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Sí que era queridísima mamá

ROSA BELMONTEAhora resulta que Joan Crawford era una mamá cariñosa. A los 30 años de la publicación de «Mommie Dearest», el muy bruto libro en el que su hija Christina la llamaba sádico monstruo del

Ahora resulta que Joan Crawford era una mamá cariñosa. A los 30 años de la publicación de «Mommie Dearest», el muy bruto libro en el que su hija Christina la llamaba sádico monstruo del control, nos dicen que las cosas en casa Crawford no eran como se contaban en el puñalibro. Este mes Charlotte Chandler publica «Not the girl next door» y da otra versión de la historia. Tampoco es que la estrella quede como Caroline Ingalls en «La casa de la pradera», pero mejora su imagen. La escritora lleva desde los años 80 años hablando con amigos y familiares de la actriz. Hasta con enemigos como Bette Davis. Kit Kat. Siempre me ha costado trabajo creerme eso de que la Crawford tiró los tejos a la Davis, que la abrumaba con regalos y que ésta la rechazó. Porque vamos a ser serios, ¿quién querría acostarse con Bette Davis? Por muy fascinante que fuera.

Como en 2006, cuando Chandler sacó «The girl who walked home alone» (sobre Davis), la revista «Vanity Fair» publica un extracto. Mommie Dearest salió un año y medio después de la muerte de Joan Crawford en el 77, aunque ella ya se olía el percal. Las relaciones entre mamá y sus dos hijos mayores, de quienes no recibía «ni amor ni respeto», eran deficientes. «El problema es que yo la adopté a ella pero ella no me adoptó a mí», decía de la chiquilla. Ni que decir que tanto a Christina como a Christopher los había desheredado en 1976, manteniendo en el testamento a las hijas gemelas, Cathy y Cynthia, y a su querida secretaria. Eso además de dejar dinero para obras de caridad. Porque era muy caritativa. Un pedazo de pan. Hasta Bette Davis, que no era la mayor fan de la Crawford («es vulgar, hipócrita y se ha acostado con todos los actores de la Metro con la excepción de Lassie») lamentaba el libro de la niña. «Lo siento mucho aunque sé que ella no habría agradecido mis condolencias, es lo último que querría», le decía a Chandler. En sus recaditos mutuos, hechas las dos ya unas carcamalazas, Joan Crawford mandó un telegrama a Bette: «Querida Miss Davis, tenga la bondad de no hablar a la prensa refiriéndose a mí como un vejestorio».

Es todo tan divertido. Lo más increíble de estas vidas como paralelas que ambas tuvieron (Joan había sido la modelo para la madrastra de Blancanieves y Bette lo había sido para la madrastra de Cenicienta) es que después de esas palabras, Bette Davis tuvo que ver cómo su propia hija, D.B.Hyman, sangre de su sangre (también adoptó dos niños con Gay Merryl), le dedicaba otro libro. En «My Mother´s Keeper» (1985), D.B relata la relación materno filial acusando a mamá de egocéntrica y alcohólica (de Gay Merrill decía que era un alcohólico violento). Como Bette Davis estaba viva, con una reciente mastectomía, pero vivita y fumando, pudo refutar las acusaciones. Cuando nos hemos llevado las manos a la cabeza viendo cómo Bienvenida Pérez se peleaba con su madre en los platós de televisión, pues qué quieren, un deyaví que te ví, que está todo inventado.

Joan Crawford no pudo defenderse. Ni las gemelas, horrorizadas y humilladas por el libro de la hermana, llegaron a dar entrevistas. Los amigos también estaban perplejos. Myrna Loy no podía entender que la gente pagara por comprar semejante basura, que la leyeran y, lo que es peor, la creyeran. Mommie Dearest (libro y película) dañó la imagen de Joan Crawford para siempre. Cathy, una de las gemelas (y la única hija superviviente junto a Christina), desmiente a su hermana y asegura que tenía su propia realidad. Recuerda a su madre como estricta pero cariñosa. Cuenta que una vez que se rompió el codo y la muñeca en el colegio la llamaron y llegó inmediatamente toda maquillada de un rodaje. Y que saltaban a su cama los domingos por la mañana o que las llevaba a cenar al 21 (a las gemelas). Aquí cuenta que estaban sentadas y el camarero puso una botella de Coca Cola delante de su madre y ésta saludó a un señor al otro lado del restaurante. Las chicas no entendían nada. Era el presidente de Coca Cola (y Joan jefa de la Pepsi por su matrimonio con Al Steele). Cada vez que coincidían en un restaurante se intercambiaban colas. Esta anécdota es lo que más me gusta. Cómo va a ser mala una mandamás de Pepsi que bebe Coca Cola en público. n

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