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la nada nadea

Centralidades

Los grandes empresarios van a tener mucho más difícil mantener su admirable interpretación de don Tancredo, seguir callados como muertos, y de perfil

juan carlos girauta

DIOS escribe recto con renglones torcidos. A veces muy torcidos. Por eso no hay que preocuparse cuando Oriol Junqueras amenaza - en castellano, por supuesto- con reventar el PIB español y la prima de riesgo vía huelga general de una semana. Pasado el escalofrío, evaporadas las reminiscencias del 31 y el 34 -momentos estelares de ERC-, en la bravuconada del líder secesionista sólo hay motivos para la esperanza. La mía, íntima, sincera, emocionada, es que cumpla. Adelante con los faroles, Oriol. Háztelo, tírate de la moto, échale huevos.

Porque de tanto torcimiento, torcedura y torticería, surgen erectas las rectilíneas razones que paso a exponer: para empezar, el bloque nacionalista-secesionista se resquebrajaría, con divorcio entre CiU y su socio ERC en asuntos trascendentales, como la prioridad de lo económico o la idoneidad de una respuesta más que verbal a la previsible prohibición de la famosa consulta. Mayor impacto tendrá el efecto de la amenaza junquerina sobre el empresariado catalán. Los pequeños y medianos pueden descubrir de repente que ese espacio al que la unánime francachela los había desplazado no es en realidad el centro (o la centralidad, por hablarles en necio) sino un extremo con precipicio. Los grandes empresarios van a tener mucho más difícil mantener su admirable interpretación de don Tancredo, seguir callados como muertos, y de perfil. Si una huelga general de una semana no consigue ponerlos de cara y devolverles el habla, aunque sea un rato, entonces no tienen arreglo y, efectivamente, morirán de perfil como Antoñito el Camborio.

Pero el gran beneficio lo obtendrá el propio Junqueras en forma de caída en la intención de voto a ERC. Jamás se imaginó que Convergència, en su pulsión auto destructiva, iba a regalarle la mayoría y el liderazgo del «proceso». Morir de éxito no es una forma mejor ni peor de morirse. Más vale un ridículo a tiempo, cediendo a sus solícitos aliados la bandera del seny, que verse de verdad proclamando la independencia en el balcón de Macià y Companys. Háztelo.

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