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prostitución en marconi

Diez mafias se reparten el negocio tras la muerte del capo Dorel por sobredosis

Los mandamases rumanos Beku y Arturo se enfrentan por el «impuesto revolucionario» a los «chulos» del polígono

Diez mafias se reparten el negocio tras la muerte del capo Dorel por sobredosis de san bernardo

carlos hidalgo

Se llamaba Dorel Inocentiu Hanea y apenas llegó a los 41 años. Tras casi tres lustros sembrando el pánico entre las cincuenta prostitutas que controlaba con mano férrea en el polígono Marconi, la muerte le llegó el pasado enero en forma de sobredosis . Ocurrió en México, donde pasaba días y noches de farra, esnifando y fumando. Adicto a los anabolizantes y al lujo (conducía un Mercedes de 100.000 euros), sí que se dejaba ver, curiosamente, por «outlets» como Las Rozas Village, donde fue vigilado por la Policía esperando cola en el probador. Ahora, una decena de proxenetas de menor envergadura se reparten el negocio en la zona industrial de Villaverde... No sin antes pasar por la caja de los dos principales mafiosos del Este, a modo de «impuesto revolucionario».

Dorel, como todos le conocían en el mundo del hampa, era el lugarteniente de Ioan Clamparu, alias «Cabeza de Cerdo» , el mayor proxeneta de Europa. Cuando «El Padrino» ingresó en prisión, para cumplir una condena de 30 años, puso a su segundo al frente del imperio de Marconi. Una condena, por cierto, que está solventando en Rumanía, después de haber sido extraditado a su país mediante un acuerdo con las autoridades españolas.

En las calles de Villaverde, Hanea tenía que repartirse la tarta con Marian Tudorache, «Beku», el otro gran esclavizador de chicas rumanas . La guerra entre ellos no tenía cuartel y Dorel acabó entre rejas tras una brutal paliza a un desertor que se pasó a las filas del enemigo.

Un juguete bomba en Parla

Entonces entró en escena Georghe Danut, «Arturo», destinado a mantener el negocio en el polígono y no dejarse pisar por «Beku». Él fue quien acató la orden de tatuar a las chicas en los brazos un código de barras con la deuda que habían contraído con la mafia. Pero Dorel salió de la cárcel y volvió a tomar las riendas, en nombre de «Cabeza de Cerdo».

Y las agresiones entre los dos bandos antagonistas llegaron a cotas inéditas en Madrid, con la colocación de una bomba en un coche de juguete para acabar con la vida de «Beku», que resultó ileso. Ocurrió en Parla, en noviembre pasado. A raíz de aquello, Dorel puso tierra de por medio y se marchó a México. Hasta que los excesos le pasaron factura en forma de prematura muerte. La Policía española se enteró de lo ocurrido cuando vio las fotos del funeral de Dorel, de cuerpo presente y con el ataúd abierto, colgadas en Facebook por su propia familia.

Con el capo a tres metros bajo el suelo, el negocio necesitaba otro jefe. Primero se pensó en Marius Cracium, pero fue detenido por la Sección de Europa del Este de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) Central antes de asentarse en el territorio. Así que es «Arturo» el que lleva de nuevo las riendas, con la guerra fría de nuevo abierta con «Beku» y sus hombres.

Un total de cincuenta mujeres son las que están esclavizadas en Marconi

Entre ambas facciones se reparten las calles, las glorietas y parte de las mujeres. Un total de cincuenta son las que están esclavizadas en Marconi y el polígono aledaño, conocido como el del Gato. Alrededor de una decena de proxenetas o mafias someten a las féminas , previo pago de la «tasa» correspondiente a «Arturo» y «Beku» por el alquiler de sus esquinas.

El origen de las chicas y sus «chulos» determina el «modus operandi» de estas mafias. En el caso de las rumanas, son mucho más brutales. Para someter a las chiquillas, sus cancerberos son capaces de arrancarles los pezones , darles palizas con correas o a puñetazos y patadas limpias. Como si fueran animales. Muchos de los proxenetas utilizan la técnica del denominado «lover boy»: las enamoran y, aprovechando esta circunstancia, las obligan a hacer la calle, explican las distintas fuentes policiales consultadas por este periódico. «Les dan un bocata, un refresco y un paquete de tabaco y las tienen catorce o quince horas en una esquina de Marconi», como si fuesen mercancía, y no personas, añaden nuestros informantes.

Les quitan todo el dinero que ganan y s ólo les dan 20 o 30 euros al mes para que se los manden a sus padres a Rumanía, y que estos, así, no hagan más preguntas.

Las otras mafias son las que trafican con nigerianas. En este caso, son sometidas con ritos de vudú , en los que creen ciegamente. Con cabellos, uñas y vello púbico de las chicas, realizan sortilegios en los que la amenaza verbal sirve para surtir efecto.

Un experto policial lo resume a la perfección: «Son cheques al portador». La esclavitud más primaria en pleno siglo XXI, en el corazón de España.

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