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letras expectativas

Enraonar

Por fortuna, el catalanismo no es uniformista, como lo demuestra la composición del Parlament y las dificultades de llegar a acuerdos que supongan mayorías «extraordinarias»

joan carles valero

En el debate entre uniformismo y variedad, entre los editoriales conjuntos y la expresión libre, entre los medios que constituyen estructuras de Estado y los estados de opinión de los medios no paniaguados; quien suscribe estas letras siempre defenderá la diversidad. Una variedad que no deja de ser la diferencia dentro de la unidad. Una cualidad diametralmente opuesta al uniformismo del que presumen todos los nacionalismos. Respeto a los independentistas por miramiento hacia sus sentimientos y porque las ideas de todo el mundo son respetables, aunque sin pretender la heroicidad volteriana de defender incluso con la vida el derecho a expresarse de aquellos con los que no se está de acuerdo.

Por fortuna, el catalanismo no es uniformista, como lo demuestra la composición del Parlament y las dificultades de llegar a acuerdos que supongan mayorías “extraordinarias” a las que aspiraba Mas con su movimiento. Tampoco pasa nada si el empresariado es vario, cada uno de su padre y de su madre ideológica o en función de la propia cuenta de resultados, porque es diferente vender en el barrio que globalmente. La salud del empresariado catalán no padece ningún achaque si no hacen una puesta en escena de prietas las filas.

Que la gran patronal Fomento del Trabajo y Fepime de la pequeña y mediana empresa mantengan la celebración en el día de San Valentín de un acto bajo el lema “Anem per feina” (podría traducirse “manos a la obra”), se antoja un signo de madurez democrática. Como lo es el hecho que otras organizaciones, como Pimec, la Cámara de Comercio o el Círculo de Economía, desistan participar porque el formato no les supone un guante ideológico al matiz de su diversidad interna.

En lo que todo el mundo está formalmente de acuerdo es en la necesidad de diálogo. El presidente del Círculo de Economía, Josep Piqué, insistió ayer en que la ausencia de voluntad de entendimiento es una bomba de relojería social y política. Una petición de diálogo “sin apriorismos” que debe producirse en el marco de la ley. Una reclamación que se suma a las ya pronunciadas por Isidre Fainé, Joaquim Gay de Montallà, Josep Oliu y José Manuel Lara, presidentes de CaixaBank, Fomento del Trabajo, Banco Sabadell y Planeta, respectivamente. Al margen de que representan la parte del león del PIB catalán, estas opiniones manifiestan la tradición del catalanismo político, aquella que apuesta por “enraonar”, que es más que hablar, charlar, dialogar, tal vez discutir. Es más porque también confiere, concede o asigna al interlocutor la misma dignidad, empleo, facultades o derechos. Lo que supone un estadio mental que predispone a cambiar de opinión si los argumentos ajenos convencen.

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