Spectator in barcino
La 'suerte' de los catalanes
Al fin y al cabo, y pensándolo bien, más valdrá ser catalán que millonario
Puigdemont (y Sánchez) nos sacan la lengua (19/8/2023)
Plataforma por la división (12/8/2023)
Los muros azul atlántico de la estación Eduardo VII en Lisboa los ilustran anotaciones de la Historia de Portugal. Historia con mayúscula, por la dimensión universal lusitana y su cohesión nacional. De los navegantes Magallanes, Vasco da Gama, Albuquerque, a los literatos Camoens, Eça ... de Queirós, Pessoa, Saramago. «Para nascer, Portugal i para morrer, o mundo», leo en la muralla de una rúa.
En la cafetería A Brasileira venden un precioso ejemplar en portugués-español del ‘Mensagem’ que Fernando Pessoa publicó en 1934. En un establecimiento se cualifica la sardina de oro nacional: expende latas-lingote como suvenir. Leemos en un expositor ‘Mar portugués’, poema de ‘Mensagem’. Cuánto de aquel mar salado que cruzaron los navegantes, escribe Pessoa, son lágrimas de Portugal: «¡Cuántas madres lloraron, cuántos hijos en vano rezaron! ¡Cuántas novias quedaron por casar para que fueras nuestra, oh mar!» ¿Valió la pena? se pregunta el poeta. «Todo vale la pena si el alma no es pequeña…»
Hacía veinte años que no visitaba Lisboa. La última vez, en 2002, invitado por el Ministerio de Cultura con otros periodistas para entrevistar a los escritores que representaban a Portugal como invitado de honor de Liber. Recuerdo una comida en la casa-museo de Pessoa, hoy habilitada para la era digital; o aquella tarde en el Instituto Camoens: el director aparta una cortina y aparece un planisferio. Le da al interruptor y se iluminan las delegaciones de la lengua portuguesa en el mundo. A continuación, activa otro interruptor que localiza las delegaciones del Instituto Cervantes: «¡Juntos seríamos invencibles!», proclama. Envidio su entusiasmo.
En el aeropuerto lisboeta veo caricaturas de Pessoa, Saramago, Maria Joao Pires, Amália Rodrigues, Manoel de Oliveira… He aquí una nación orgullosa de -toda- su cultura por encima de ideologías y territorios. Artículo 10 de la Constitución nacida de la Revolución de los Claveles de 1974, reafirmado en 2003 por la ley orgánica de los partidos políticos en su artículo 9: «No podrán constituirse partidos políticos que, por su designación o por sus objetivos programáticos tengan índole o ámbito regional». Que los únicos movimientos nacionalistas que armaron ruido en Madeira y las Azores se remonten a 1974-1976 no elimina las prevenciones del Estado portugués ante cualquier tentativa secesionista. En España, desde la Gloriosa de Prim, la I República y la Restauración borbónica, con la excepción de las dos dictaduras, se permitió, mal que bien, la expresión política de las regiones: federalismo, mancomunidades, hasta el Estado autonómico actual.
Al aterrizar en Barcelona retorna el rumor del avispero español. Sin ser tan taxativos en el jacobinismo de nuestros vecinos portugueses -y también franceses-, convengamos que conformar una mayoría gubernamental con el chantaje de las formaciones regionales, nacionalistas o separatistas no debiera ser de recibo. Para evitar tan bochornosa situación nacieron CDS y Ciudadanos, una vocación de partidos bisagra nacional que los españoles, y tal vez sus propios dirigentes, no supieron atender ni hacer entender. Y ahora estamos como estamos, a expensas de un fugado de la Justicia que ha decidido la presidencia del Congreso y, muy posiblemente, la investidura del Gobierno Sánchenstein desde un palacete de Waterloo tras calificar la negociación de subasta.
Los voceros sanchistas presuponen a Junts el mismo sentido de Estado que a Esquerra o Bildu cuando las tres formaciones existen precisamente para cargarse ese Estado que, según ellos, les reprime. Nos preguntamos qué tiene de «progresista» Junts, enésimo camuflaje de la antigua Convergencia abonada hoy al independentismo mágico.
Maltrechos por las derrotas en las municipales y generales, Esquerra y Junts retornan a la palestra gracias a la respiración asistida que le proporciona el PSOE, el menos perdedor de los perdedores porque el ganador del 23J fue el PP. Se cumple la irónica profecía de aquel Francesc Pujols que admiraba Dalí por ser un surrealista ‘avant la lettre’: «Porque serán catalanes, todos sus gastos, donde vayan, les serán pagados. Serán tan numerosos que la gente no podrá acogerlos a todos como huéspedes en sus viviendas y se les ofrecerá el hotel, el más preciado regalo que se le pueda hacer a un catalán cuando viaja. Al fin y al cabo, y pensándolo bien, más valdrá ser catalán que millonario. Como las apariencias engañan, aunque un catalán sea más ignorante que un asno, los extranjeros lo tomarán por un sabio, que lleva la verdad en la mano».
La suerte independentista es la desgracia de tantos catalanes avergonzados de que esa facción hable en nombre de toda Cataluña. Con los tribunos de Puigdemont y Rufián la «suerte» de los catalanes es tal que, como concluía Pujols, «muchos no se atreverán a decir su origen y se harán pasar por extranjeros».
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete