El campo francés considera que el Gobierno se ríe de sus demandas
El primer ministro galo, Gabriel Attal, promete mejorar el poder adquisitivo de unos agricultores que amenazan con endurecer su cerco a París
Las promesas de Macron no apaciguan la cólera de los agricultores franceses

La cacofonía de declaraciones contradictorias de Emmanuel Macron, desde Suecia; de Gabriel Attal, su primer ministro, ante la Asamblea Nacional (la primera Cámara del Parlamento), y de varios ministros a través de los medios de comunicación, cayeron en la tarde-noche de ayer como ... ráfagas de agua fría sobre las esperanzas y peticiones de los agricultores franceses.
Desde Estocolmo, donde se encontraba en visita de Estado, del presidente declaró: «La agricultura francesa ha mejorado durante mi presidencia. Y es injusto culpar a Europa de algunos problemas». Declaración «ofensiva», para Jean-Claude Mingaut, agricultor en la región parisina, que lo escuchó en una cadena de información permanente: «Este hombre se ríe de nosotros».
Marc Fesneau, ministro de Agricultura, había anunciado el lunes: «El Gobierno anunciará medidas concretas en las próximas veinticuatro horas». Un día después, Gabriel Attal, primer ministro, pronunció su esperado discurso de política nacional, de hora y media de duración, con veinte minutos cortos consagrados a la crisis del campo. En un tono patriótico y ultranacionalista, Attal presentó un programa global de gobierno, con proposiciones muy modestas para responder a la cólera campesina.
En el terreno de los grandes principios destinados a «restaurar la soberanía agrícola nacional», el primer ministro declaró: «Nuestra agricultura es nuestro orgullo y uno de los principios fundamentales de nuestra identidad, como el valor del trabajo, el esfuerzo y la iniciativa privada». Cuestiones de principio bastante ecuménicas, que no responden a las demandas concretas de los sindicatos: frenar el libre cambio y los acuerdos multilaterales, y controlar mejor a las grandes empresas de la distribución que imponen unos precios leoninos.
Attal presentó como «gran medida» esta decisión: «De aquí al 15 de marzo, todas las ayudas de la Política Agraria Común (PAC) irán directamente a las cuentas bancarias de los agricultores, para mejorar su tesorería con rapidez». Decisión administrativa que pretende responder la petición más urgente de todos los sindicatos: «Mejorar el poder adquisitivo del campo».
Reacciones negativas
En el terreno de las medidas inmediatas, Attal anunció un plan de ayuda para el sector vitícola, en la región de Occitania, en particular. Medida apreciada y valorada, pero harto insuficiente ante las llamaradas de la crisis agraria, que tiene muchos otros frentes de precariedad e incertidumbre.
Las primeras reacciones, ante esos anuncios, eran bastante negativas. En París y su región, los piquetes y caravanas de tractores continuaban perturbando el tráfico considerablemente en ocho grandes puntos de bloqueo en las autopistas que rodean la capital. Durante todo el día, las caravanas de tractores y los blindados de los antidisturbios estuvieron jugando al ratón y gato en los alrededores del mercado de abastos de Rungis, al sur de París. No se cortaron los abastecimientos. Pero se retrasaron considerablemente en varios sectores sensibles. Esa misma táctica de perturbar el tráfico también afectó a grandes ciudades como Toulouse, Burdeos, Lyon o Estrasburgo, entre las más importantes de Francia. La crisis puede prolongarse.
Ante la cólera y angustia de los agricultores más modestos, la dirección de los grandes sindicatos, Fédération nationale des syndicats d'exploitants agricoles (FNSEA), Jeunes Agriculteurs (JA), Confédération paysanne (CA) y la Coordination rurale (CR), intentan «moderar» y «dirigir» el movimiento.
Jean-Charles Chanquoi, un joven agricultor que ha participado en el bloqueo de París, resume la situación con mucha tristeza: «Te llega al alma ver a la buena gente del campo pidiendo justicia, ingresos que no sean de miseria. La agricultura francesa no ha muerto. Estamos aquí para defenderla. Pero mucho me temo que mañana, dentro de dos semanas, dentro de un mes, cuando me vea obligado a vender mis vacas tendré que hacerlo a bajo precio, por debajo de lo que me costaron, para sacar alguna calderilla y seguir tirando».
Los grandes sindicatos está relativamente divididos sobre el futuro de la crisis. FNSEA y JA apuestan por la «moderación». CA y CR apuestan por la «escalada», la prolongación del 'sitio' de la capital y las grandes ciudades, incluso de manera más dura.
Karine Le Marchand, animadora de radio y TV, muy popular, que milita a favor de los agricultores, analiza la situación de este modo: «El gobierno no ha tomado ninguna medida contra las grandes cadenas de la distribución, que tienen una culpa muy grande en la caída de los ingresos de los agricultores, pagando precios muy bajos, favoreciendo las importaciones más baratas».
Ecología popular
Tras el capítulo consagrado a la crisis agraria, Attal hizo muchos anuncios. Está previsto crear un Servicio nacional universal y un Servicio cívico ecológico. Quedan por conocer los detalles. Concede el primer ministro gran importancia a su defensa de una «ecología popular». Anunció la próxima regulación de la eutanasia, proyecto que pudiera alarmar a los votantes conservadores, comenzando por el electorado agrario. Un campesino francés se suicida cada dos o tres días. En el terreno siempre sensible de la ley y el orden, anunció la congelación de las cuentas bancarias de los traficantes de drogas. «¡No lo habían hecho hasta ahora!», comentaba lacónica una campesina, en su tractor, rumbo a Rungis.
En el terreno social, Attal deslizó la experimentación de la semana laboral de cuatro días en algunos ministerios. Y, como colofón, hizo esta confesión: «Las libertades progresan. Hoy, en Francia, se puede ser primer ministro asumiendo la homosexualidad». Confesión coreada con comentarios procaces en algunas caravanas de tractores.
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