Cádiz - Sevilla: Chavales, contragafe cumplido

A eso ha dedicao el sevillismo las últimas 24 horas, desde que acabó la jornada futbolera dominical, tratando de invocar al karma en redes sociales para propiciar que su equipo venciera esta noche. Es muy nuestro que, ante las adversidades, tratemos de acogernos a la superstición, a las manías y a la magia negra, si hace falta.

Y es que este ni un Cádiz-Sevilla de triangular de Trofeo Carranza ha estado tan desangelao como el que se iba a disputar hoy. Sin jugadores importantes en el Cádiz y sin delanteros en el Sevilla. Por faltar, faltaba hasta el peaje de Las Cabezas. Y a pesar de que estaba prohibida la venta de entradas a la afición visitante, los sevillones se las ingeniaron para poblar las gradas del Nuevo Barandilla (o Mirandilla, yo qué sé). De hecho, este que escribe teclea el ordenador enrabietao , con la vena de la Patiño al límite, por no haber podido pasar el día en Cádiz y ver a su equipo en el estadio a pesar de que Daniel Vázquez, un tuitero al que no conozco de nada, me ofreció una entrada e ir con él al partido. Gracias, Dani, espero que lo hayas pasao en grande.

Dos apuntes de la previa. La incógnita sobre quién ocuparía el lateral derecho en el Sevilla y la jindama sevillona que provocaba la presencia de un ex como Negredo en la punta atacante cadista.

Salió el Sevilla como el ornitrón (Paz Padilla dixit): arrollador. No habíamos llegado al minuto 2 de partido cuando Yoan Yordán iba a finalizar una bonita jugada por banda derecha estrellando el balón en el palo. Se lamentaba el jugador arañándose la cara como al que le acaban de comunicar que su mujer le ha sido infiel. Así es nuestro Yoán, así le queremos.

En la primera oportunidad del Cádiz, Negredo (con barbita de hormiga como el teclista de Camela) mandaba una volea en dirección a su propia portería. Parece que no ha olvidado su pasado y los sevillones rezábamos porque así fuese hasta el pitido final. El mayor peligro del conjunto local venía por su banda izquierda, mediante un futbolista con nombre de discoteca ibicenca y hechuras de trapecista: El Pacha.

El primer tiempo transcurría con a tenor del guion escrito por Julen Lopetegui. El Sevilla con la total posesión del balón, demostrando la paciencia del que ensarta una aguja con las gafas de sol puestas, sabiendo que su momento llegará. La cosa es que en el conjunto sevillón todo el mundo la pedía al pie, y eran pocos (o ninguno) los pases en profundidad. Así, las únicas ocasiones llegaban de tiro lejano del Papu, que no estaba afortunado hoy en esa disciplina y mandaba el balón a las dunas de Cortadura.

El partido se iba a ir al descanso con un disparo de Ocampos, también lejano, que se marchaba fuera. Cuando iba de pequeño con mis amigos a bañarme a la fuente de las ranitas del parque de Mª Luisa nos llegaba el agua por los tobillos. Faltaba profundidad. A aquella fuente para ser piscina y al Sevilla para ganar el partido.

Salía el Sevilla tras el descanso de la misma manera, con paciencia de relojero, hilvanando jugadas con cautela. A los pocos minutos de la reanudación se produjo la primera sustitución por molestias (mucho habían tardado en aparecer las lesiones) y se tenía que marchar mi padre, Don Fernando Reges, con molestias en un pie. Por cierto, ¿queda mucho para que lo renovemos?

En el 57 se iba a producir un barullo en el área cadista. Iván Romero, con la picardía de los jugadores jóvenes, iba a hacer un regate en el punto de penalti para dejarle el balón a Rakitic que, viendo con el rabillo del ojo la internada de Ocampos por su izquierda, se la dejó para que hiciese el ansiado 0 a 1. Ensartó Luquita la aguja, en parte gracias a la inoperancia de Ledesma, cancerbero cadista que parece haber metío los guantes en aceite porque siempre se le escurre el balón.

A los 5 minutos del gol sevillón, Acuña, que jugaba en ese momento por su banda, puso un gran balón a Ocampos que disparó cruzado rozando el palo y lo que podía haber sido su doblete.

El más listo de la clase hoy era Iván Romero. El chaval, antes de ser sustituido, provocó una peligrosa falta en la frontal tras recuperar el balón presionando e irse del rival haciendo una ruleta marsellesa. Ole tus huevos ciudadrealeños, Iván.

A 10 minutos del final, cuando el Sevilla encontraba más espacios para matar el partido y más sentido que nunca tenía que tuviese la posesión del balón, el hombre discoteca disparaba desde su casa poniendo en serios problemas a Bono. El zurriagazo del Pacha hizo una parábola como las que hacía el jabulani en el Mundial de Sudáfrica, pero a pesar de ello, el meta del Sevilla lograba atrapar el balón.

En el minuto 82, Yoan Yordán, al igual que en la primera mitad, iba a tener una oportunidad clarísima para hacer gol. Su disparo salió alto y la reacción del bueno de Yoan fue la esperada. Manotazos al suelo, grito al cielo, en fin, como cuando a un concursante de operación triunfo lo expulsan de la academia.

A los minutos, de igual forma, primero Munir y luego Óscar Rodríguez, iban a mandar sendas oportunidades al nombre de una comparsa, el cielo de Cádiz. Tantas ocasiones desaprovechadas para machacar el partido que aumentaban la jindama sevillona. Pero hoy la superstición, los chakras , la magia negra y el karma estaban de nuestro lado, fruto de un Contragafe ejecutado a la perfección.

Victoria que espanta a los agoreros y agranda la osadía sevillona. Y el año no ha hecho más que empezar…