ENTREVISTA
Manuel Vilas: «La vida sin pasiones es sólo supervivencia»
El autor de ‘Ordesa’ acaba de publicar ‘Los besos’ (Planeta), una novela que se plantea el amor de pareja en tiempos de pandemia.
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Iniciar sesiónEn tiempos de pandemia, la saliva se ha vuelto peligrosa como una bala y los besos irrevocables como un revólver. Un completo desatino. ¿Quién quiere besarse con la boca tapada? ¿Qué objeto tiene esparcir aún más un virus que obliga a las personas a tomar ... distancia? A pesar de eso, Manuel Vilas ha decidido a escribir del amor y el erotismo cuando ya nadie lo pone en práctica. Lo ha hecho en su nueva novela, 'Los besos' , publicada por la editorial Planeta.
Ambientada en marzo de 2020, en plena aparición del coronavirus como inesperado acontecimiento planetario, ‘Los besos’ se vale de las peripecias y cuitas de Salvador, un profesor recién jubilado que decide resguardarse de la epidemia en una apartada cabaña. En un pueblo de la sierra madrileña conocerá a Montse, la tendera del lugar, por la que sentirá un amor y una atracción urgentes, tan platónicas primero como carnales después.
Mientras el orbe se resguarda de la enfermedad aislado en sus casas, Salvador relee el ‘Quijote’ al tiempo que espera con ansia la llegada de esa mujer, hasta el punto de volverse cervantino: comienza a llamarla Altisidora, de la misma forma en que Quijano mienta Dulcinea a Aldonza Lorenzo. Desde el título, la novela propone un alegato sobre el amor, pero también una tesis sobre la vida y la política, una exégesis luminosa de un mundo apocalíptico en el que aún es posible besarse.
«Es una novela de amor y pasión, pero para entender ese amor y esa pasión hay que entender el tiempo y el lugar donde ocurren. Por eso la novela está llena de alusiones políticas, sociológicas y morales», explica Manuel Vilas al momento de poner en orden las 400 páginas que tiene entre las manos. Tras abordar los afectos de familia en ‘Ordesa’ (Alfaguara) y ‘Alegría’ (Planeta), ahora hace lo propio con el amor de pareja, incluso aunque corra el riesgo del empalago.
En nada tiene que ver el Manuel Vilas de ‘Los besos’ al de ‘Ordesa’, mucho menos al de ‘América’ o el ‘Hundimiento’. Esta nueva ficción se muestra voluntariosa en su claridad y en la recreación de la belleza. «Soy un modelo de escritor que crece y crea en función de lo que va viviendo. Aquí hay más luminosidad, porque mi mirada varía en función de lo que vivo», explica el finalista del premio Planeta 2019 y ganador del premio Femina, galardón que reconoce en Francia a la mejor novela extranjera.
Un buen pacto con la vida
Nada tiene que ver ‘Los besos’ con el tono desasosegante de ‘Setecientos millones de rinocerontes’ (Alfaguara), y sin embargo empuja con la misma fuerza e intensidad. Si antes Vilas se recreaba en el abatimiento, ahora imprime la misma energía, o más, en glosar lo bello. «Antes de 'América' era un escritor punki, muy rebelde, violento, atrabiliario y desafiante. Entonces me parecía que era lo que quería hacer, pero al cumplir años, la mirada sobre el mundo cambia. Es entonces cuando se trasladan los objetivos literarios a otros territorios. Es fruto de la maduración personal».
Ante la pregunta sobre si se ha aburguesado, Manuel Vilas ríe. «Ojalá pudiera aburguesarme, pero no es el caso. Se trata de luminosidad en mi mirada del mundo. Es el resultado de haber negociado un buen pacto con la vida». Es justo esa reparación de sí mismo la que lo ha empujado a correr el riesgo que supone glosar el amor, y que describe en este libro su faceta más entusiasta y expansiva. «Es muy curioso que las historias de amor puedan ser casi todas tildadas de cursis o que exista ese peligro a la hora de plantearlas. En el fondo, lo cursi es una especie de escudo para ocultar la parte abismal, terrorífica y salvaje que hay en las relaciones amorosas».
En un mundo inédito tanto para los lectores que tienen la memoria reciente del confinamiento como para los personajes que se estrenan en el cautiverio, Salvador, el protagonista, se desenvuelve en una España pandémica como un buscador de gozo y belleza, incluso despista al lector con la abundancia de su dicha. ¿Será verdad tanto bienestar? ¿Existe esa Montserrat a la que él llama Altisidora? Mientras la propia novela contesta a la pregunta anterior, el narrador se prodiga en robar vino y whisky en los supermercados y se deleita en los olores y texturas. Busca belleza, donde sea. Y la consigue.
«Por muy grande que sea la desesperación de un país o un continente, más grande será siempre la mía», escribía Manuel Vilas en 'América' (Círculo de Tiza), un ensayo tan oscuro como luminosos resultan los pasajes de ‘Los besos’, en cuyas páginas mantiene la impronta del poemario y deja la puerta abierta tanto a la hipérbole de su protagonista como a la contemplación de lo bello y lo fugaz. «La vida sin pasiones es sólo supervivencia», escribe en esta páginas obsesionadas por devolver la belleza a un mundo a la que se le han arrancado a la fuerza.
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