Dónde comer en Carmona: bares y restaurantes para saborear el municipio

Carmona no solo guarda vestigios romanos, árabes y cristianos, también conserva recetas que son testimonio vivo de su historia. De las huertas y olivares de su entorno nacen platos de raíz andaluza, como las papas en amarillo, las espinacas con garbanzos o la boronía, ese guiso de berenjenas, calabacines y garbanzos que remite directamente a su herencia árabe.

Su gastronomía se nutre de la tierra y del tiempo lento. Aquí los productos de temporada mandan, desde las tagarninasy los espárragos trigueros hasta la caza menor de la campiña. En cada esquina, una taberna invita a tapear al modo clásico, con platos que combinan sencillez y carácter: migas, aceitunas zorzaleñas en salmuera o el majado de comino, azafrán y pimentón que da identidad a muchas recetas locales.

Carmona también tiene su lado dulce. Nadie debería irse sin probar los dulces del Convento de Santa Clara, elaborados por las hermanas clarisas, o los anises y licores artesanos que se destilan en la zona desde hace generaciones.

La escena gastronómica de Carmona es tan diversa como su paisaje. Desde casas de comidas tradicionales hasta restaurantes con alma contemporánea, la ciudad ofrece una ruta para todos los paladares.

En esta guía reunimos las recomendaciones de nuestro editor Álvaro Salinero, una selección pensada para disfrutar de Carmona a bocados: su historia, su gente y esa forma de entender la cocina que solo se aprende con los años.

En la Ronda Norte de Carmona, Lolita Fusión se ha consolidado como uno de los restaurantes más innovadores de la localidad. Abierto en 2015 por Pablo García Román, José María Rueda y Moisés Puerto, el proyecto combina raíces locales y mirada contemporánea.

Formado en la Taberna del Alabardero y con experiencia junto a Martín Berasategui, Pablo propone una cocina que une tradición y vanguardia: ensaladilla de melva con espuma de curry y polvo de gambas, alcachofas a la parrilla con jamón y alioli templado, o su risotto de carrillera ibérica y queso viejo son solo algunas de las combinaciones que definen su estilo

Con un ambiente minimalista y una carta que cambia cada temporada, Lolita Fusión representa la nueva generación gastronómica de Carmona: respeto por el producto, técnica cuidada y una creatividad que mantiene el alma andaluza en cada plato.

Instalado en un molino del siglo XV a un paso del Parador, El Molino de la Romera es una referencia local donde Luis y Rosa Gavira firman una cocina de raíz andaluza apoyada en brasa de encina y horno de leña. La carta combina despensa cercana y técnicas tradicionales con guiños actuales: jamón 100% bellota y quesos payoyo/merina para arrancar; croquetas de ternera al horno de leña o de merluza y gambas; ensaladilla de langostinos al ajillo; raviolis crujientes de cola de toro y alcachofa flor con jamón sobre salmorejo de aguacate.

Del mar, tarantelo de atún de almadraba y bacalao sobre roteña; de la huerta, tomate asurcado con tronco de atún y pimientos asados. En carnes, carrillera ibérica, presa a la brasa, chuletitas de lechal, lomo bajo madurado y asados de cochinillo o paletilla de cordero.

Patios, sala histórica y una bodega con acento cercano completan una casa que resume Carmona: territorio, memoria y oficio.

Instalada en un antiguo molino de aceite, La Almazara de Carmona es uno de los restaurantes con más solera de la ciudad. Su catering llevaba años siendo conocido en la comarca, pero el restaurante vivió un nuevo impulso tras la llegada del chef Ismael Castro, sevillano con experiencia en La Isla, templo del producto en la capital.

Castro ha sabido adaptar su cocina al gusto local sin perder ambición. De su carta salen platos que reinterpretan la tradición carmonense con precisión y equilibrio: una croqueta de espinacas aliñadas con piñones, que recuerda al plato más emblemático de la ciudad; la alboronía que acompaña a un bacalao al vapor con yema curada; o la perdiz de caza guisada con faba asturiana.

El producto marca el ritmo del restaurante: rodaballo con risotto de berberechos y pesto, raviolis caseros de boletus con Idiazabal o las carnes vascas maduradas que llegan a diario desde el norte. Cocina sólida, de raíz clásica, pero con un toque contemporáneo que confirma a La Almazara como una parada obligatoria para comer bien en Carmona.

Clásico entre los clásicos, Casa Curro Montoya es mucho más que un restaurante: es una institución local. Fundado por Germán Montoya y su mujer Bernardina, el negocio lleva el nombre del abuelo del propietario, cantaor de flamenco, y mantiene ese espíritu andaluz, taurino y familiar que lo ha convertido en el auténtico «club social de Carmona».

Aquí se viene a comer bien y a conversar. En su terraza o en el comedor de la entreplanta —con apenas ocho mesas—, Germán despliega una cocina directa, basada en producto fresco y de temporada, sin artificios: «Yo no soy un cocinero de escuela, soy preparador de cosas», dice entre risas.

Su carta es amplia y cambiante, con una pizarra de sugerencias que rota constantemente. Entre sus imprescindibles: la ensaladilla de chocos y langostinos, las setas con foie y huevo frito, los níscalos salteados con chorizo y huevo o la ensalada templada de alcachofas con parmesano y jamón.

Fundado a mediados de los 80 en lo que antaño fue una bodega de vinos, Mingalario conserva intacto el encanto del Carmona clásico. Su barra, decorada con barriles, jamones al corte y fotografías antiguas, resume su espíritu: autenticidad, cercanía y producto andaluz de toda la vida.

A pocos pasos de la iglesia del Divino Salvador, este restaurante familiar combina el ambiente de taberna con un comedor acogedor y una terraza animada donde se puede tapear o comer por raciones. Su carta, amplia y honesta, incluye chacinas de calidad, carnes y pescados, además de algunos bocados que son ya emblemas locales.

Imprescindibles el montadito de pringá, el cochinillo confitado y el bacalao a la naranja, tres recetas que resumen la esencia de Mingalario: cocina sencilla pero bien hecha, con el sabor de siempre y el alma de Carmona.

En pleno corazón de Carmona, La Yedra es uno de esos restaurantes que conquistan por su personalidad. Fundado en 2005 por Mónica Rodríguez Ortiz, el local ocupa unas antiguas dependencias de servicio de una casa señorial del siglo XVIII, transformadas con mimo en un espacio íntimo y lleno de carácter. Su nombre, tomado de la planta que cubre su patio, es toda una declaración de intenciones: tradición, frescura y arraigo.

El restaurante cuenta con varios salones blancos y un patio presidido por un limonero centenario, perfecto para comidas tranquilas o cenas románticas. En lo gastronómico, La Yedra apuesta por una cocina mediterránea con toques internacionales, donde el producto de cercanía marca la pauta. La carta, breve y cuidada, se renueva con frecuencia y se completa con postres caseros y una bodega seleccionada con mimo para acompañar cada plato.

Una dirección imprescindible para quienes buscan sabor, elegancia y autenticidad en el centro de Carmona. Conviene reservar: aquí, cada mesa se saborea sin prisa.

Fundada en 1956 por José María González, quien pasó de empleado a propietario del antiguo despacho de vinos Bodegas Flores, esta taberna es hoy una institución en Carmona. Más de medio siglo después, son sus hijos quienes mantienen viva la esencia del local: un lugar donde el vino, la conversación y las tapas de siempre marcan el ritmo del día.

Ubicada junto al mercado de abastos, Bodega José María conserva el encanto de las tabernas andaluzas clásicas. Entre sus barriles firmados, cuadros de Semana Santa y mesas de madera, el ambiente invita a quedarse. En carta, vinos de Sanlúcar, Huelva y otras denominaciones acompañan una cocina tradicional que se disfruta a base de tapas y platos para compartir.

Imprescindibles el rabo de toro, las albóndigas caseras, las pavías de bacalao y, en temporada, los caracoles.