Déjese llevar
Un profesional de éxito de esos que siempre cogen el tren de la felicidad pero luego se equivocan de parada se apunta a unas clases de baile y lo que descubre es la academia de la vida. Peter Chelsom, actor de teatro que un buen día recondujo su carrera como director de cine, explota las posibilidades de una actividad, el baile, perfecta para la comedia romántica, por lo que tiene de apasionada y ridícula a un tiempo.
Como en la infravalorada «Serendipity», el bueno de Chelsom lo fía casi todo a la buena fe del espectador, a que se crea las danzas y andanzas de unos actores que, sin embargo, cuesta imaginar juntos. En efecto, al trío Gere-López-Sarandon le falta espíritu de equipo, lo que deja espacio libre al plantel de secundarios, que aprovecha la ocasión para brillar y pasárselo en grande. Genial está Stanley Tucci en un papel que no había encarado nunca, absolutamente desmelenado, algo especialmente meritorio en un actor calvo. Jennifer López, entretanto, tiene la virtud de que baila más que habla, mientras que Richard Gere, que nunca será tan brillante -ni tan pesado- como Laurence Olivier, da el tipo y se desinhibe por completo recién llegado de «Chicago», donde ya dio sus primeros pasitos.
En definitiva, la película tiene sus fases más o menos obvias y una moraleja transparente (sé feliz, pero mira bien con quién), que director y guionista no se aplican, porque pagan con el mismo desaire que critican en el protagonista a Susan Sarandon, excluida hasta de su propia infelicidad. Pese a todo, el resultado es una obra tan alegre e intrascendente como un buen baile. El espectador puede sentarse con una copa al borde de la pista y pensar en lo absurdo que resulta todo o dejarse llevar y sentirse dichoso. De su actitud dependerá cómo cuente la feria al día siguiente.
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