LLUVIA ÁCIDA
FRASE ROBADA
David Gistau
LAS extensiones públicas, más allá de la cancha, del futbolista de fama universal están perfectamente definidas por la costumbre: son la publicidad y la compasión, las maquinillas de afeitar y los niños enfermos. Nada que afecte a una noción transversal del mundo entendido en su ... conjunto como público de pago al que hay que ofender lo menos posible: como mucho, ganándole algún que otro derbi. Por lo demás, y salvo excepciones, el futbolista acostumbra a estar aislado. Por el tipo de barrio en el que elige vivir, que lo preserva hasta de la posibilidad de escuchar una copla en un patio interior. Sobre todo, por esa prolongación infantil, como de adulto postergado, en la que su entorno lo mantiene encerrado para que no interfiera nada que lo distraiga de su habilidad. Así, es impensable que al futbolista se le permita expresar en público opiniones políticas. Porque arruinará posibilidades comerciales, sobre todo si expresa un antagonismo con el ambiente dominante del equipo en el que juega.
Por todo esto, no me sorprende que a Andrés Iniesta le haya asustado que los organizadores de la manifestación constitucionalista del 12 de octubre en Barcelona utilizaran como reclamo una frase suya de una entrevista en la que se declaraba capaz de sentirse al mismo tiempo de Cataluña y de Albacete. Suponía aventurarse más allá de los fuegos domésticos del estereotipo, afrontando peligros que no existen cuando no se trasciende la recomendación de un helado determinado. Han sido impresionantes las reacciones de censura de la televisión y la oficialidad catalanas, que jamás habrían consentido el advenimiento de un símbolo ajeno a la oscura clandestinidad con la que asocian «el unionismo».
Con todo, siempre he sido muy partidario del derecho a la mansedumbre, sin el cual no tendría sentido el mérito heroico. Iniesta es dueño de su conciencia incluso para no usarla. Como también es dueño de su imagen, para la que no quiere contaminaciones políticas que lo perjudiquen como producto humano para el consumo. En ese sentido, los organizadores de la manifestación le han rapiñado un compromiso que él no quería concederles. Han tenido que simular el apoyo de un personaje total de Cataluña, lo cual es todo un síntoma de soledad social, ya sea ésta o no consecuencia de la cobardía de los que prefieren no enfrentarse a un ambiente. O no abandonar esa infancia larga en la que los asuntos complejos desaparecen como por arte de magia porque son absorbidos por el entorno.
En realidad, la culpa la tiene ese hábito reciente de utilizar deportistas, únicos propietarios de prestigio en España, para funciones que antaño aludieron al intelectual. Una vez, escuché citar a Vicente del Bosque en un debate parlamentario sobre unidad territorial. Así, Zavalita, empezó a joderse el Perú.
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