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ABC Cultural

ASALTO A LA FAMA

Sostenía Noel Coward que la televisión es para aparecer en ella, no para mirarla, y esa consigna parece animar a la turbamulta de individuos e individuas empeñada en acceder a cualquier precio a la categoría de famosos televisivos, siempre que el concepto que se tenga de la fama sea el de aparecer en la pequeña pantalla por el motivo que sea o, mejor aún, sin motivo alguno: el motivo es salir. Vuelve a Madrid La Cubana, con las velas de la tarta de su vigésimo quinto aniversario encendidas, para presentar un divertido, multidisciplinar e inteligente montaje en el que, como se apunta en el programa de mano de la función, más que parodiar a la agreste fauna de personajes televisivos -algo redundante, pues suelen llevar ya incorporada de fábrica la parodia de sí mismos-, se satiriza a quienes ven (o vemos) esos programas que son tan criticados como vistos.

Como es costumbre de la casa, el espectáculo empieza en cuanto se traspasan las puertas del teatro, convertido para la ocasión en un plató televisivo. Se supone que cada espectador forma parte del público de un programa en directo especializado en la elección de famosos por un día y que, en virtud del contrato que le han dado a la entrada, «se compromete a hacer lo que sea para conseguir la fama», así que habrá de aplaudir cuando se lo indiquen y prestarse a las exigencias de un «casting». Hay un locuaz presentador y unos amenazadores índices de audiencia que se pulsan de cuando en cuando.

El brillante conjunto tiene el apresto y el talante de una gran revista, género desaparecido y del que la gente de La Cubana siempre ha sido tan tributaria: música, canciones, bailarines, coloridos plumeros, lentejuelas, actuaciones, la imprescindible escalinata y mucho humor de distinto calibre. Los actores cantan, bailan y se multiplican en los muy diversos personajes y situaciones que se asoman al escenario: la tenaz acordeonista, los tertulianos del corazón con su algarabía ininteligible, un ventrílocuo que conoció tiempos mejores, la famosa por nada, la niña repipi experta en el Gotha rosa con sus padres y demás familia adosados... Todos al asalto de la fama, o sea, de esa fama catódica tan valorada.

El público asiste a una descacharrante apoteosis de lo cutre con momentos memorables, entre ellos una encuesta hecha en el Rastro y aledaños a transeúntes comunes. «Mamá, quiero ser famoso» es un espectáculo cuidado al detalle y realizado con gran despliegue de medios, fresco, descarado, lleno de carga crítica que se sirve con desprejuicida ironía y con bastante y muy saludable mala uva. En fin, que si, como se asegura, el teatro es un espejo de la sociedad, la televisión no digamos.

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