UN JEFE COMO DEBEN SER LOS JEFES
Cualquiera que haya trabajado con Lance sabe que no tiene fisuras. Conociéndole, no me extraña que superase un cáncer. Tiene una gran fuerza interior y nunca pierde el tiempo. Es directo y rotundo. Conviví con él tres años y siempre le he admirado más por su historia con la enfermedad que por sus éxitos deportivos. Para mí es un mito del deporte.
Lance es un jefe como deben ser los jefes. Él marca las pautas con claridad, se explica y de inmediato le entiendes, y nunca vi que le faltara al respeto a nadie. Él marca una raya que establece su liderazgo y todo el mundo sabe lo que hay que hacer. A pesar de la tensión de las carreras, no es violento en las órdenes. En realidad, da pocas. Todo estaba claro con él.
Siempre fue muy metódico para preparar el Tour de Francia. Él quiere ganar y no escatima un detalle para conseguirlo. Inspecciona todas las etapas, vigila la forma de los corredores que están seleccionados para el Tour y se preocupa por los asuntos personales de sus compañeros. A veces íbamos diez o doce ciclistas a ver los puertos cuando el Tour sólo lo corren nueve.
Disfruté de lo lindo cuando le vi flaquear en aquella subida al Joux Plane, en el Tour 2000, por un ataque mío. Ha sido la única vez que puedo decir que me sentí rival suyo, porque luego me fichó y lo del año pasado, mejor lo olvido.
Ya sé que de puertas hacia afuera tiene una imagen dura, de hombre difícil y arrogante, pero nada es lo que parece en la convivencia de un equipo. Es una persona agradable, que hace grupo y con la que puedes trabajar muy a gusto.
ROBERTO HERAS
Triple ganador de la Vuelta y tres
años en el equipo de Armstrong
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