Un clásico de lo grotesco
Hay que cogerle el paso, igual que a aquellos Monty Phyton de «La vida de Brian», cuando presentaban a la madre de Brian con barba de trampero. La historia es una tragicomedia familiar alrededor de la muerte de la abuela; pero la abuela, que es un actor llamado Antonio Gasalla, está jugando con su alzheimer a un centenar de metros... Y una vez cogido el paso, no hay que pestañear (cada fotograma es un fragor) y aguzar bien el oído para no perderse ni una lasca de los diálogos, que están impregnados de jugos sarcásticos, como los que suelta el personaje de China Zorrilla, que marearían al propio Richelieu.
«Esperando la carroza» tiene su origen en la pieza teatral de Jacobo Langsner, quien colaboró en el guión con Alejandro Doria, el director. Entre ambos y con una docena de actores soberbios en el difícil arte de lo grotesco, se cierne sobre el espectador descuidado esta corrosiva fábula familiar en la que hermanos y cuñadas se disputan los despojos de sí mismos entre frases apabullantes y actos irrisorios y caricaturescos. La radiografía que se ve al trasluz de la historia es espeluznante, graciosa y espeluznante: ¡la familia, que gran molde para verter líquidos avinagrados!
Los actores tienen todos el empaque teatral, aunque a algunos los conozcamos mucho del cine, como a Brandoni, o a unos jovencísimos Darío Grandinetti y Andrea Tenuta («Tiovivo» y, pronto, «Ninette»).
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete