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El «pirulí» de Niyázov

Turkmenistán, superpotencia del culto a la personalidad, vuelve a colocar en la capital la estatua de oro del dictador fallecido. Regresa la megalomanía

El «pirulí» de Niyázov ABC

RAFAEL M. MAÑUECO

La descomunal y aparatosa estatua bañada en oro de Saparmurat Niyázov, difunto dictador de Turkmenistán, que se bautizó a sí mismo con el nombre de «Turkmenbashí» (padre del pueblo), ha vuelto a ser erigida en Ashjabad, la capital del desértico país centroasiático. La reaparición de la escultura es para muchos turkmenos un signo de que ha vuelto la arraigada moda de la megalomanía a las antiguas repúblicas soviéticas de Asia Central . De que se intensifica la línea dura y de que el actual jefe del Estado, Gurbangulí Berdimujammédov, ha incumplido sus promesas de cambio.

Berdimujammédov, que lleva en el poder desde 2006, se hizo condecorar el mes pasado con motivo del 20 aniversario de la independencia como «héroe del pueblo» en una pomposa ceremonia muy a la soviética. Ha impuesto además a los recién casados la obligación de plantar un árbol el día de la boda y depositar a continuación ofrendas florales ante los principales monumentos «patrióticos» de la capital. La estatua dorada de Niyázov, que mide más de 12 metros de altura, fue colocada en 1998, durante su mandato, sobre el llamado «Arco de la Neutralidad», junto al palacio presidencial. Iba girando con el movimiento del sol y servía así también como reloj. Ha sido siempre uno de los principales atractivos para los turistas. Pero, el año pasado, la peculiar figura desapareció. Todos creyeron que se trataba de una nueva decisión del primer mandatario en contra del culto a la personalidad al «Turkmenbashí».

Pero se equivocaron. La resplandeciente efigie fue instalada sorpresivamente el pasado 1 de noviembre sobre un nuevo emplazamiento, al final de una de las principales avenidas de Ashjabad. Se dijo oficialmente que había sido restaurada. El grandioso conjunto monumental sigue estando dedicado a la «neutralidad» , pero la base sobre la que reposa la estatua tiene ahora 95 metros, en lugar de los 75 que tenía antes. La nueva construcción ha sido realizada por una empresa turca y será inaugurada en diciembre. Niyázov, un «apparatchik» comunista que dirigió Turkmenistán con mano de hierro desde 1985 hasta 2006, cuando falleció a consecuencia de una afección coronaria, ordenó colocar esculturas y retratos suyos por todas partes, puso su nombre a una ciudad y a multitud de fábricas, empresas y centros educativos. También hizo obligatoria en las escuelas la lectura de su «obra maestra», el «Ruhnamá» (el libro del alma).

Cambió también el nombre de los meses de año y los días de la semana. Enero pasó a llamarse Turkmenbashí, abril Gurbansoltán, como su madre, y septiembre Ruhnamá, como su libro. El sátrapa neoestalinista prohibió también los espectáculos de ópera y ballet, el circo, los conciertos, llevar música en el coche y lucir barba, bigote o pelo largo a los varones. La oposición tuvo que exiliarse después de que muchos de sus dirigentes fueran a parar a la cárcel.

Berdimujammédov, un antiguo dentista de 54 años, prometió reformas al llegar al poder y ha abolido muchas de las absurdas disposiciones de su predecesor. Los meses del año y los días de la semana han recuperado sus nombres de antaño y se pueden ver otra vez espectáculos circenses, de opera y asistir a conciertos musicales. Ha habido también una amnistía.

Sin embargo, el presidente turkmeno ha faltado a su compromiso de restablecer plenamente el acceso a Internet. Berdimujammédov, de quien se dice que podría ser hijo de Niyázov, ha cedido a la tentación de sentirse también todopoderoso. Ha mandado acuñar monedas con su imagen y prepara ya su propio libro para sustituirlo en los colegios por el Ruhnamá.

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