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Supercomputación a la española

Un equipo de científicos españoles ha hecho posible que nuestro país sea el destino final de «Mare Nostrum», el segundo superordenador más potente del mundo, que estará a disposición de toda la comunidad científica

BARCELONA. Llevaban avisando desde 1995. Proclamaron sus intenciones a los cuatro vientos; anunciaron un plan minucioso; revelaron las fechas; las etapas; los planes... Dos años después, en 1997, comenzaron a desarrollar, con matemática precisión, un proyecto nacional en el que se implicaron los principales organismos del país, desde los Ministerios de Educación, Cultura y Ciencia a la Agencia de Desarrollo Espacial. En abril de 2002, según el plan previsto, Japón terminaba de fabricar el ordenador más potente jamás construido, un auténtico monstruo, desarrollado por la firma nipona NEC, que multiplicaba por siete la capacidad del hasta entonces primero de la lista, un superordenador con fines militares fabricado años antes por la norteamericana IBM.

Su nombre es «Earth Simulator» y su principal función es la de albergar en sus potentes bancos de memoria una réplica de nuestro planeta, una simulación en la que estudiar con el máximo detalle los fenómenos atmosféricos, el cambio climático y los procesos geológicos internos de la Tierra. «Earth Simulator» puede anticiparse a las épocas de sequía y lluvias torrenciales; predecir cambios climáticos para periodos de entre diez y cien años; calcular la variación de los ecosistemas; simular los ciclos de «El Niño»...

Meses antes de su inauguración, centenares de equipos científicos de todo el mundo hacían ya cola para tener la oportunidad de utilizar este gigante, cuya potencia de cálculo teórica (41 billones de operaciones matemáticas por segundo) sigue siendo superior a la suma de la que alcanzan los cinco ordenadores más potentes de EE.UU..

La noticia, como era de esperar, cayó como un mazazo en Estados Unidos, acostumbrada desde hace décadas a que nadie pusiera en entredicho su supremacía en el campo de la supercomputación. Para Jack Dongarra, de la Universidad de Tenessee y autor, desde 1993, de una prestigiosa lista en la que aparecen los 500 ordenadores más potentes del planeta (www.top500.org), nos encontramos en los comienzos de una auténtica «carrera tecnológica», capaz de rivalizar, en cuanto a empleo de medios económicos y recursos técnicos, con la mismísima carrera espacial que enfrentó en los años sesenta a la Unión Soviética con Estados Unidos. La cosa va absolutamente en serio. El título de «poseedor del ordenador más potente del mundo» representa, más allá de la pura anécdota, el nivel alcanzado en investigación y desarrollo tecnológico por el país que lo detenta. Y los norteamericanos estaban acostumbrados a que nadie discutiera su liderazgo en este campo.

El segundo, en España

Hoy, dos años después, los ordenadores destinados a devolver el primer puesto a los Estados Unidos ya están en los «hornos» de IBM. Uno de ellos, que seguramente llevará el nombre de «Mare Nostrum», estará en España, y tendrá una potencia de cálculo de 40 teraflops (40 billones de operaciones matemáticas por segundo), muy cercana a la del gigante japonés. El otro, un encargo de la Casa Blanca, se llama «Blue Gene» y operará, a partir de 2005, a la increíble velocidad de 100 teraflops, o lo que es lo mismo, cien billones de operaciones por segundo, casi tres veces más que «Earth Simulator».

En la generación de ambos superordenadores han participado un equipo de científicos españoles de la Universidad Politécnica de Barcelona. Liderado por el catedrático de arquitectura de ordenadores Mateo Valero, este grupo se encuentra en la élite de la supercomputación mundial, tanto en el campo de la arquitectura (el hardware) en el que el propio Valero es una autoridad internacional, como en el del software, cuyo principal exponente es Jesús Labarta, creador, por ejemplo, de las herramientas informáticas usadas por IBM para analizar el comportamiento y las prestaciones de «Blue Gene». Cabe señalar que, con 3.000 científicos -entre ellos cinco premios Nobel- en su plantilla, de la que no forma parte el equipo español, que no tienen relación laboral alguna con la compañía, IBM es una de las empresas del mundo que más presupuesto dedica a I+D. Una prueba son las más de 11.000 patentes que, sólo este año, ha presentado la firma de Cupertino.

Mejorar el superordenador

La existencia del grupo de investigación de la UPC, y la estrecha colaboración que desde hace años mantiene con la empresa norteamericana, ha sido sin duda el motivo principal de que «Mare Nostrum» vaya a instalarse en España y no en Alemania, Francia o Gran Bretaña, que pujaron por la máquina hasta el último momento. La presidenta de IBM, Amparo Moraleda, dijo a ABC que «necesitábamos un equipo científico de primera fila, capaz no sólo de manejar y tutelar la máquina, sino de llevar a cabo la investigación necesaria para mejorarla».

La relación del grupo de la UPC con el «gigante azul» comenzó en 1993, apenas dos años después de la creación, en el seno de la Universidad Politécnica, del Centro Europeo de Paralelismo de Barcelona (Cepba). En palabras de Mateo Valero, «esa colaboración fue reforzándose con los años, hasta que en 2000 nació CIRI (Cepba-IBM Research Institute). Desde ese momento y hasta el día de hoy, IBM nos ha ido proporcionando máquinas y nos ha permitido asociarnos con ella para numerosos proyectos de investigación».

La tecnología necesaria para la construcción del superordenador español no es, para Valero, «algo que pueda improvisarse», sino el fruto de «años de trabajo y estudio». El resultado no sólo es el segundo superordenador más potente del mundo, «sino el primero destinado a propósito general», es decir, que a diferencia de sus competidores, puede utilizarse en cualquier campo de la Ciencia, desde la Biología a la Astrofísica o el diseño industrial, y no sólo en un único tipo de tarea. «La configuración modular de la máquina -explica Valero- hace posible que, además, sólo ocupe 120 metros cuadrados, frente alos 3.500 de «Earth Simulator» y que, además, su consumo energético sea mucho menor». Todo un orgullo para la supercomputación en general, y la ciencia española en particular.

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