Fallece el creador del Commodore 64, la bestia de los microordenadores de 8 bits

Nacido en el seno de una familia de inmigrantes judíos, Tramiel llega al mundo durante el frío invierno de 1928, en la localidad polaca de Lodz. Pasó parte de su infancia en el campo de concentración de Auschwitz, al que fue enviado junto a su familia cuando las fuerzas alemanas invadieron Polonia. Posteriormente, fue trasladado all campo de trabajos forzados de Ahlem, de donde salió en abril de 1945, liberado el Ejército estadounidense. Un par de años más tarde emigra a Estados Unidos. Allí comenzaría a forjarse la leyenda de quien luego resultaría ser todo un emprendedor. Se alistó en el Ejército y aprendió a reparar material de oficina como máquinas de escribir. En 1953 da el primero de una serie de importantes pasos y decide comprar una tienda en Nueva York de venta y reparación de máquinas de escribir bajo el nombre de Commodore Portable Typewriter.

El punto de inflexión llegó cuando la compañía entró de lleno en el diseño y desarrollo de calculadoras. Se produjeron entonces dos hitos importantes: por un lado, Commodore compró en 1976 de MOS Technologies, la empresa que había creado la CPU 6502, utilizada en muchos aparatos electrónicos de la época, fruto de aquella adquisición Tramiel lanzó en 1977 el primer ordenador personal: el Commodore PET 2001, un equipo muy básico. Pronto trasladó la compañía a Silicon Valley, convirtiéndose en uno de los pioneros en la cuna del sector tecnológico. Por otro lado, un año más tarde, uno de los desarrolladores de la compañía, Alan Charpentier, diseña VIC, un chip que reproduce gráficos y sonido que quedó guardado en un cajón a la espera de un buen proyecto.

Inspirado por los adelantos que poco a poco iban haciendo sus competidores, con Sir Clive Sinclair a la cabeza, Tramiel comenzó a pensar en completar su pequeña línea de ordenadores con una computadora de bajo coste y en color, un ordenador que pudiera llegar al gran público. Tomó aquel chip previamente desarrollado y lanzó en 1980 VIC-20. Era el paso previo a una revolución que solo tardaría dos años en llegar. El microordenador fue un éxito pero en la compañía no se dormían en los laureles y seguían desarrollando piezas de hardware.

Dos, en concreto, conformaban la línea puntera de la empresa. VIC-II perfeccionaba el chip interno del ordenador y se apropiaba -algo que Tramiel hizo muy a menudo- de las innovaciones de la competencia. SID era algo totalmente nuevo. El revolucionario chip se encargaba del sonido de la máquina, un sintetizador de tres canales que, directamente, no tenía competencia alguna. Frente a los pitidos que emitían el resto de sus competidores, los compositores consiguieron incluso introducir voces digitalizadas, merced curiosamente a un fallo de diseño en el chip. Con ambas piezas de hardware listas, Tramiel dio la orden: Quería presentar un nuevo ordenador para enero de 1982 y ponerlo a la venta en agosto de ese mismo año. Dicho y hecho.

En dos días se diseñó el nuevo ordenador y antes de finalizar 1981 ya había cinco prototipos listos. La máxima, en todo caso, era optar por la eficiencia. La compra de MOS Technologies se reveló entonces como una jugada maestra pues el acceso a todas sus cadenas de montaje hacían el proceso de fabricación mucho más barato. Optar por un diseño externo casi idéntico al del anterior ordenador también ayudaba contener los gastos. Así, la computadora llegó los establecimientos por sólo 595 dólares. Antes de Navidad había bajado a los 395 dólares y en 1985 se podía obtener por debajo de los 200 dólares.

¿Resultado? Se vendieron entre 17 y 25 millones de unidades en todo el mundo y siguió fabricándose hasta 1993. Pero, ¿qué hacía tan especial al Commodore 64? Tramiel y su equipo de diseñadores habían creado un ordenador más potente que los PC de la época y mucho más barato, asequible para la clase media y ‘real’, algo de lo que no podían presumir los primeros Spectrum con teclado de goma. Y a pesar de que la compañía lo vendía como un ordenador ideal para los negocios, la gracia y el punto fuerte de la máquina estaba en los juegos y en que daba a los usuarios la posibilidad de confeccionar sus propios programas.

Con 64 kilobytes (65,536 bytes) de Ram y un reloj que funcionaba a menos de un megahercio de velocidad, sus excelentes capacidades gráficas -contaba con una paleta de 16 colores- y sonoras -Martin Galway y Chris Hulsbeck son dos de los compositores que más exprimieron las capacidades de SID- hicieron del Commodore 64 el ordenador personal favorito de millones de ususarios. Para el recuerdo quedan juegos como la trilogía ‘The Last Ninja’, ‘Fist 2’, ‘The Sentinel’, ‘Rambo: First Blood 2’, ‘The Great Escape’, ‘Infiltration’ y las conversiones de máquinas recreativas como ‘Commando’, ‘Afterburner’, ‘Green Beret’ o ‘Combat School’.

Tras el éxito de la máquina, Tramiel abandonó en 1984 la compañía y unos meses más tarde funda Tramel Technologies, que consigue hacerse con la división de consumo de Atari Inc. de Warner Communications, tocada por la crisis que el sector del videojuego había pasado en 1983. En 1996 vende Atari Corporation al fabricante de disqueteras Jugi Tandon Storage en un trato de fusión de empresas. La empresa recién fusionada fue llamada JTS Corporation, y Jack Tramiel se unió al consejo ejecutivo de JTS en el que ha permanecido hasta su muerte, el pasado domingo. Nunca fue tan mediático como el fundador de Apple, Steve Jobs, o el cofundador de Microsoft, Bill Gates, pero su figura merece, al menos, el mismo reconocimiento.