Lázaro resucitó el temple

Se acercaba la gente a la Monumental para presenciar la novillada «del hombre del tiempo», que así la bautizaron en los aledaños de la plaza. Luego, el programa de mano desveló que la divisa de Montes de Oca no era propiedad del meteorólogo, sino de un tal José Luis Sánchez y Sánchez que tomaba antigüedad. El ganadero lidió un encierro que, pese a no ser ni mucho menos un dechado de casta, resultó manejable y contó con varios ejemplares aptos para el lucimiento, a excepción del manso primero y el flojo sexto.
Transcurría la tarde envuelta en los deseos por agradar de Sergio del Valle y Miguelín Murillo hasta que el debutante José María Lázaro ofreció su templada muleta a «Sabihondo», un novillo con mayor transmisión que sus hermanos, pero con el defecto de un molesto cabeceo. Poco le importó a Lázaro, que durante diez minutos resucitó el temple y resucitó la pasión de la afición venteña, entregada también a su estupenda faena. El madrileño, que evidenció más oficio que sus compañeros de terna, tuvo el mérito de lograr que su rival no le enganchase la pañosa, a pesar de su rebrincada embestida. Prologó con unos ovacionados doblones para, luego, ejecutar tres rondas diestras con sabor, dando siempre el toque preciso. Cambió a la zurda y dibujó una estimable serie al natural; la siguiente perdió el armónico ritmo. Abrochó con unos ayudados por bajo y rubricó la obra con una estocada hasta la empuñadura. Paseó una merecida oreja. Soñaba ya con la Puerta Grande cuando apareció el sardo sexto, pero no pudo redondear. Mermado de fuerzas y muy deslucido, no ofreció opciones para la brillantez y su actuación fue más desangelada.
Del Valle mostró una serenidad impropia de un torero que sumaba su segundo paseíllo de la temporada. Anduvo por encima del colorao que rompió plaza y esbozó muletazos más que estimables con el cuarto, con el que acabó metido entre los pitones. Palmas tras aviso y vuelta al ruedo fue su palmarés.
Murillo dejó escapar la oportunidad de triunfo con el mejor novillo del conjunto, el quinto, al que no supo extraer el jugo que portaba. Voluntarioso, el extremeño realizó dos labores de corte pueblerino y en banderillas se anotó un vibrante par por los adentros. Silencio y silencio tras aviso.
Al finalizar el paseíllo se guardó un minuto de silencio en memoria del periodista José Manuel Carril, jefe de prensa de Las Ventas durante quince años.
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