La espada de Urdiales espantó la gloria
Diego Urdiales pudo alcanzar la gloria ante sus paisanos, pero las prisas y la espada le cerraron una puerta grande que se veía entreabierta
Diego Urdiales pudo alcanzar la gloria ante sus paisanos, pero las prisas y la espada le cerraron una puerta grande que se veía entreabierta. Sucedió ante el cuarto. El arnedano, que ya había apuntado con el primero buenas maneras, salió a por el triunfo con las armas de su buena clase. Manso pero noble el de Domingo Hernández, y relajado, muy compuesto y metido con el toro, el torero. Con la derecha dibujó excelentes muletazos de mano baja. Transmitió su fe a los tendidos, que se entregaron con pasión. La faena resultó vibrante, un tanto desigual con la mano izquierda, y remontada con trincherillas y ayudados sentidos. El toro a punto siempre de rajarse y Urdiales que no estuvo listo y lo dejó a su aire al final. Mala cosa alargar inútilmente el trasteo, pasarse de faena, y peor aún fallar repetidamente con la espada y el descabello. De esta forma se espantó definitivamente el éxito, solo compensado con las palmas cariñosas del paisanaje. Silencio tras aviso y ovación tras aviso, su resultado.
Mal presentada y mansa la corrida de Domingo Hernández y Garcigrande para la sexta de la feria logroñesa, y con ese material pasaron sin pena, o a duras penas, para ser más exactos, Sebastián Castella y Alejandro Talavante, que, para colmo de males también estuvieron tremendamente mal manejando los aceros. El silencio que cosecharon como recompensa a sus faenas y un montón de avisos, lo dice todo.
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