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Diez años de Núñez Feijóo al frente del PPdeG

Una década para modernizar y renovar a la derecha gallega

El 15 de enero de 2006 Feijóo sucedía a Fraga en la presidencia del PPdeG. Desde entonces, el partido recuperó el pulso... y la hegemonía en Galicia

Feijóo abraza a Fraga en el Congreso del PPdeG de enero de 2006 M. M

JOSÉ LUIS JIMÉNEZ

«Siempre se había hablado de la sucesión de Fraga sin que hubiera pasado nunca nada, pero el momento llegó y era aquel», evoca uno de sus más próximos. Alberto Núñez Feijóo , sobre el escenario del Palacio de Congresos de Santiago, recibía el cálido aplauso de los compromisarios del congreso del PPdeG en el que se escribía una página de la historia. Agachó la cabeza y se cogió las manos en señal de agradecimiento mientras atronaba el auditorio. Él iba a ser el encargado de poner punto y final al «fraguismo» y empezar una nueva etapa. El próximo día 15 se cumplen diez años de esa imagen , una década en la que no sólo cambiaron la derecha gallega o la propia Galicia, sino también su protagonista principal.

Todo empezó con la derrota electoral de junio de 2005. 7.000 votos en la provincia de Pontevedra hurtan a Fraga su quinta mayoría absoluta consecutiva y le enseñan la salida. Él la asume y organiza el congreso de su sucesión, que no se dirimirá mediante acuerdos de despachos, sino por la libre elección de la militancia. «Participó más gente en aquel proceso que en el congreso que eligió a Zapatero» , pone en valor uno de sus colaboradores, «ni siquiera el PP estaba habituado a una elección así». Mediante compromisarios, el partido protagonizó «una movilización que nunca he vuelto a ver», recuerda Alfonso Rueda, «sabíamos que si lo hacíamos bien, tendríamos una oportunidad de volver a ganar las autonómicas. Y lo hicimos bien».

Feijóo logró la presidencia tras una participación «histórica» de la militancia, en un proceso inédito

Los candidatos a la sucesión eran cuatro: Núñez Feijóo, José Manuel Barreiro, Enrique López Veiga y Xosé Cuiña . Los dos primeros, los preferidos por Fraga, quien los invitó a entenderse en una comida que los tres mantuvieron en Perbes meses antes del congreso. No había favoritos, pero pronto comenzaron a decantarse los barones provinciales. Juan Juncal en La Coruña y Rafael Louzán en Pontevedra se alinearon rápidamente con Feijóo, Lugo se dio por hecho que cerraría filas con Barreiro y Cuiña quedaba a expensas de José Luis Baltar en Orense y apoyos locales puntuales. La tensión era soterrada, pero existía.

Sin embargo, una reunión de Baltar con Mariano Rajoy en Benavente en noviembre de 2005 llevó al barón orensano a declarase neutral: daría el apoyo de los compromisarios de su provincia a quien ganara en Pontevedra. Y fue Feijóo, que también se impuso en La Coruña. Ya había ganador. Poco después, Cuiña y López Veiga desistían en sus aspiraciones. Posteriormente, Feijóo forjaría una alianza con Barreiro —que aún hoy perdura— para evitar la confrontación y coser el partido. La aspiracion de Fraga de que sus dos vicepresidentes cogieran el timón que él cedía se convertía en realidad.

Aquel enero de 2006 comenzaba la «era Feijóo», que tenía no pocos retos por delante. El principal, devolverle el pulso a un partido que llevaba 16 años en el gobierno y se veía en la gélida oposición. Además, las alianzas que sostenían a Fraga con Baltar, Cacharro y Romay se habían tensado, provocando crisis internas en el PP que obligaron a Mariano Rajoy, entonces secretario general de los populares, a intervenir para pacificar. Era el pulso entre la «boina» y el «birrete» , que un Fraga octogenario no podía mantener con firmeza. «Alberto supo unir el partido», sintetiza Barreiro, «una clave fundamental para ganar».

Un partido joven

El otro reto era rejuvenecer al PPdeG, abrirle paso a una nueva generación de dirigentes. «La media de edad del Comité Ejecutivo de Feijóo pasó a ser de 41 años», cuenta uno de sus integrantes, «y había diferencias de estilo, en las formas». Los rostros del «fraguismo» pasaron a una segunda fila , y el «nuevo PPdeG» tomaba cuerpo : eran los Rueda —el secretario general al que nadie esperaba pero que Jesús Palmou ya tuvo en su agenda años atrás—, Barreiro, Carlos Negreira, Diego Calvo, Susana López Abella, Chema Figueroa, Pedro Puy o Pilar Rojo, junto con un equipo «con menos visibilidad pero que trabajaba a destajo», muchos de los cuales siguen hoy en día.

Con Feijóo, el partido dejó atrás la vieja división entre «boinas y birretes»

« Feijóo se convirtió en seguida en un líder respetado porque ganó un congreso limpiamente», y su primera gran iniciativa fue «una campaña de afiliación con la que se recorrió todos los concellos de Galicia», analiza otro notable del PPdeG. El partido comenzó a girar y, sin perder su amplia implantación en el interior, «se hizo mucho más urbano». Los grandes montajes como las romerías en Monte Faro o el Monte do Gozo pasaron a mejor vida. «Y el que lo hacía era un tipo que decían que era un paracaidista de Madrid, pero que sorprendía a todos porque hablaba siempre en gallego, porque en el fondo era un tipo que venía de una aldea, Os Peares», apuntan.

La campaña de afiliación « sacó el partido a la calle, donde llevábamos años sin estar», rememora Rueda , e hizo más llevadero un paso por la oposición «que le vino muy bien al PPdeG, lo necesitábamos para renovarnos». El engranaje de la organización también vivió cambios. « Aumentó la participación, el debate interno para la toma de decisiones , porque Feijóo es un tipo que escucha todas las opiniones», añade otro de los íntimos.

Poco a poco, el «paracaidista» fue ganando crédito entre los suyos. «Creíamos en el proyecto, y cada vez se incorporaba más gente que también creía en él», cuenta esta voz. Se iba configurando un nuevo modelo de PPdeG. «Aprendimos que el gobierno se consigue desde el partido», dicen unos; «el partido comenzó a marcar la estrategia, algo que antes nunca había pasado» , y como ejemplo de los nuevos aires, una anécdota: «nadie faltaba ya a los comités de dirección». El resultado, según Barreiro, es que «a día de hoy, la estructura territorial más sólida de España es la de Galicia, y conozco bastantes».

La árida oposición

La directriz marcada por Feijóo de hacer una oposición muy dura no era incompatible con votar favorablemente a las leyes del bipartito que se creían positivas. «Eso nunca pasó a la inversa, jamás nos apoyaron en leyes cuando volvimos al gobierno», reprochan. El primer examen para el partido fueron las municipales de 2007 , con unos resultados poco favorables —se perdieron dos diputaciones y tres ciudades— «pero que nos dejaron en posición de ganar las siguientes autonómicas». El PPdeG estaba recuperando el pulso urbano, perdido en el tardofraguismo. «Y fue en las generales de 2008 cuando empezamos a pensar que podíamos recuperar la Xunta». En 2009, contra todo pronóstico —ninguna encuesta salvo la de ABC vaticinaba ese resultado—, Feijóo reconquistó el poder a la primera . Y se convirtió en un dirigente de primera fila en la calle Génova y a nivel nacional.

«Puede que no sea un líder carismático», analiza el politólogo Miguel Anxo Bastos , «pero es respetado porque no necesita imponerse, no llama la atención, no es polémico , habla con sensatez, y por eso goza de predicamento dentro y fuera de Galicia».

El político «de power point»

La transformación también fue personal. «Al principio era un político de power point, que hablaba de plazos burocráticos y cuentas con decimales», lo define un colaborador, «y ha dado paso a otro con una mayor sensibilidad». «Ha ido rejuveneciendo con los años», resume.

El suyo es un «galleguismo que se ejerce, no se proclama». «Sin galleguismo no se gana»

La crítica que más recibió de PSOE y BNG fue la pérdida de discurso político propio, de abandono del «galleguismo» que tanto habían enarbolado Fraga y Cuiña en el pasado. «Si hubiéramos dejado de ser galleguistas, no tendríamos mayorías absolutas, es imposible», zanja Rueda . «El galleguismo se ejerce, no se proclama», considera otra voz, «ahora es más práctico y menos teórico».

Feijóo, además, «es una persona de lealtades». Fue Mariano Rajoy quien le animó en 2005 a dar el paso para optar a la sucesión de Fraga. Y ese apoyo se lo devolvió al actual presidente del Gobierno en el Congreso de Valencia del PP, donde el sector más duro amenazaba el liderazgo de Rajoy. Feijóo exhibió su respaldo al de Pontevedra. Y Galicia en el PP tiene mucho peso.

La gran duda es el futuro, qué hara Feijóo ante el reto de las autonómicas de otoño. «El ciclo no se ha acabado, diez años no son demasiados, hay para una vez más» , cree Rueda , «pero será difícil, tanto como la primera vez».

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