Suscribete a
ABC Premium

Mal diseño, exceso de aforo y «botellón»

ABC reconstruye, según los datos del atestado policial, cómo se desencadenó la avalancha mortal y los puntos oscuros de la organización

Mal diseño, exceso de aforo y «botellón» pedro sánchez

CARLOS HIDALGO

«Rocío. 14-7-1994. 1-11-2012». Ese es el homenaje, también el epitafio, que se ha tatuado en el costado Miguel. El trágico destino de su novia desde hacía un año ha quedado por siempre sellado al de Katia, Cristina y Belén , aplastadas durante la «Thriller Music Park» del Madrid Arena el pasado Halloween. María Teresa, la quinta víctima, sigue con la vida pendiendo de un hilo. Nada más atronar el eco de la muerte, la Policía Nacional se puso a trabajar. No hay datos definitivos aún. Sí un atestado provisional de unas 200 páginas, totalmente aséptico, que no valora ni imputa, pero del que se extraen tres conclusiones preliminares y relacionadas entre sí: el aforo era excesivo, incluso si se hubiese cumplido con el tope de las 10.600 entradas, puesto que el cálculo habría que realizarlo sobre el espacio libre sólo de la pista; el diseño del pabellón no es el adecuado para ese tipo de eventos, preparado sólo para conciertos con público sentado y un máximo de 8.649 personas, y con unos vomitorios demasiado estrechos, entre otras deficiencias; y el «botellón» exterior de 3.000 ó 4.000 jóvenes fue tolerado y desembocó en un asalto al edificio municipal que fue incontrolable y derivó en la avalancha mortal. ABC reconstruye aquellas seis horas según los datos policiales que se manejan hasta la fecha. [ Ve el gráfico a tamaño ampliado ]

Once de la noche. La fiesta arranca oficialmente, pero la mayoría del gentío se arremolina en torno a un enorme «botellón» desde la entrada a la Casa de Campo y la explanada del «parking» más cercano al Madrid Arena. La Policía Municipal ha desplegado a un oficial, un sargento, un cabo y 17 agentes en labores de control y vigilancia del perímetro exterior del pabellón. Tirando por lo alto, un policía por cada mil personas de público, entre el concierto y el «botellón». El evento, según el concejal de Seguridad, fue registrado como de riesgo medio, pero el dispositivo, explicó, fue medido como si la peligrosidad fuese alta.

La bengala no fue la causa

La seguridad y el control de accesos del recinto corresponden a la empresa contratada por Madrid Espacios y Congresos, gestora del Madrid Arena. Seguriber tiene a 35 de los 38 empleados para la ocasión en las entradas y en labores de requisa.

Pero nadie evita el «botellón», que se alarga durante toda la madrugada. El grueso de los asistentes a la fiesta entra en el pabellón en torno a las tres de la madrugada, que es cuando comienza el plato fuerte de los Dj, con el estadounidense Steve Aoki como «estrella». Los testimonios de los acompañantes de las víctimas indican que la mayoría de ellas llegan a la pista a esa hora. No sin antes sufrir aglomeraciones en el Metro desde que algunas de ellas lo toman en Alameda de Osuna; es más, en el transbordo en Alonso Martínez presencian una pelea entre jóvenes.

El informe policial recoge varios aspectos fundamentales: la comparecencia de los agentes que participaron en el suceso; los partes de lesiones y evolución médica de las cinco chicas; las declaraciones en la Jefatura Superior de Policía de una treintena de testigos; y las del empresario de Diviertt, Miguel Ángel Flores (que no cesó de llorar), y su segundo; las de Dato, la contratada para el control de las entradas, y las del personal de seguridad.

De ninguna de ellas se extrae que la causa de la tragedia fuese una bengala o petardo, aunque sí los hubo durante toda la noche, hasta en la pista; casi todos los asistentes hablan de que había menores (cosa evidente si tenemos en cuenta que una de las fallecidas tenía 17 años) y que se coló mucha gente, lo que provocó una sensación de agobio constante y mayor que en citas similares anteriores, como las organizadas por Flores la pasada primavera en el mismo recinto.

El colmo del hacinamiento llega al término de la actuación del Dj telonero, cuando se dio paso a la de Aoki. En ese interludio, hay gente que aprovechó para salir de la pista. Dos amigas de Cristina y Rocío se salvan por los pelos, al subir a una barra del anfiteatro superior a comprar bocadillos. Peor suerte tienen sus compañeras. Van, con Katia y María Teresa, en el inicio del grupo que sale por el vomitorio que está justo enfrente del escenario. Necesitan acudir al baño, que también está masificado, y a tomar algo.

4.07 horas: «¡Una avalancha!»

Mientras, fuera, donde el alcohol a mansalva ya está haciendo de las suyas, se corre la voz de que Aoki va a empezar a tocar. Cientos de personas, según el atestado (que evita dar cifras de aforo real, porque esa prueba pericial está aún por acabar), saltan los tornos de entrada, sin tique, y corren hacia el interior del pabellón; el control de acceso se revela insuficiente y todo se desborda.

Los «asaltantes» toman el pasillo hacia uno de los vomitorios habilitados (hay nueve en total, pero sólo dos abiertos) y las víctimas se topan allí con los que se han colado, a la carrera, y con quienes bajan apresurados para no perderse a Aoki por las dos escaleras que comunican el anfiteatro superior con el corredor. Se juntan dos corrientes opuestas de unas cien personas. Katia, Belén, Teresa, Rocío y Cristina , caen al suelo y, en un efecto dominó a la inversa, las sepultan decenas de jóvenes. Los tres o cuatro vigilantes de esa zona se ven desbordados ante la avalancha humana. Uno de ellos rompe de un golpe la puerta de la sala de dopaje que está justo al lado y se ve el fogonazo de otro petardo. La gente grita, desesperada. Son las 4.07 horas, y un chico realiza la primera llamada al 112: «Hola, llamo desde el Madrid Arena. Se ha producido una avalancha. Hay gente en el suelo, y varios vigilantes están reanimando a unas jóvenes...».

Las cinco jóvenes entran en parada cardiorrespiratoria traumática, a causa del aplastamiento. Dos de ellas mueren allí mismo, atendidas primero por los dos médicos y dos ATS contratatos por Diviertt . Son Katia y Rocío. La tercera, Cristina, es trasladada por un miembro de la seguridad privada, que también es policía municipal en Puente de Vallecas, que intenta renimarla sobre una de las barras.

El Samur es avisado por la organización a las 4.12. La Policía Municipal envía un refuerzo de otros 24 efectivos y 80 de la Nacional se suman. Los sanitarios municipales consiguen mantener con vida a Cristina, que muere nada más llegar al Clínico. Belén (que muere tres días después) y Teresa son trasladadas a otros hospitales.

Mientras, la fiesta sigue. La mayoría de la gente no se ha enterado de lo ocurrido. Mejor así; la Policía comienza una discreta evacuación, casi persona a persona, para evitar un caos de pánico. A las 6.00 acaba la fiesta y a las 6.30, los servicios contratados limpian la zona. Veinte minutos después, termina el desalojo. Y a las 7.10, se informa de lo ocurrido a los medios.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación