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Entrevista con Albert Cortina

«Pensar que podremos descubrir las leyes de la vida y conducir la evolución a nuestro antojo es una idea muy soberbia»

¿Podrá nuestra consciencia transferirse a un avatar para lograr la inmortalidad? ¿Las máquinas nos ganarán en inteligencia? Son algunas de las cuestiones que suscita el transhumanismo

«Pensar que podremos descubrir las leyes de la vida y conducir la evolución a nuestro antojo es una idea muy soberbia» FTPGB

Pilar Quijada

El abogado y urbanista Albert Cortina (Barcelona, 1961) acaba de publicar, junto con el biólogo Miquel-Ángel Serra, el libro “ Humanos o posthumanos. Singularidad tecnológica y mejoramiento humano ” (Fragmenta), en el que plantean cuestiones sobre nuestro futuro como especie , que según algunas predicciones, habrá de enfrentarse a un crecimiento tecnológico exponencial que podría incluso poner en peligro nuestra existencia .

“¿Estamos dispuestos a aceptar una especie humana mejorada tecnológicamente a partir de la transformación radical de sus condiciones naturales, como propone el transhumanismo ? ¿Se está produciendo ya la singularidad tecnológica que dará lugar a ese salto evolutivo irreversible del género humano hacia el posthumano ?” ¿Podrá realizarse un escaneo de la matriz sináptica de un individuo y reproducirla en una computadora , con lo que podría migrar [la consciencia] desde nuestro cuerpo biológico a un sustrato puramente digital?, son algunas de las cuestiones que Cortina y Serra plantean en su libro, que se presentó a finales de junio en la Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno.

El término “singularidad tecnológica”, popularizado por el informático y autor de ciencia ficción Vernor Vinge hace referencia al crecimiento “exponencial” de la tecnología informática que dará lugar a una inteligencia artificial “dura” que supere a la humana. Según el inventor, empresario y escritor estadounidense Raymond Kurzweil , esa “singularidad” o punto de inflexión, tendrá lugar de aquí a 2050 .

Entre las predicciones futuristas de Kurzweil están una serie de progresos en medicina que permitirán ampliar radicalmente la esperanza de vida y la calidad de la misma, gracias a los avances en nanomedicina, que harán posible, sostiene, que diminutas máquinas microscópicas recorran nuestro organismo reparando daños a nivel celular.

También predice que en los próximos 35 años los avances tecnológicos darán lugar a máquinas dotadas de inteligencia , consciencia y emociones . En el inminente mundo de Kurzweil, los implantes cibernéticos dotarán a nuestra especie de nuevas habilidades físicas y cognitivas . Todas estas ideas están en la base del transhumanismo, una corriente surgida en los 60, de la que hoy es Kurzweil uno de los representantes más notorios.

Cortina y Serra, con su libro y con el curso Singularidad tecnológica, mejoramiento humano y neuroeducación ”, que tiene lugar estos días en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, en Santander , con el patrocinio de la Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno, abren “el debate sobre el transhumanismo entre personas que creen en él y las que no ”, explica Cortina. “Nosotros abogamos por un humanismo no contradictorio con los avances tecnológicos, pero crítico con el transhumanismo . Un humanismo abierto a la transcendencia no materialista, abierto a que hay misterio y no lo vamos a descubrir todo”, asegura.

Aunque todas las predicciones sobre las máquinas y la inmortalidad del ser humano en un soporte informático suenen a ciencia ficción, al menos de momento, Cortina advierte que “la línea transhumanista no es ciencia ficción , sino que hay científicos y centros que, se declaren o no transhumanistas, están inspirados por esa visión en sus investigaciones. Por eso lo ponemos en la palestra”. Esta corriente que sigue siendo futurista, al menos por el momento, para este abogado, “tiene aspectos positivos, pero críticos, sobre cuestiones que pueden ir contra la dignidad de la persona y contra la libertad ”.

-Vayamos al principio, ¿qué es el transhumanismo?

-Es un movimiento filosófico que se transforma en ideología, cuya idea es que debemos integrarnos o interaccionar, con nuestro propio cuerpo, con las tecnologías actuales, que están creciendo de forma exponencial: nanotecnología, biotecnología, tecnología de la información o tecnologías cognitivas como la neurociencia y la neuroespiritualidad. Son las mismas preguntas de siempre adaptadas a los tiempos actuales: ¿qué configura un ser humano, tener consciencia de sí mismo, del universo que habitamos? ¿Y cuando los robots avancen, además de aprender, tendrán consciencia y sentimientos también como nosotros?

-En el estado actual de la ciencia eso parece aún muy lejano... Como argumento cinematográfico no está mal, pero suena aún más a ficción que a ciencia, ¿no?

-Ahí está el proyecto 2045 , que toca el aspecto de la inmortalidad cibernética , y de cómo nuestro ser material intangible, nuestra identidad, podría transferirse a un avatar, un holograma, un ciborg o un robot para alcanzar la inmortalidad. Hay quien piensa que tiramos el dinero con esas investigaciones. Quienes lo hacen dicen que ya estamos transfiriendo identidad personal, como nuestros datos, aunque aún de forma incipiente, en la red. Prolongando esta idea ¿por qué no se podría transferir nuestra propia identidad o volcar el alma en la red? Desde el transhumanismo esa inmortalidad cibernética se refiere a esa identidad nuestra que estará cada vez más volcada en la red.

- El proyecto 2045 es una idea del magnate ruso Dimitry Itskov, que está empeñado en ganar la batalla a la muerte a través de un avatar o un cuerpo formado por nanorobots. El viejo mito de la inmortalidad... Con el estado de la ciencia actual, incapaz de frenar enfermedades propias de los años extra de vida que hemos ganado durante el siglo pasado, como las neurodegenerativas, ¿podemos pensar que ocurrirá lo que Itskov propone en un futuro tan cercano?

­-Los mitos existen, como el de volar, que hemos logrado hacer realidad mediante tecnología. El mito de la inmortalidad, o tiene un tinte espiritual, y lo enfocamos hacia el objetivo de que perduraremos en otra vida, o lo hacemos artificialmente, como propone el transhumanismo, que apuesta por la inmortalidad cibernética. Del mito del superhombre, hemos tenido ejemplos claros en el siglo XX de lo que puede acabar siendo, como la eugenesia nazi. Todos estos mitos, como el de la felicidad extrema, del mundo feliz, sabemos lo que pueden representar. Somos felices porque somos personas y las cosas corrientes nos llevan a la felicidad. Pero algunos parecen empeñados en construir un mundo feliz artificial.

-Superlongevidad, superinteligencia, superbienestar son objetivos del transhumanismo ¿Qué pasos de gigante, con base científica, se están dando en esa dirección?

-La superlongevidad se la están planteando y es constatable, porque estamos aumentando la esperanza de vida, con la medicina y la alimentación. Esto no es malo. Ahora vivimos 82 años. Pero esto plantea aspectos socieconómicos muy importantes. Si todos los habitantes del planeta, de aquí a unas décadas, viviremos muchos años y en buenas condiciones, y llegaremos a los 120 años, se producirán enfermedades neurodegenerativas. Y ¿qué haremos con las pensiones, con el trabajo, se prolongará el tiempo laboral, tendremos que estar más años trabajando? ¿Cómo tendrá que reestructurarse la sociedad para equilibrar esa pirámide invertida? ¿Qué representa en cuanto a la etapa productiva de vida? ¿Están preparadas las ciudades, los recursos naturales? Ya vivimos una crisis ambiental, con todos los que somos y con la longevidad de occidente...

-¿Y el superbienestar, entonces, dónde queda?

-Superbienestar, como utopía, se plantean evitar las depresiones, potenciar la creatividad, hacer niños a la carta, que ofrecerá a los futuros padres posibilidades de escoger características. Por eso desde el humanismo queremos aplicar una cura de humildad a los transhumanistas. Creerse como dioses, creer que el ser humano podrá descubrir las leyes de la vida y conducir la evolución a su antojo es una idea muy soberbia. Pero no por ello hay que menospreciarla, porque hay personas que financian proyectos para construir una cultura de la mejora en la que nos vamos acostumbrando a un cierto relato transhumanista.

-Eso del “mejoramiento humano”, ¿en qué se diferencia de la eugenesia de la Alemania nazi que usted mencionaba antes?

-Prefiero hablar del perfeccionamiento. Desde ese punto de vista es alcanzar la perfección. Si eres creyente como yo, tienes un modelo para alcanzar. Esa idea es sana, lícita, impregnada en nuestra naturaleza. Perfeccionamiento en todas las dimensiones del ser humano. La idea de mejoramiento, que también se ha utilizado para las semillas transgénicas, cuando se usa para los seres humanos, sí tiene esas connotaciones peyorativas. ¿Cómo se hará, quién, para qué, y con qué objetivo? No todo vale. Suena muy bien querer ser mejores, pero ¿nos hará mejores la integración con las tecnologías?

-¿Cuál es el objetivo del curso que están impartiendo en Santander?

- Lo que intentamos es abrir el debate en la sociedad y poner en conexión a los expertos en un ambiente interdisciplinar, como requiere esta crisis de civilización, porque es una crisis económica, política, social, de valores, de ética. No sabemos hacia donde nos llevarán los nuevos paradigmas, porque desde el transhumanismo nos plantean un cambio radical de la especie humana a un poshumanismo. Queremos un debate diferente a los de las televisiones, que no llegan a ningún lugar, sino un debate que lleve a adoptar consensos científicos y ciudadanos sobre los límites éticos a esos avances tecnológicos y científicos.

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