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Así nacieron los Sanfermines

El origen de diez de las tradiciones que conforman las fiestas

m.arrizabalaga

Los Sanfermines son el paradigma de tradiciones que nacieron de forma espontánea y hoy resultan imprescindibles en las fiestas. He aquí el origen y el por qué de una decena de ellas:

¡Viva San Fermín!

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Ya antes de que comenzaran a celebrarse los Sanfermines, se rendía culto a San Fermín . La tradición cuenta que fue el primer obispo de Pamplona. Se dice que San Saturnino bautizó a Fermín en el lugar conocido como el «pocico de San Cernin» en el siglo III y se ordenó sacerdote en Toulouse (Francia) antes de volver a la capital navarra ya como obispo. Murió decapitado en Amiens. Su culto no consta documentalmente hasta el siglo XII, importado de Amiens en cuyas letanías figuraba desde el siglo VIII. Es co-patrón de Navarra junto a San Francisco Javier. La figura que recuerda al santo descansa en una capilla a su nombre que se inauguró el 7 de julio de 1717 en la iglesia de San Lorenzo.

Los primeros Sanfermines

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Las fiestas de San Fermín tienen su origen en la Edad Media y no eran el 7 de julio, sino el 10 de octubre . Fue en 1591 cuando los pamploneses, cansados de que sus fiestas estuvieran siempre pasadas por agua, decidieron trasladarlas al mes de julio, haciéndolas coincidir con las ferias de ganado. Los primeros Sanfermines, con pregón, música, torneo, teatro y corridas de toros, duraron dos días. Las crónicas de los siglos XVII y XVIII hablan de actos religiosos junto a músicos, danzantes, saltimbanquis, encierros y toros, mostrando cómo las fiestas siempre han bailado entre lo profano y lo religioso . En más de una ocasión los toros se fugaban por las calles de la ciudad ya que aún no existía el doble vallado.

En siglo XX se incorporaría el Riau-Riau y el Chupinazo y los Sanfermines alcanzarían su actual popularidad, gracias entre otros motivos a las crónicas periodísticas del escritor estadounidense Ernest Hemingway y su novela «Fiesta» (1926). Hemingway llegó a Pamplona por primera vez en 1923 y hasta 1959 fue habitual en las terrazas de la Plaza del Castillo y el Hotel La Perla.

El encierro, casi igual desde 1852

El recorrido actual del encierro se remonta a 1922, año en que se inauguró la plaza de toros donde hoy se celebran las corridas de toros por la tarde, aunque solo varía en la curva final del trayecto que se corría desde 1852. La «plaza vieja» que se inauguró ese año se encontraba justo enfrente de la actual, en la trasera del Teatro Gayarre. Pero la tradición del encierro se remonta mucho tiempo atrás. En el inicio era simplemente el traslado de los toros hasta los corrales de la plaza, que hasta 1843 fue la Plaza del Castillo y también estuvo de forma provisional en la Plaza del Vínculo. Un abanderado a caballo iniciaba la marcha y los pastores cerraban el recorrido. No se conoce con exactitud cuándo comenzaron los mozos a correr delante de los toros. Luis del Campo Jesús (1912-1995), un médico forense pamplonés considerado como «el historiador del encierro», compartía la opinión de los regidores de 1787, cuando afirmaban, que «la función de correrse toros es tan antigua en Pamplona, que no se le descubre principio».

El encierro comenzaba a las seis de la mañana hasta que en 1924 se retrasó a las siete y en 1974, a las ocho actuales.

El canto «A San Fermín pedimos...» que por tres veces se entona frente a la hornacina de San Fermín en la cuesta de Santo Domingo data de 1962. Es un fragmento del himno de la peña La Única, con letra de Joaquín Zabalza, miembro de Los Iruñako, y música del maestro Turrillas.

El primer Chupinazo

Desde 1901 se lanzaban cohetes desde la plaza del Castillo de Pamplona para avisar del inicio de las fiestas de San Fermín, pero nadie otorgaba ningún valor al acto. Larrión y Pimoulier recogen el testimonio de su amigo Javier Alonso que dice que «recuerda perfectamente, al igual que otros amigos suyos, cómo un conocido republicano y gran pamplonés llamado Etxepare fue el encargado de encender la llama desde 1931, fecha en la que se proclamó la República, hasta el año 1936 inclusive. Él fue testigo de ese primer chupinazo y recuerda que iba vestido a la moda de la época con su pajarita y su sombrero de paja». Terminada la Guerra Civil, Joaquín Ilundáin y José María Pérez Salazar retomaron la costumbre en 1939. Desde 1941 se lanza el Chupinazo oficial desde el Ayuntamiento.

De blanco y rojo desde los años 60

reuters

¿Por qué todos los pamploneses y cuantos acuden a las fiestas de San Fermín se visten de blanco, con faja roja a la cintura y pañuelo rojo al cuello? Nadie sabe con exactitud cuándo se instauró esta costumbre, extendida desde los años 60, aunque hay distintas teorías. Unos apuntan a los socios de la Peña La Veleta como sus creadores en 1931, otros la relacionan con los pelotaris o los joteros. Sí se sabe que la tradición del pañuelo rojo es anterior a la indumentaria blanca. Según la tradición, el color rojo recordaría el martirio de San Fermín, que murió decapitado. En las ceremonias religiosas en honor a un santo que murió mártir, los sacerdotes acostumbran a vestirse de rojo y el pañuelo podría ser una interpretación de esta costumbre. Otro teoría evoca al año 1599 cuando una epidemia azotó la ciudad. Como remedio se colocaba en el pecho de los enfermos un sello con la representación de las Cinco Llagas de Cristo . Cuentan que el pañuelo rojo simboliza esas llagas que, al parecer de algunos, habrían surtido efecto contra la peste. Pamplona sigue celebrando el Voto de las Cinco Llagas cada jueves santo en recuerdo de aquello.

Peñas con más de un siglo

La Única, fundada en 1903, es la más veterana de las 16 peñas sanfermineras. El resto de peñas son Muthiko Alaiak, El Bullicio Pamplonés, La Jarana, Oberena, Aldapa, Anaitasuna, Los del Bronce, Irrintzi, Alegría de Iruña, Armonía Chantreana, San Juan (Donibane), La Rocha, 7 de Julio San Fermín, San Jorge y El Charco. Su protagonismo en el tendido de sol durante las corridas llega en ocasiones a eclipsar al propio toreo.

Gigantes y Cabezudos

Existe constancia de su existencia desde el siglo XVI aunque en el XVIII cayeran en el olvido. La corte de reyes actual data del siglo XIX y es obra del escultor Tadeo Amorena , a quien en 1860 el Ayuntamiento de Pamplona encargó ocho gigantes que representaran cuatro continentes o razas La comparsa la forman 25 figuras de cartón piedra . Aquí puedes conocerlos a todos

Un siglo con (o sin) Riau-riau

El acto, que tampoco pudo completarse este año, nació en 1911 cuando un grupo de carlistas, encabezados por Ignacio Baleztena, decidieron incordiar a los concejales liberales a su paso por la calle Mayor, en tono festivo. Desde entonces y hasta que fueron suspendidos en 1991 tras varios años de enfrentamientos y bloqueos, cientos de personas trataban de impedir el paso de la corporación municipal desde el Ayuntamiento hasta la iglesia de San Lorenzo para celebrar la misa de Vísperas mientras cantaban y bailaban la «alegría de San Fermín», un vals compuesto por Miguel Astráin que se conoce ya como el «vals de Astrain». Baleztena también fue el creador de la famosa canción de «Uno de enero, dos de febrero...».

La gamberrada del Struendo

Sin día fijo y al margen del programa oficial, desde hace medio siglo se juntan en la trasera del Ayuntamiento numerosos sanfermineros armados con cualquier cacharro que meta ruido. La iniciativa partió en 1961 de una cuadrilla encabezada por Javier Echarte y Julián Velasco como una pequeña gamberrada y hoy ya es tradición que cuenta con su propia peña: El Struendo de Iruña.

La letanía del Pobre de mí

El «pobre de mí, pobre de mí, que se han acabado las fiestas de San Fermín», que se canta la medianoche del 14 de julio y al que sigue el esperanzador «Ya falta menos...» da origen al último acto oficial de las fiestas, desde que en la década de los años 20 un pamplonés llamado Julián Valencia y sus amigos improvisaran este fin de fiesta. El alcalde despide las fiestas desde el balcón consistorial y convoca a todo el mundo a participar en las del año próximo, mientras la gente enciende una vela y se quita el pañuelo. Muchos van a colocarlo en las rejas de la iglesia de San Lorenzo, en lo que ya empieza ser otra tradición más.

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