No resultan verosímiles
QUIENES, 11-M por medio, ocupan hoy el Gobierno de España suelen hablarle a la ciudadanía enfáticamente, sin manifestar una sola duda y con el brío de quien sabe lo que dice. Sin embargo no resultan convincentes. Mucho talante en fuga y muchísima arrogancia contenida, pero muy poca chicha. En las ocasiones difíciles, como en la todavía caliente de los incidentes afganos, no me atrevería yo a decir que mienten y, sin embargo, no resultan verosímiles.
Después de repasar los dolorosos detalles de una situación que se ha llevado por delante las vidas de diecisiete militares españoles, desde las razones que -en tiempos felipistas- determinaron la elección del helicóptero francés «Cougar», en deprecio del más seguro y adecuado «Black Hawk» norteamericano, hasta los detalles que, no de un modo lineal, nos ha ofrecido el ministro de Defensa sobre las condiciones del suceso seguimos sin tener, en una u otra direcciones, más que hipótesis, sospechas aproximadas en más o en menos a la simpatía política que nos producen los personajes.
Es tan escaso el rigor que resulta capaz de transmitir el actual equipo Ejecutivo que ni tan siquiera tenemos claras las razones que mantienen, reforzados en los últimos meses, efectivos militares en Afganistán. Tras ganar unas elecciones, en el caldo del dolor terrorista, sin más sustancia que la oposición gesticulante a la participación española en la guerra de Irak, ¿qué puede determinar que, en alarde de sutileza, José Luis Rodríguez Zapatero pueda llegar al matiz diferencial sobre la inconveniencia de que nuestros soldados puedan ser abatidos en Irak y la procedencia de que caigan en Afganistán?
No llego a las sospechas del portavoz del PP en la Comisión de Defensa del Congreso, Arsenio Fernández Mesa, que ha llegado a decir que nuestros soldados participan en Afganistán «en misiones de guerra» y que sus condiciones y riesgos son distintos a los expuestos por Zapatero en el pleno del Congreso; pero tengo suficiente para mi tribulación ciudadana con la argumentación fofa, inconsistente, de que hacen gala el presidente y su titular de Defensa.
¿No será este el momento de que algún mando significativo en la estructura militar explicara, técnica y reglamentariamente, cuál es el riesgo a que nos sometemos, la suficiencia o inadecuación de los medios materiales y humanos transportados y las perspectivas verdaderas de esta supuesta «misión de paz»? Por otra parte se supone que el portavoz del PP, no hablará a humo de pajas porque, por el momento, su precisión y verosimilitud es pareja a la de sus colegas socialistas. Cuando los hechos permanecen inescrutables, en la ciudadanía aflora el distanciamiento. El problema no es que hayan muerto diecisiete soldados, es que no sabemos ni cómo ni por qué ni para qué.
M. MARTÍN FERRAND
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