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MONTECASSINO

MAS Y LOS MANIFIESTOS

HERMANN TERTSCH

El manifiesto de la izquierda no es sino una forma alambicada de darle al nacionalismo catalán todo lo que quiere

EN defensa de los ahora sorprendidos por el delirio desatado en Cataluña hay que decir que todo el disparate supera con mucho lo que preveíamos ... los más pesimistas. Porque la fuga hacia el desafío soberanista de un Artur Mas incapaz de lidiar con la crisis era previsible. En los cenáculos se contaba con ello para el año próximo. Que para entonces diera el nacionalismo toda la lata posible de cara al año redondo y sentimental del tricentenario de su Gran Mentira. Pero es evidente que todos sobreestimaron la capacidad de aguante del presidente de la Generalidad. Y su criterio. Y su carácter. Y su decencia. Y su inteligencia. Don Artur ha demostrado que es mucho menos y mucho peor de lo que sus mejores enemigos pensaban, los que ahora le alimentan el «ego providencial». Ha demostrado ser un cobarde incapaz de afrontar los retos para la modernización que ha de acometer Cataluña para no quedarse para siempre donde lentamente se ha ido instalando. Es decir, en la parálisis ruinosa de una economía en declive, una sociedad dependiente y una administración corrupta. El señor Mas va camino de crear un Estado fallido sin siquiera haber tenido Estado. Y por eso, en el ataque de pánico que siguió a la Diada, el señor presidente decidió tirarse por el precipicio. Gritando mucho, para que le salven desde Madrid, antes de partirse la crisma. Pero como todo lo que le sucede le viene grande, muy grande, ya ha tropezado mil veces. Y se salta por ello, una tras otra, todas las líneas rojas, todos los límites, rompe todas las redes que lo habrían mantenido con vida antes de llegar al fondo. Y Artur cae y grita.

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