TRANSPORTES
El conflicto de Alsa: Un mes de huelga de autobuses y 26.000 rehenes en Madrid
La huelga de ALSA empezó el 5 de marzo. Mientras llegua el acuerdo, el único medio de transporte público de la Sierra Norte pone en peligro los viajes de los usuarios

El conflicto de Alsa: Un mes de huelga de autobuses y 26.000 rehenes en Madrid
La autovía de Burgos (A1) es una arteria de dos carriles que une Madrid con el Norte de España. Serpentea perezosamente a través de los polígonos industriales y los edificios relucientes de la periferia y antes de llegar a Segovia, atraviesa las suaves llanuras en las que crecen bolas de granito del tamaño de casas.
Para las 26.000 personas que viven en alguno de los 42 municipios de la Sierra Norte –la Pobre– la autovía de Burgos es el único modo de llegar a la capital. El automóvil es la mejor opción si el sueldo lo permite, pues no hay trenes, no hay metro, tan solo un puñado de líneas de autobuses interurbanos de la compañía ALSA . Estos mastodontes verdes se mueven despacio y suspiran en cada parada con la larga frenada. Llevan a los chicos al instituto, a los trabajadores a su trabajo y a los jubilados al hospital. Un día tras otro.
Pero desde el 5 de marzo, la huelga indefinida de autobuses dificulta que los viajeros lleguen a su destino, tanto en la Sierra Norte como en algunas líneas interurbanas del Corredor del Henares. Se forman largas colas, se acumulan los retrasos y los pasajeros tienen que viajar de pie porque se llenan los asientos. Los menos afortunados se quedan fuera del autobús y tienen que esperar hasta tres horas al próximo, por muy larga que haya sido su jornada. Y aún puede ser peor. Algunas personas han resultado heridas después de que supuestos piquetes lanzaran objetos contra los cristales en varias ocasiones. Y ha habido más incidentes para acabar con los servicios mínimos aparte de las lunas rotas: ruedas pinchadas, retrasos intencionados y basura desperdigada sobre los asientos.
Un mes de huelga, ¿por qué?
¿Cuál es el motivo de que la huelga se haya prolongado casi un mes? Básicamente, la supresión o modificación del «tome y deje», una práctica por la cual los conductores cumplen su jornada de 8 horas y emplean una o dos horas más para tareas de mantenimiento y seguridad del autobús. El objeto de este «tome y deje» es darle tiempo al conductor para que supervise el estado del vehículo y se encargue de las tareas de mantenimiento y seguridad de un automóvil que puede transportar más de 100 personas. Se comprueban los extintores, la presión de las ruedas, se hace el repostaje, se comprueba el nivel del aceite, etc.
Como dejan de realizar esa tarea y de trabajar esas horas, su sueldo disminuye entre 150 a 300 euros. Normalmente, su salario oscila entre los 1400 a los 3000 euros, aunque suele estar cerca de los 2000. Pero solo 420, de los más de 5000 trabajadores de ALSA están en huelga, y por eso solo hay algunas líneas afectadas. Y la razón es que solo los trabajadores de Nex Continental Holding, contaban con el «privilegio» del «tome y deje».
Las líneas interurbanas de la Sierra Norte estaban cubiertas por Continental Auto. Cuando National Express compró la empresa en 2007 y adquirió la concesión de la línea, contrató a los trabajadores de Continental y se comprometió a mantener sus condiciones laborales. Entre ellas figuraba el «tome y deje», una práctica que fue ratificada por una sentencia del Tribunal Superior de Madrid el 20 de junio de 1993.
«Llamé al consorcio y les pedí que me devolvieran el dinero, y la telefonista se rió»Según Miguel Ángel Patiño, delegado de UGT en Nex Continental Holding, «no nos negamos a una bajada del salario, pero no en esa cantidad». Recuerda que, para evitar que despidieran a 15 de los 420 conductores de Nex Continental, los trabajadores acordaron una congelación salarial de tres años y la disminuición del total de horas trabajadas en una semana al año. Señala una forma de acelerar el fin de la huelga: la presión ejercida por los ciudadanos a través de las reclamaciones para que el Consorcio de Transportes arbitre.
Un conductor con más de 30 años de experiencia que prefiere mantener el anonimato reconoce que «algunos de mis compañeros han roto lunas de autobuses». Explica que si una se rompe, el coche debe detenerse y los viajeros deben pasar a otro vehículo. También reconoce que algunos conductores circulan más despacio adrede para que los viajeros lleguen con retraso a pesar de los servicios mínimos.
Y se pregunta: «¿qué pasa con la seguridad, si van 50 viajeros de pie? ¿para qué sirve llevar cinturones en los asientos? ¿Qué pasa si doy un frenazo en la carretera?». Señala que los autobuses interurbanos circulan por carretera y autovías y pueden ir hasta a 90 kilómetros a la hora con gente de pie. «Si la Guardia Civil te para con gente de pie, te dice que continúes, no es ilegal». Y concluye: «Ni los viajeros ni los trabajadores van ha conseguir nada. Solo el Consorcio de Transportes pueden conseguir que haya un acuerdo».
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