El festín caníbal de los «porteros»
Los mafiosos desollaron a su víctima, la guisaron, se la comieron y arrojaron las sobras al Manzanares. En el ritual se hicieron una máscara con su piel
CRUZ MORCILLO
Sretko Kalinic, «La Bestia», se lo contó a la Policía serbia en 2010: «Los Tigres de Arkan» habían sacado la trituradora de carne humana no solo en su país de origen; también en Madrid, un año antes. A él le apodaban así por ... su probada afición a darle a la manivela con los trozos de sus víctimas. «La Bestia», que había formado parte del grupo paramilitar y se había reconvertido como el resto de sus compañeros en miembro del clan mafioso «Zemun», explicó que el jefe, Luka Bojovic, y varios de sus hombres habían asesinado a otro integrante de la organización criminal en un piso del barrio madrileño de Ciudad Lineal. Lo habían descuartizado, desollado, triturado, cocinado, se lo habían comido para almorzar, y arrojado las sobras al río Manzanares. En mitad del ritual se hicieron una máscara con la piel de la víctima.
«¿Con qué cara le decíamos a un juez en ese momento que pensábamos que había restos de un festín caníbal entre el lodo del río , o que nos autorizara una entrada y registro en un piso con inquilinos nuevos en busca de una picadora porque un tipo en la cárcel había contado una película de terror?», relata uno de los investigadores a ABC . «Decidimos aparcarlo mientras buscábamos a Bojovic y a su gente».
Y vaya si los buscaron. Durante más de veinte meses el Grupo de Atracos de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta de la Policía se convirtió en la sombra de la escultural Bárbara Bojovic, la mujer del jefe de los «Tigres de Arkan», que había alquilado un piso para ella y sus tres niños en Cala Finestrat (Benidorm), donde ejercía de madre perfecta abonada a la cirugía plástica y el gimnasio. Serbia había emitido una orden de detención contra su marido, desaparecido desde 2006 y a quien se relacionaba con el asesinato del primer ministro de su país, Zoran Djindjic en 2003. Existía una más que fundada sospecha de que se había refugiado en España bajo una identidad falsa, pero un militar como él no iba a dejarse atrapar fácilmente.
Hasta la guarida
Durante las extenuantes vigilancias a su familia , jamás se le vio. El pasado 8 de febrero, la constancia obtuvo recompensa. Ese día, su lugarteniente Vladimir Mijanovic, que cuidaba de la esposa y los retoños en ausencia forzosa del jefe, viajó con un billete a su nombre de Canarias a Madrid y de ahí a Valencia. Las medidas de seguridad que adoptó no evitaron que lo siguieran hasta la puerta del piso que tenían alquilado en esa ciudad y hasta la misma guarida de Bojovic. Los dos, junto con los fugados Vladimir Milisavljevic (el tipo que apretó el gatillo contra el primer ministro serbio) y Sinisa Petric, huido de prisión, fueron detenidos tras su almuerzo en un restaurante de solera en el centro histórico de Valencia.
Los agentes registraron las dos viviendas alquiladas por la cúpula del «clan Zemum» —dos pisos francos en los que pasar desapercibidos— y encontraron mucho más de lo que jamás habrían imaginado: un arsenal de armas de guerra formado por tres subfusiles de asalto Scorpio, nueve pistolas semiautomáticas, una escopeta, un llavero pistola, silenciadores, cargadores y abundante munición. Luka Bojovic guardaba 557.000 euros en metálico.
Junto a las armas y el dinero, fotografías de la familia Bojovic, que había logrado dar esquinazo a la Policía en todas sus citas; cartas de amor cursis de Luka a su adorada Bárbara y un manuscrito espeluznante: varias páginas en las que se describe con detalle el macabro crimen de Ciudad Lineal que algunos de los «tigres» cometieron en 2009, junto a un plano de la zona del Puente de la Reina sobre el río Manzanares.
Una bala traidora
La versión coincide con la aportada por «La Bestia» en Serbia —él vivió en ese piso de alquiler y participó en la carnicería—. Mataron a la víctima a martillazos, supuestamente porque se había quedado con dinero de la organización; compraron un hacha para trocear al serbio traidor, pero se les partió; lo intentaron con otra similar y al final recurrieron a una herramienta más efectiva: una picadora de carne. La máquina también se averió porque el mafioso tenía alojada una bala . Parte del cuerpo estuvo varios días en la nevera del piso compartido antes de que la guisaran y se la comieran; otra acabó en el inodoro, que se atascó, según el relato de la carta; los huesos que les quedaron los arrojaron al Manzanares. El plano hallado en Valencia especificaba el lugar exacto del cauce. «A la traductora serbia que leyó las páginas se le salían los ojos de las órbitas», detallan los investigadores.
El juez de la Audiencia Nacional Fernando Andreu autorizó a la Policía a que dragara esa parte del río. Durante una semana se buscó el mejor modo, y con cedazos y a mano los agentes lograron recuperar en una jornada más de medio centenar de huesos que analiza la Policía Científica . Ayer, concluyó el rastreo sin que se hallaran más restos. El magistrado ya ha ordenado la entrada y registro en el piso de Ciudad Lineal, que tiene nuevos inquilinos completamente ajenos a la casa de los horrores en la que habitan.
La Udev intenta ahora, con la colaboración de sus colegas serbios, determinar quiénes participaron en el crimen, dado que en el documento encontrado se culpan unos a otros. Las sospechas apuntan a que al menos están implicados dos de los «tigres» encarcelados en España, que han sido reconocidos por algunos vecinos. A Luka Bojovic, el jefe, no lo había visto nadie por la casa madrileña. Quienes les trataron, fornidos y de buena planta, pensaban que trabajaban como porteros de discoteca. «Pasaban totalmente desapercibidos en su día a día», explican los agentes. Alguna de las vecinas reconoció, horrorizada, que había salido de copas con los educados caníbales.
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