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Los «trolls» y el final de los comentarios anónimos

Un veterano periodista de la era analógica se queja en un cursillo de internet: «¿De qué estamos hablando, de esa ciénaga en la que cada cual puede insultar a quien quiera?». Sale la comparación con la telebasura y los sms que aparecen en la la pantalla. Y el periodista pone algunos ejemplos de opiniones que no son tal, sino insultos o provocaciones sin más sentido que embarrar el terreno de juego. «Internet tiene esas cosas -contesta el profesor-. La libertad y los excesos».

El protagonista de los excesos tiene vocablo en el lenguaje «on line». Es un «troll», definido en Wikipedia como «persona que sólo busca provocar intencionadamente a los usuarios o lectores». El «troll» se ha aprovechado durante años de una máxima muy aceptada en internet: el anonimato. Nadie sabe quién eres, nadie puede asegurar si en el chat está un chico o una chica, nadie te mirará con mala cara si has tecleado un exabrupto que de ninguna manera publicarías con nombre y apellidos.

Niveles de usuarios

«The New York Times» o «The Washington Post», entre otros grandes y pequeños medios de comunicación, exigen a los usuarios que se registren antes de enviar ningún comentario. Ahora pretenden ir más allá. El Post, por ejemplo, revisará en los próximos meses su política sobre los comentarios, y establecerá según parece distintas categorías de usuarios para dar más relevancia a los autores con nombres reales. «Queremos ser capaces de establecer niveles de usuarios», ha dicho Hal Straus, responsable de interactividad de «The Washington Post». Y algo parecido planea Arianna Huffington, fundadora del influyente «The Huffington Post». Los lectores valorarán los comentarios. Su posición dependerá del prestigio del autor en la comunidad.

Naturalmente, el registro no significa que los datos aportados sean reales. Sin embargo, en los periódicos creen que levantar pequeñas vallas elimina gran parte de los comentarios soeces. Y ponen el ejemplo de Facebook, donde cada anotación en el muro va junto a nuestro nombre y nuestra foto. En esta red social la presencia de «trolls» es muy inferior a la que se aprecia en los diarios «on line».

Claro que, después de todo lo dicho, muchos analistas creen en aquello de «ladran, luego...». Es decir, que más «trolls» significa más visitas, más tráfico, polémica, visibilidad de la web. Entre la opinión de nuestro periodista analógico y ésta última anda el juego.

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