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El aburguesamiento del cine 'indie'

En la próxima edición no hay ninguna esperanza de la corriente alternativa que pueda salvar de la quema a unos galardones que se aventuran más comerciales que nunca

El aburguesamiento del cine 'indie'

Corría el año 1978 cuando Robert Redford tuvo un bonito y cinéfilo sueño. En un arranque de ingenio y necesidad, dada la escasez de talento e innovación que (casi) siempre parece acompañar a la industria más palomitera, el actor puso en marcha un festival de cine que pasaría a ser reconocido mundialmente por ser la cuna del independentismo (en el buen sentido de la palabra) cinematográfico. De Salt Lake City pasó a Park City (también en Utah) en 1981, ciudad que desde entonces recibe cada año a lo más granado de los márgenes de Hollywood.

O deberíamos decir recibía, pues del propósito fundacional perseguido por Redford, «promocionar películas americanas fuera del circuito comercial», el Festival de Sundance ha pasado a ser un súbdito más inclinado ante los designios de la reina madre hollywoodiense. De hecho, el cambio de fecha y ubicación de celebración del evento (enero y en una conocida estación de esquí) hizo desconfiar a los más suspicaces de sus creativos propósitos ya desde el principio, pues sin duda alguna, los famosos de tomo y lomo desfilarían gustosos con sus mejores galas invernales por la helada alfombra roja de tan insigne estación de esquí.

Tanto es así que en las últimas ediciones del festival hemos visto aterrizar en Park City y a varios grados bajo cero a estrellas bien alejadas de lo que se podría denominar circuito independiente como Robert de Niro, Tom Hanks, Bruce Willis, Mark Ruffalo, Ewan McGregor o Jim Carrey, entre muchos otros.

Primer síntoma de agotamiento de un filón de la industria del séptimo arte, que llegó a ver en las perlas indies a su bote de salvamento frente a la escasez de talento y dinero. Tanto es así que en las últimas ediciones de los Premios Oscar, las grandes estrellas se vieron eclipsadas por pequeñas e irreverentes producciones que acapararon tantas buenas críticas como flashes e hicieron pensar que el ingenio había vuelto de nuevo a discurrir por las colinas de Hollywood. No es casualidad que en 2005, alrededor del 15% de la taquilla en Estados Unidos lo acapararan estudios independientes responsables de películas que llevan el sello de grandes directores independientes (o que en su día lo fueron) como Jim Jarmush, Paul Thomas Anderson, Robert Rodríguez, Kevin Smith, James Wan, Steven Soderbergh o el mismísimo Quentin Tarantino.

Y es que aún brilla en las retinas de nuestra memoria la afable cara de Abigail Breslin (en su día niña prodigio y ahora adolescente en edad de parecer la hija de Cameron Díaz), gran protagonista de 'Pequeña Miss Sunshine', que en los Oscar de 2007 sorprendió a propios y cinéfilos al llevarse bajo el brazo dos de los grandes: el mejor guión original (¿alguien se acuerda de Michael Arndt?) y el actor de reparto para Alan Arkin.

Pero si en 2007 fue 'Miss Sunshine' la que dio la campanada, en 2008 hizo lo propio la endiablada 'Juno' (Dios salve a Diablo Cody de las garras de la televisión) y en 2009 'Slumdog Millionaire' barrió con claro acento indio (que no indie) para las fauces británicas de Danny Boyle. Todos ellos últimos y ya lejanos ejemplos de la cada vez menos visibilidad que el cine independiente tiene en la industria cultural, víctima (él también, descanse en paz) de la sempiterna crisis que amenaza con colapsar nuestro agotados cerebros con azules historias de planetas muy muy lejanos. La prueba más evidente la viviremos en pocas horas, pues la única cabeza visible del circuito marginal estadounidense en los Oscar se llama 'Precious' y llega de la mano de la catódica Oprah Winfrey, la cantarina Mariah Carey y el 'teen idol' Lenny Kravitz.

Pero la esperanza es lo último que se pierde y si nos atenemos a la protagonista de 'Precious', Gabourey Sidibe, ésta es bien grande en el corazón de todos los que casi rompemos a llorar al ver que la última película de Jim Jarmush, 'The Limits of Control', ha tenido un marginal hueco en nuestras tiránicas carteleras.

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