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«Nunca dejaré a mis hijas solas»

MARIÑA ÁLVAREZ /TATIANA G. RIVAS

Sorpresa en Santander, alivio en Madrid. La noticia del arresto del presunto pederasta corría ayer de boca en boca

Hace un par de semanas que en la Bajada de San Juan algo no encajaba. Coches de fuera, gente desconocida... piezas poco frecuentes. «Estos son de ... la ‘secreta’, pensé, pero si aquí no viene nadie», comentó ayer un vecino que llevaba días «con la mosca» de que algo se estaba cociendo en un barrio de gente obrera, con casas humildes, donde todos se conocen, los niños corretean libres y van andando al colegio, se alterna en los mismos bares y los turistas ni pisan. Ese «algo extraño» se destapó ayer por la mañana, cuando la gente se despertó con jaleo policial. «Un follón de coches antes de las ocho, me asomé y vi a unos policías con pasamontañas a degüello, otros cubiertos con cascos, con armas, pensé que era algo de droga, aquí hay dos o tres puntos complicados...», comentó un residente en las torres próximas. Desde su piso vio el trasiego de agentes entrando y saliendo de un estrecho callejón, el lugar más discreto que puede haber en este barrio, donde luego supieron que se ocultaba el «depredador sexual de niñas» que definían por la tele, simplemente el «sobrino de Madrid» para la gente de la Bajada de San Juan que conocía a sus tíos. Nadie aquí podía imaginar que ese chico «alto, rubio, fuerte, bien parecido y educado» pudiera tener tamaño historial y que fuera el hombre más buscado por la Policía.

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