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CICLISMO

Elliot Ness contra Armstrong

Jeff Novitzky, verdugo de Marion Jones, estrecha el cerco de la investigación al ex ciclista con la ayuda de Landis

ABC

JOSÉ CARLOS J. CARABIAS

Un auditor de cuentas se ha convertido en la pesadilla de Lance Armstrong. La delgada línea que separa la inquietud de la zozobra se ha instalado ya en el planeta rodante del ex ciclista ganador de siete Tours, que se retiró el pasado mes del deporte por segunda vez en su historia. A Jeff Novitzki no le ha importado ondear su bandera como un anti-cristo frente a uno de los iconos de Estados Unidos. Nacido en California hace 43 años, largo como un día sin pan (198 centímetros), cráneo lampiño, Novitzki se ha agenciado una fama de implacable en el mundo del dopaje norteamericano. Destapó el caso BALCO en el atletismo que dio con los huesos de Marion Jones en la cárcel, persiguió a Barry Bonds —una de las mayores figuras de la liga de béisbol— hasta que aireó su red de trampas y sustancias prohibidas y se ha embarcado ahora en un último frente: desvelar el misterio de Armstrong.

«No hay misterio Armstrong. Es un campeón, un tipo que ha antepuesto la fuerza de voluntad sobre todas las cosas», cuenta una voz dentro del equipo RadioShack que prefiere el anonimato. Novitzki no piensa exactamente lo mismo. Al Elliot Ness del dopaje lo temen los representantes, los deportistas y sus abogados. No suele soltar la pieza cuando hinca la mandíbula. Especializado en la investigación de esteroides, cobró cierta celebridad pública a raíz del Bay Area Laboratory Co-operative (BALCO), el laboratorio de San Francisco que procesó sintéticamente la tetrahidrogestrinona (THG). Fue un potente anabolizante de diseño que acabó con la carrera de Tim Montgomery, plusmarquista olímpico de los 100 metros, y que envió a la cárcel a Marion Jones, triple campeona olímpica en los Juegos de Sidney 2000.

A partir de ese juicio sumarísimo, Novitzki plantó sus reales sobre el tapete de juego. El que colabora, atenúa sus penas. El que se opone, se la juega. Y desde ese hilo ha comenzado a tirar. El pasado mayo, el desdichado ganador del Tour 2006 Floyd Landis levantó las alfombras. Envió varios correos electrónicos a diversas autoridades del ciclismo y habló de un dopaje sistemático y organizado en el US Postal, el antiguo equipo de Armstrong con el que él colaboró durante años. Habló de productos dopantes, EPO, parches de testosterona y transfusiones de sangre. Y citó en los e-mails a Armstrong, Hincapié, Leipheimer y Zabriskie.

Desde entonces, las pesquisas de Novitzki transcurren sigilosas, pero sin pausa. Con la venia del Departamento de Justicia, se ha desplazado a Europa, ha contactado con la Unión Ciclista Internacional (presunta filtradora del descubrimiento de EPO en la orina congelada de Armstrong en el Tour 99) y con el Tour de Francia, y ha establecido comunicación con Hincapié, Zabriskie y Leipheimer. Ha rastreado en otros ámbitos: habló con Tyler Hamilton (positivo en los Juegos de Atenas 2004 por transfusión de sangre y cliente de Eufemiano Fuentes), con empleados de los patrocinadores de Armstrong, Nike y Trek, y con el ex campeón estadounidense Greg Lemond. Y sigue estrechando el cerco de un caso que estallará en breve. Novitzki quiere sentar al siete veces ganador del Tour ante un gran jurado en Los Ángeles.

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