Por encima de todo, un podio era el premio, el tercero mundial consecutivo. El bronce, como motivación para una selección española que lo dio todo en las semifinales por revalidar el título de campeona. Pero costó mucho encontrar ese balonmano que atesora España y que envidia el mundo entero. Ni la renta de cuatro tantos ni la prórroga dieron el aire suficiente a los de Manolo Cadenas, que ceden su puesto en el propio mundial ante Polonia (28-29). [Así hemos narrado el partido]
Costó despertar de la pesadilla francesa, de ese Omeyer infranqueable que volvió a frenar los sueños de oro de España. Costó salir a la pista contra Polonia en la lucha por el bronce. El cansancio azotó las piernas de Aginagalde y Cañellas, en los brazos de Viran Morros, en las ideas del grupo. Y encima, Slawomir Szmal detuvo los intentos iniciales, débiles en su ejecución. Así, Polonia encontró un equipo de mantequilla al que le hizo un parcial de 3-0, que perdió hasta cuatro balones en los primeros minutos y no encontró el primer tanto hasta el minuto 7. Antonio García hizo el segundo en el nueve. Y el marcador ya reflejaba un 6-2 muy indicativo de que España no había salido de la siesta.
Un tímido despertar apareció en los pies de Gonzalo Pérez de Vargas, que detuvo un penalti aunque no pudo hacer nada con el rechace. Pero fue un avance. Otras dos buenas labores defensivas provocaron dos buenos contragolpes para reducir las distancias. España se desperezaba con Antonio García, con Víctor Tomás, con Pérez de Vargas hasta que se llegó al empate a los 23 minutos. No se supo ni se pudo desequilibrar la balanza a favor y al descanso, el marcador reflejó empate a 13. Todo por decidir, pero con la selección más entonada que en los primeros minutos.
Decidió despertar Julen Aginagalde, eufórico con el gol número 14 que ponía a España por delante en el marcador por primera vez en el partido. El calvario no terminó allí, pero se llevó mucho mejor. La falta de fluidez defensiva y ofensiva obligó a mantener la concentración con una Polonia que también hacía sus deberes y que se hizo con todos los rebotes. Al menos, el rugido de Víctor Tomás al anotar dos goles consecutivos reflejó un cambio de actitud, una salida de la penitencia, un desgarro en el marcador con el que por fin se inició el despegue.
La defensa encendió los motores y el ataque por fin cogió velocidad hasta ganar de cuatro tantos. El bronce ya se acariciaba. Pero el viento a favor volvió a traer el letargo. Fue una de las debilidades españolas que subrayaba Manolo Cadenas en la fase de grupos: no se conseguía cerrar el resultado y se sufría más de la cuenta. Polonia lo supo y apretó en los últimos minutos hasta ponerse con un gol de distancia. Maqueda envió la tranquilidad por encima del larguero y Sziba hizo que el bronce se difuminara en el último segundo. Al final del partido, como al descanso, todo por decidir en la prórroga.
El tiempo añadido no mostró ninguna diferencia, ni en el marcador ni en las sensaciones. Atascada en ataque, España tuvo que hacer doble esfuerzo atrás, y los brazos estaban exhaustos. A falta de un minuto, Polonia se puso por delante y hubo que jugárselo al último lanzamiento, a espíritu de los cuartos contra Dinamarca. Pero no hubo fe ni energía. España se apea del podio mundial y cede su sitio a Polonia.
