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Chorreo de multas por celebrar un triunfo de la selección nacional

Un conductor catalán fue multado hasta en seis ocasiones en 35 minutos por tocar el claxon y ondear una bandera española tras el pase de España a la final del Mundial

ABC

MARTA ROVIRA

La Guardia Urbana de Barcelona impuso seis multas seguidas a un conductor que tuvo la ocurrencia de celebrar el pase a la final del Mundial de la selección española de fútbol. 7 de julio de 2010, el equipo nacional ha superado a Paraguay y un par de aficionados de España y del Barça deciden sumarse a la celebración popular. La avenida Diagonal está atestada de coches. De sus ventanillas salen bufandas y banderas de España. Se aporrea el claxon y se circula en caravana. Las calles que suben y bajan por el Ensanche quedan bloqueadas. Son más de las diez de la noche y en Barcelona se viven las mismas escenas de alegría colectiva que en Madrid, Valencia o Sevilla. En coche o a pie, miles de catalanes festejan un hito deportivo, algo bastante habitual en los últimos tiempos con el Barça. Sin embargo, esa fiesta a cuenta de la selección tendría consecuencias en forma de chorreo de multas para un conductor que se declara barcelonista y que afirma que esa noche no hizo nada fuera del guión. Es decir, se sumó a la caravana popular que discurría por la Diagonal sin percatarse de que era un objetivo prioritario para la Guardia Urbana de Barcelona.

A las 22:40, la matrícula del vehículo conducido por Xavier F. E. es anotada por primera vez. Se le imputa una infracción grave consistente en «conducir el vehículo sin tener cuidado de la posición del pasajero». A las 22:54 se le impone otra sanción por lo mismo. Dada a la gravedad de la conducta, la multa es de doscientos euros, cien si se abona con celeridad. Sólo un minuto después, el infortunado vuelve a las andadas y persiste en «conducir sin tener cuidado de la posición del pasajero». En ese mismo instante Xavier F. E. tiene la osadía de tocar la bocina, por lo que un diligente agente le toma nota de una infracción leve por «hacer uso de señales acústicas sin motivo establecido». El conductor sostiene que no era el único en tocar el claxon, que era imposible distinguir un pito de otro, por lo que deduce que la recaudación municipal por ese concepto (sesenta euros, la mitad por pronto pago) debió de alcanzar una cifra de récord.

Otros doscientos euros

En total, Xavier F. E. ya había acumulado seiscientos sesenta euros en multas. Pero no acabó ahí la peripecia con la eficaz policía municipal barcelonesa de este aficionado de la selección (y culé, insiste), puesto que unos pocos minutos más tarde, a las 23:13 y ya de camino a casa, un agente le sanciona por otra infracción grave, la de «no obedecer un semáforo en rojo sin peligro». Otros doscientos euros. Xavier F. E. alega que se circulaba en caravana y a paso de atasco, por lo que resultaba materialmente imposible atender al semáforo, dado que los coches permanecían parados en los cruces. Y para que no se diga que a la Guardia Urbana le falta imaginación, a las 23:14, un minuto después, se le multa por «no utilizar el cinturón de seguridad el ocupante». Otros doscientos euros que elevaban la factura a 1.060 euros desde las 22:40 a las 23:15, treinta y cinco minutos en los que este ciudadano y su pasajero fueron objeto, al parecer, de un seguimiento prioritario por parte de la autoridad municipal.

El afectado decidió pagar las multas (lo que le permitió ahorrarse la mitad del importe), pero está dispuesto a entablar un pleito con el Ayuntamiento puesto que considera que el motivo de las sanciones es político. En su descargo insiste en que ha celebrado de la misma manera los últimos y frecuentes triunfos del F. C. Barcelona sin haber recibido ninguna notificación de multa por parte de las autoridades locales o de los Mossos d'Esquadra. La única diferencia (sustancial, según se deduce de la actuación de la policía municipal) es que en lugar de senyeras o banderas azulgranas, ese 7 de julio (tres días antes, por lo demás, de la manifestación contra la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut) la bandera mayoritaria de la celebración era la española, matiz cromático que en el caso de estos ciudadanos es la única causa que explica, afirman, la eficacia recaudatoria del Ayuntamiento de la capital catalana.

Pere esta no ha sido la única denuncia relacionada con los efectos en Cataluña de los triunfos de la selección nacional, un equipo armado en torno a las figuras del Barça y con un notorio respaldo popular en Cataluña, similar al del resto de España. Los primeros en denunciar la obsesión municipal sobre la bandera de España fueron los taxistas obligados a retirar las cintas con los colores rojo y amarillo que lucían en las antenas. Sin embargo, la bandera española afloraba en ventanas y balcones para asombro y desagrado de los políticos nacionalistas (incluido el PSC que gobernaba entonces la Generalitat y aún el Ayuntamiento barcelonés) que sumaban esfuerzos en la convocatoria de sesgo independentista que se produjo un día antes de que España ganara el mundial. En ese contexto ambiental, los goles de la selección provocaban una masiva salida del armario de la bandera española, una «normalización» simbólica que desmentía la persistente y machacona teoría de la desafección de los catalanes. La naturalidad con la que se festejaban los triunfos de España irritaba a algunos, como algunos agentes de la Guardia Urbana, o a los responsables de una colonia de verano, que decidieron mandar a los niños a la cama antes que permitirles contemplar la final del Mundial.

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