Peripecia

Cuando zarpes hacia Ítaca, reza para que viaje sea largo, muy largo. Que no falten a su cita las hechiceras que embrujan a la tripulación, ni la animadversión esporádica del dios, ni el canto de las sirenas, Ulises de hojalata. Átate al palo mayor. Que sea largo el viaje, muy largo, también para tus hombres, aunque conozcas la peripecia que os aguarda. No les ahorres ninguna desazón, no vayan a descubrir la trama que imitas, no sea que averigüen que una tempestad se los traga a todos menos a ti. Que sea largo.

Lleno de aventuras, lleno de sabiduría el viaje, porque aquí lo único que importa, Odiseo pasado por varias tergiversaciones poéticas, Odiseo nutrido por una canción, una puta canción, es que tú y sólo tú alcances tu isla, que al fin y al cabo de nadie más es, y te reúnas con tu Penélope mental, y ya veremos si también con un Telémaco que ni siquiera es tuyo, que es el hijo de otro, y que ahora mismo está sometido a una inspección técnica de vehículos.

Que sean muchas las madrugadas, protagonista de nada, que acaban en confusas instrucciones del timonel. Que si voy por aquí, que si voy por allí, que si doto treinta millones para una consulta porque el Estado no nos deja el material, que si no haré consulta porque el Estado no querrá. No te aclares nunca, rey de Ítaca, monarca de ti mismo. Erais sesenta y dos, luego fuisteis cincuenta. Cuando salte tu socio de la nave, puestos a celebrar elecciones plebiscitarias, sí o no, seréis treinta. Has de procurar que el viaje sea muy largo. Si lo que te proponías era destruir el gran barco del naviero Pujol, haberlo dicho antes. Ahora no sé si nos basta con seguir mirándote, esperar a que acabes tu trabajo de demolición del catalanismo por colapso, paroxismo y desmembramiento -que es una opción- o deseas algo de nosotros. Habla, Ulises. Que los dioses te asistan.