenga la mejor sanidad pública de España si a la vez das alas a discursos que defienden que se acabe con ella. Y el problema ya no es que España no sepa cuál es el discurso del PP, sino que ni siquiera el PP lo sabe. Yo pensaba que la alternativa a Sánchez debe cumplir la Constitución del 78, pero, visto lo visto, me temo que acabará siendo el anarcocapitalismo de Milei o el nacionalismo reaccionario de Meloni, Le Pen y Vox. Si se confirma, esperen sentados el final de Sánchez. No llegará.
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