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«Si veis algo extraño, disparad»

Hubo tensión, algo de miedo, buen humor y alguna que otra sorpresa. La operación de «reconquista» de Perejil hace cinco años, con la que se puso fin a la ocupación marroquí de este pequeño islote de

Hubo tensión, algo de miedo, buen humor y alguna que otra sorpresa. La operación de «reconquista» de Perejil hace cinco años, con la que se puso fin a la ocupación marroquí de este pequeño islote de soberanía española de no más de quinientos metros de largo, es recordada en ABC por algunos de sus protagonistas como una relevante actuación de las Fuerzas Armadas, no por la envergadura de la misma, sino por lo que subyacía detrás de este pulso lanzado por el vecino marroquí.

El inicial desconocimiento de las intenciones reales de Marruecos (¿por qué se ocupaba este islote tan insignificante, sobre la mesa, para España y Marruecos?, ¿escondía unas pretensiones más ambiciosas sobre otras plazas como Ceuta y Melilla?, ¿con qué fuerza militar contaba Marruecos para mantener este desafío?) convertían la operación en una incógnita sobre su resultado final.Estas fueron algunas de las preguntas a las que intentaron responder los responsables militares y políticos que tuvieron que diseñar el dispositivo militar.

«Fueron unos días de una gran tensión y hubo más de un momento difícil y complicado», comenta una de las fuentes consultadas por ABC. «Se plantearon, fundamentalmente, dos alternativas: la intervención de la Armada, a través de buceadores que ocuparan la isla, y la actuación de las Fuerzas Especiales, que fue la que finalmente se utilizó», recuerdan los testigos. «La operación era sencilla, pero el problema era que no se sabía lo que había detrás y, por eso, hubo que poner en alerta a todas las Fuerzas Armadas y tener previsto un despliegue para operar en el norte de África».

Desde un primer momento, lo esencial para el Gobierno de José María Aznar era disponer de información sobre el tipo de armamento con el que contaban los marroquíes que habían ocupado la isla y cuántos eran. Para conseguir este objetivo, los servicios de inteligencia se pusieron a trabajar y «realizaron un trabajo excepcional».

Con los datos en la mano y tras el fracaso de los esfuerzos diplomáticos desplegados para recuperar la normalidad de un «territorio que no era valioso, pero sí tenía un valor simbólico», tres días después de la ocupación se da la orden de preparar un plan de acción. La operación, que tiene lugar el miércoles 17 de julio, se dispuso a lo largo del fin de semana.

«Se quiso dar una sensación de normalidad durante esos días para no descubrir ningún tipo de movimiento», cuentan los testigos. Una normalidad que consistía en la no utilización de los coches oficiales y en cumplir los ritos habituales de comer en casa a la hora de siempre. Esta normalidad la rompió el jefe de la unidad de las Fuerzas Especiales, al que también se le pidió discreción cuando se le citó en el Ministerio de Defensa para preparar el despliegue, pero que cruzó el Paseo de la Castellana, desde el hotel donde estaba alojado, con el uniforme de camuflaje y la boina verde. Esto obligó a taparlo con una capa, a pesar de las altas temperaturas, en el momento de ir al Palacio de la Moncloa a presentarle el dispositivo al presidente del Gobierno.

Con el visto bueno al plan militar, días antes de su inicio, los jefes de las unidades que iban a participar en la recuperación de Perejil comenzaron a reclutar a los soldados que tomarían parte en la misión. «Recibí una llamada de mi jefe diciendo que necesitaban pilotos que utilizaran gafas de visión nocturna», comenta uno de los protagonistas de la operación, un piloto, «y que nos presentáramos en la unidad, sin decirnos para qué. Posteriormente, sólo nos apuntaron que posiblemente habría que realizar una operación en Perejil».

Tres días antes de la acción, cinco helicópteros se desplazan a la base de Morón y allí se organizó lo que se denomina el «orden de batalla», el lugar y la posición que iban a ocupar en el dispositivo diseñado. A los militares que van a participar se les entregan las «reglas de enfrentamiento», un manual de 120 páginas en inglés que sorprende a los presentes. Los mandos se dan cuenta de que será imposible conocer al detalle este manual y les dicen: «Os lo voy a resumir; cuando veáis algo extraño, disparad».

La tarde previa al inicio de la operación, cuya orden se produce a las once de la noche del martes 16 de julio, en el centro de operaciones ubicado en la sede del Ministerio de Defensa se reúnen el ministro Federico Trillo, el secretario de Estado de Defensa, el secretario general y el director general de Política de Defensa. Estos responsables ministeriales se comunican por videoconferencia con el buque «Castilla», donde se encuentra el almirante que está al mando de la operación militar.

Los helicópteros ya han despegado y se dirigen a una base auxiliar en Tarifa para repostar combustible. Antes de llegar a Perejil todavía había tiempo de «abortar la operación», reconoce uno de los protagonistas, si Marruecos hubiera dado un paso atrás. Pero los soldados ya se han despedido de sus amigos y familiares. «Estaba convencido de que nos darían un pepinazo y de que iba a morir ahogado», dice uno de los soldados. «Me despedí especialmente de un amigo mío porque mi helicóptero era el primero y sentí que me podía morir», añade.

A las cuatro y media de la madrugada, los helicópteros ya van camino de Perejil. «Había un viento muy fuerte, con una deriva de cuarenta grados a la izquierda y llegamos al islote porque teníamos GPS, que si no hubiera sido imposible».

Los aparatos se ven obligados e elevar su altura hasta los mil pies «por los cables de líneas eléctricas. Cuando divisamos la costa bajamos a ochenta y vimos el despliegue de la Armada». En los helicópteros, junto con los pilotos, iban los soldados de las Fuerzas Especiales que tomarían tierra. Unos militares «extremadamente valientes» que, entre otras funciones, iban con una cámara para buscar información y enviársela a las unidades de tierra. El movimiento de la aeronave y el hecho de que tuviera que fijar la vista en un único objetivo provocó náuseas en uno de los militares, «que se pasó todo el vuelo vomitando».

Con las cámaras infrarojas intentaban divisar el lugar donde se encontraba el enemigo: «Veíamos muchos puntos blancos que no paraban de moverse, primero creíamos que era el enemigo, pero después nos dimos cuenta de que eran las famosas cabras de Perejil, pero entonces no se sabía nada».

Cuando se situaron sobre el islote comenzó la ocupación, siguiendo las instrucciones del «cuadrante que habíamos hecho sobre la isla». Los soldados tocan tierra, «avanzaban poco a poco por temor a que el suelo estuviera minado y vieron una tienda de campaña porrillera (sic)». Pero no se veía al enemigo, entraron con mucha precaución y ya vieron dentro a los militares marroquíes. Eran entonces las seis y media de la madrugada. A los seis marroquíes se les trató con la «máxima corrección», siguiendo las instrucciones de los mandos, y se les traslada a Ceuta.

La operación ha finalizado, los helicópteros regresan a Tarifa. «Íbamos muy contentos porque pensábamos que algunos no regresaríamos. Tuvimos suerte de que no pasara nada y que todo saliera bien».

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