Clara Usón: «ETA quería acabar con la democracia porque vivía mucho mejor con Franco»
La escritora barcelonesa explora los años de plomo del País Vasco en 'Las furias', novela que gira en torno a la etarra Idoia López Riaño 'la Tigresa'
'La filla de l'Est': Mladic y las fronteras de sangre
Barcelona
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Iniciar sesiónClara Usón (Barcelona, 1961) habla a la carrera, desde el atropello y esquivando cualquier atisbo de pausa, no vaya a ser que pierda el hilo y la carrerilla. «Cuando escribes una novela sobre hechos reales tan recientes, es como que no sales nunca de ... ella», se disculpa mientras, alehop, se zambulle otra vez, una más, en las páginas salpicadas de tinta y sangre de 'Las fieras' (Seix Barral), esa novela de la que dice no poder salir. Normal. ¿Hechos reales recientes? Veamos.
Después de colarse con 'La hija del Este' en la cabeza de Ana Mladic, hija del 'carnicero de Bosnia' Ratko Mladic, la autora barcelonesa se ha atrevido ahora con ETA y los años de plomo del País Vasco. Con la heroína, el RRV (Rock Radical Vasco) y la reconversión industrial. También, o sobre todo, con la controvertida figura de Idoia López Riaño 'la Tigresa', la terrorista que mató a 23 personas y acabó convertida en atracción mediática y, como dice la propia Usón, en «'celebrity' del nacionalismo extremo».
Un asunto sin duda peliagudo («soy un poco inconsciente», suelta al poco de encenderse la grabadora) con el que la escritora barcelonesa ha querido explorar su «obsesión por el dogma y sus efectos». «En nombre del dogma no sólo puedes matar, sino que es tu obligación. El dogma es una fe, y cuando te adhieres a él te sientes autorizado a estar por encima del bien y del mal», reflexiona Usón, quien llegó a 'Las fieras' del mismo modo que a 'La hija del Este' y 'El asesino tímido': por casualidad y a través de un artículo periodístico. «Yo no me acordaba de ella, pero mis contemporáneos varones sí, porque era muy guapa. Una belleza», apunta.
Habla, claro, de la Tigresa, una de las voces que utiliza para armar una novela que entrelaza realidad y ficción, indaga en la naturaleza del mal, y desentraña la esquiva fórmula del azar y las bolas curvas del destino. «Si los padres de Idoia, que eran de Extremadura y Salamanca, hubiesen ido a parar a Valencia en vez de al País Vasco, quizá ella hubiese sido bombera, fallera mayor, y quién sabe si hubiese detestado a ETA», fabula.
La realidad, sin embargo, fue otra: la Tigresa empezó a matar en 1984 y se llevó por delante a una veintena de guardias civiles, policías nacionales y militares. «Estaba matando inmigrantes que se habían metido en la Guardia Civil tal y como podría haber hecho ella si sus padres hubiesen emigrado a otro sitio», insiste Usón.
Espiral de violencia
En 'Las fieras', la escritora abre plano para plasmar el «ambiente hostil e irrespirable de la época» a través de un coro de voces formado por la hija rebelde de un policía nacional, un miembro de los GAL, y la propia Idoia. Una espiral de violencia que la autora concibe como un ejercicio de empatía literaria. «Yo intento reflejar lo que es la condición humana y sus contradicciones. No juzgar ni sentenciar, sino meterme en la piel de los personajes para comprender cómo piensan y por qué actúan», explica.
Y lo mismo sirve para Miren, hija del policía nacional y auténtica protagonista de la novela, que para Amadeo, un 'idealista fascista' que acaba en los GAL para liquidar a ETA, o para la propia Tigresa. «Cuando a Chéjov le reprochaban haber escrito un cuento sobre un ladrón de caballos en el que no decía explícitamente que robar caballos estaba mal, él respondía que eso ya lo sabía todo el mundo, que no hacía falta que lo dijese. Él, aseguró, no era un juez: sólo explicaba cómo pensaba y en qué ambiente se movía ese ladrón para que luego el lector sacase sus propias conclusiones», ilustra.
Con todo, sí que considera Usón que «lo de los GAL fue una chapuza increíble y una de las razones por las que la Transición no acabó tan bien como podía haberlo hecho». «Un gobierno no puede hacer eso. La mejor manera de darles la razón es ponerse a su nivel y crear una banda terrorista que los mata. ETA quería acabar con la democracia porque vivía mucho mejor con Franco. Si podían llevar sus ideas al Parlamento, ¿qué sentido tenía matar?», reflexiona una autora para quien la ficción empieza a operar de verdad ahí donde el historiador se da media vuelta: en el terreno de los motivos, las razones y las contradicciones.
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Es más: si a los escritores se les multiplica el trabajo es porque el hombre no hace más que tropezar una y otra vez con la misma piedra. «Es desesperante, porque la condición humana no cambia, no mejora. Puedes leer hoy 'Edipo Rey' y sigue siendo tan actual como lo era. Por eso tiene sentido seguir haciendo narrativa, porque no progresamos», sostiene. Como muestra, un vistazo a los titulares del día, de cualquier día. «Todos los conflictos del mundo están regidos por el nacionalismo, la polarización, la violencia, el enfrentamiento, el territorialismo... Y el problema es que esto va a más».
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SuscribetePeriodista cultural: música y libros. En ABC desde 1998. Colaborador habitual de Rockdelux y otras publicaciones especializadas.
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