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SALA DE ESPERA

Con el agua al cuello

FRANCISCO JOSÉ JURADO

EN un país en el que todo se politiza y la mayor parte de los asuntos públicos pasan luego por el tamiz de los Tribunales, que yo diga que no me gusta la excesiva judicialización de la política puede sonar como un brindis al sol, pero es la verdad, máxime cuando en Democracia existen múltiples vías para encauzar los conflictos de eso que llamamos «res pública».

Viene esto a cuento por lo ocurrido en Peñarroya, donde el ambiente local anda movidito tras la decisión de la actual alcaldesa, María Gil (del PP) de llevar ante el juez a la anterior ocupante del sillón, Luisa Ruiz (del PSOE, no hace falta que lo aclare). Al parecer, la anterior mandataria socialista no pagó los recibos a la empresa de aguas y, además, resolvió unilateralmente el contrato con dicha entidad, que se fue a los tribunales, claro. Los jueces le han dado la razón, obviamente. Y ahora, el Ayuntamiento peñarribense debe pagar esos recibos más la multa por haber incumplido y resuelto ilegalmente los contratos. ¡Una pasta! Que han dejado al ya mermado municipio minero en la bancarrota, con el agua al cuello. Literalmente. La socialista debió pensar aquello de: «la que venga detrás que arree».

Reconozcamos que la denuncia de la actual alcaldesa no es estrictamente política. Sí, lo sé, aquí todo es maldita política. Pero, en realidad, lo que se pone en solfa es la mala gestión de una regidora pública. Y eso sí es denunciable. Porque dicha ex-regidora tiene responsabilidades. Las políticas ya se depuraron: perdió las elecciones en 2011. Pero quizás también las haya civiles. O penales. Y esas son las que hay que sustanciar ahora. En ese sentido, estoy de acuerdo con la decisión.

Pero este asunto tiene otra lectura. Ésta sí que es política pura y dura. De las pata negra. Veamos. Como ustedes saben, en esas elecciones municipales de 2011 el PP ganó la Diputación. Por primera vez. Una de las claves, no la única pero sí importantísima, fue el sorprendente triunfo de María Gil en Peñarroya, inesperado y gracias al cual el PP obtuvo los votos necesarios en ese partido judicial del Guadiato para conseguir la Diputación Provincial.

Ocurre que, según las encuestas, para las próximas elecciones la cosa no está nada clara en algunos pueblos. Incluso hay quien dice que el PP da por perdido el Palacio de la Merced. Una de las localidades difíciles para reeditar victoria es Peñarroya, donde se achaca a la joven alcaldesa —que también es senadora— que prefiere pasar más tiempo en Córdoba o en Madrid que en su pueblo. Y eso es gran lastre para ganar unas elecciones locales, muy locales. ¿Sueños de gloria, acaso? ¿Carrera fulgurante? ¿O tenérselo muy creído? ¡Oh, las alturas!, cantaba Lucano. Por eso cunden los nervios. Por eso hay que poner toda la carne en el asador. Ojalá nadie se queme, porque en este caso ni agua quedaría para apagar los rescoldos. ¿Se entiende ahora el título de la columna? Con el agua al cuello. Literalmente. «¡Glubs, glubs, que nos ahogamos!», empezarán a recriminarle ya mismo a la joven, sobrada y autosuficiente alcaldesa del PP.

Con el agua al cuello

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