Mano a mano literario para rendir homenaje a la generación de los años cincuenta
Almudena Grandes y Luis García Montero repasan en El Escorial la literatura de la postguerra a través de la vida y obras de Ana María Matute y Ángel González

Dos maestros y dos alumnos aventajados, cuatro escritores y una sala hasta la bandera en los dos «diálogos» que ayer protagonizaron los Cursos de Verano de El Escorial dentro del ciclo «Tiempo de respuestas». Ángel González, Ana María Matute, Luis García Montero y Almudena Grandes simbolizaron un homenaje «tardío» de los autores de los ochenta a la «marginada y despreciada» generación de mitad de siglo.
La historia y los versos no los escribieron ayer una pluma, sino dos en cada caso. Los más jóvenes, Montero y Grandes, hicieron de guías que iban trazando la historia de España y la vida y obras de los dos mayores. La idea era que fueran éstos los que hablaran. González y Matute lo hicieron. Recordaron tiempos pasados y contaron anécdotas para meterse en el bolsillo a un auditorio que reía con cada historia. Por un lado las del poeta cuando confundió un «Viva España» con «Viva Azaña» -estuvo a punto de costarle un disgusto- o cuando casi le fichan por homosexual porque contó a un policía que un amigo con el que estaba en un parque oscuro le había robado el reloj. También las de la escritora, que cuando Almudena Grandes le dijo que había sido muy guapa de joven, contestó que «quien lo diría».
La difícil postguerra
La Guerra Civil española y la infancia fueron los puntos de partida desde los que comenzó ayer cada «diálogo». A partir de ahí, cada protagonista describió una niñez distinta, pero ambas fundamentales para entender su obra. Ana María Matute recordó su juventud como «una mezcla de horror y de alegría tremenda». «Teníamos experiencias malas como ver la muerte por primera vez, pero también teníamos que hacer cola para comprar el pan, qué maravilla», asegura. Almudena Grandes dijo que «había sido una escritora mal leída» a la que se la relaciona siempre con los niños y afirmó que «éstos son personajes fundamentales en la mayoría de los escritores de la literatura universal». Ana María Matute no abandonó el tono de broma en ningún momento. «Me fastidia que me pregunten por los niños porque me encantan, pero tampoco todos», la contestó.
De forma muy diferente habla Ángel González de sus primeros años. En una familia republicana, con su padre muerto cuando tenía 18 meses y un hermano fusilado tras la guerra, el poeta recordó el momento en el que le dio la noticia del fallecimiento a su madre como «uno de los tragos más amargos» de su vida. Afirma que se acercó a la poesía cuando tenía 18 años porque estaba solo y «necesitaba libros que no se agotaran en una única lectura, por lo que la poesía era ideal». Así, comenzó con Neruda, Lorca, Alberti y «aprendiéndo de memoria la segunda antología de Juan Ramón Jiménez».
Tanto Ana María Matute como Ángel González recuerdan la postguerra como una época difícil, pero no les falta cierta nostalgia. Sus personajes, afirman, no son autobiográficos, pero tienen mucho de ellos. El poeta lo define así: «Hablas de un personaje para hablar de ti mismo. Ese personaje que no soy yo, se parece mucho a mí y tiene mis mismos problemas».
Sus trayectorias han sido muy diferentes para convertirse en referentes de una generación que, según Almudena Grandes, «padeció un desprecio que no se merecía y que tenía que ver con un complejo de inferioridad que nos hacía pensar que todo lo español era casposo». Ayer recibieron un homenaje que muchos de sus contemporáneos no han podido ver.
Cruce de elogios
Almudena Grandes destacó ayer «lo importante que fue para los escritores de los ochenta leer a los autores de los cincuenta» y dijo que Ana María Matute era una de las escritoras de las que «más había aprendido en el arte de escribir novelas». La réplica de su compañera de «diálogo» fue inmediata: «Tú eres una escritora realista, pero mágica».
Entre los poetas, tres cuartos de lo mismo. Luis García Montero destacó las «geniales paradojas» de Ángel González, como «su forma de decir más de lo que dice o su compromiso más allá de lo público hacia temas íntimos como el amor». En este sentido, describió su poesía como «paciente y llena de esperanza por algo que está por llegar». También recibió el andaluz su parte de alabanzas. Ángel González dijo de Montero que es «un espléndido poeta y una figura clave de su generación». Además, destacó «su esmero expresivo, su temática crítica y la originalidad de su voz».
Hoy, otros dos cara a cara. Clara Sánchez dialoga con Josefina Aldecoa y Javier Cercas con Juan Marsé para volver a homenajear a una generación.
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