Playboys, del glamour a la tragedia
El suicidio del magnate alemán Gunter Sachs es el epílogo de una de las sagas más brillantes y truculentas de la jet-seteuropea

«Éramos una pandilla inútil y frívola, pero sabíamos divertirnos», confesó hace unos años Jorge Guinle, uno de tantos excéntricos que cautivaron a la jet-set europea de los años 50 a fuerza del despilfarro de grandes fortunas. Amigo de Nelson Rockefeller y Orson Welles —y algo más de Romy Schneider y Anita Ekberg—, el octogenario Guinle fue testigo de una era en la que la upper class desayunaba con Möet&Chandon mientras leía sus hazañas de alcoba en las páginas de cotilleo. La trágica muerte de su amigo Gunter Sachs, el rico alemán heredero de un imperio automotriz y ex marido de Brigitte Bardot, es el capítulo final de esta estirpe «fellinesca».
Ninguno de los bon vivants que desembarcaron por aquellos años en las playas de Marbella y las pistas de esquí de Gstaad pudo hacer sombra a Porfirio Rubirosa. Hijo de un diplomático dominicano, «Rubí» —como le llamaban— se educó en París junto al hijo del Aga Khan y otros amigos poderosos. «Para conquistar a mujeres ricas no hay que ser rico, solo aparentarlo», era uno de sus lemas. De regreso a Santo Domingo, sedujo a la hija del dictador Rafael Trujillo, se casó con ella y cinco años después la dejó tirada por la actriz francesa Danielle Darrieux.
«Las mujeres quieren ser felices. Y yo intento hacerlas felices», reconoció Rubirosa en una entrevista. Pero bastó un solo encuentro con Doris Duke, la mujer más rica del mundo, para que fuera tras ella por las calles de Roma. En 1947 llegó la boda, seguida de un rápido divorcio y, en 1953, una tercera, con Barbara Hutton, «la pobre niña rica de Norteamérica». «Necesita un harén», confesó una despechada Darrieux.
Un mismo destino
Por los 75 días de matrimonio con Hutton, «Rubí» se embolsó 3,5 millones de dólares que gastó en amoríos de alto nivel (Ava Gardner, la Emperatriz Soraya de Irán...), carreras de coches y caballos. La prensa lo bautizó «Toujours Prêt» (Siempre Listo). Borracho y a toda velocidad
en su Ferrari descapotable, Rubirosa se mató en el Bois de Boulogne (París) en 1965. «A él le habría gustado terminar así», dijo su quinta y última esposa, una actriz veinteañera.
Curiosamente, su amigo, el príncipe Ali Khan, también murió en un aparatoso accidente de tráfico en ese elegante suburbio parisino. Hijo del Aga Khan III y descendiente de la dinastía Qajar de Persia, Khan se casó en 1936 con una aristócrata inglesa que soportó sus infidelidades hasta 1949. El noble, que alternaba su trabajo como embajador de Pakistán en Naciones Unidas con su hobby como jockey y criador de pura sangre, no tardó mucho tiempo en atrapar a Rita Hayworth. Una fiesta en Cannes para 500 invitados selló su amor, pero a los dos años ya estaba en los tribunales solicitando el divorcio.
Alta cuna, baja cama
Nuestro país tuvo su lugar en la saga de los playboys gracias a Alfonso Cabeza de Vaca y Leighton. Marqués de Portago y Grande de España, Cabeza de Vaca se hizo tan famoso por sus proezas deportivas (piloto de Fórmula 1, polista, competidor olímpico de bobsled ) como por sus aventuras románticas. Con apenas 20 años se casó con una bailarina, aunque mantenía un affaire por partida doble con la modelo Dorian Leigh —con la que tuvo un hijo— y con Linda Christian, la ex esposa de Tyrone Power. «No moriré en un accidente, lo haré de viejo», solía decir, aunque no sobrevivió a un accidente en la Mille Miglia de 1957. Tenía 29 años.
Mejor suerte corrió Francisco «Baby» Pignatari, el magnate brasileño que le robó la esposa al príncipe Alfonso de Hohenlohe. Ella, Ira de Fürstenberg, tenía 22 años y era la hija del Clara Agnelli, una de las herederas de la Fiat. La espectacular huida fue la comidilla de la jet-set : Hohenlohe demandó a «Baby» por adulterio y logró que fuera detenido en México. Demasiado escándalo para una relación que duró 3 años. Pignatari regresó a su «villa» paulista diseñada por Oscar
Niemeyer, donde vivió hasta los 60 años. Su rival, el príncipe de Hohenlohe, dijo una vez: «He visto el amanecer en los cinco continentes y los ojos de las mujeres más bellas del universo». Para los playboys , eso lo era todo.
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